Capítulo 7

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Durante los primeros días en casa a penas conseguimos dormir 4 horas diarias, tanto Stephen como yo estábamos preocupados de que pasara algo mientras dormíamos, aunque Kathia dormía todo el día y a penas lloraba para nada, pero preferíamos observarla dormir antes que descuidarla. 

-Deberías dormir un poco- me dice Stephen.

-Pero, ¿qué pasa si necesita comer mientras yo duermo?- pregunté preocupada.

La verdad es que mientras a todas las mujeres les nacía el instinto materno a la vez que el bebé yo sentía que en mí no era así, vivía día y noche preocupada por ello y el no tener ni a mi madre ni a la de Stephen para guiarnos se complicaba demasiado.

-Te despertaré, no te preocupes, pero necesitas dormir un rato.

Suspiro y asiento mientras me hundo bajo las sábanas y cierro los ojos.

Stephen está siendo un buen padre, se preocupa constantemente de que no le falte nada a Kathia y que tampoco me falte a mí. A pesar de que dijimos que él no viviría aquí, actualmente si lo está haciendo, si tuviese que quedarme yo sola me moriría de un ataque de nervios probablemente. Habíamos acordado que dormiría en el salón pero lo cierto es que la mayoría de las noches nos quedamos dormidos sin querer y pasa la noche en la cama.

Por lo demás todo sigue igual, en algo que sí pienso mantenerme firme es que no lo voy a perdonar de buenas a primeras, desde luego veo lo que se esfuerza, y ya no hablo del comportamiento con Kathia porque al final eso es su responsabilidad y es ajeno a mí, pero hace todo lo posible para que vea que ha cambiado y quiere hacer bien las cosas, realmente parece otro pero a la vez aún no puedo pasarlo por alto y volver con él como si nada.

No tardo mucho en quedarme dormida y pasadas unas horas me despierta el llanto de la bebé.

-Shh, ya está mi amor- escucho a Stephen.

Abro los ojos y lo veo de pie junto a la cuna, con Kathia en brazos acunándola y poniéndole el chupete. Al poco tiempo la bebé volvió a dormirse pero él siguió sosteniéndola mientras la observaba. Le encanta quedarse mirándola, siempre que puede la observa detenidamente, como si quisiese grabar a fuego esa imagen o incluso paralizar el tiempo para que eses momentos no terminen.

-¿Por qué no la dejas en la cuna y vienes un rato a dormir conmigo?- le susurro.

Stephen me mira y sonríe asintiendo. Vuelve a mirar a la pequeña y la deja con cuidado en su cuna, acto seguido corre a meterse a mi lado en la cama.

-¿Puedo abrazarte?- me pregunta.

-Sí- acepto.

Me abraza por detrás pegándome bien a él y entonces sin darme cuenta respiro aliviada y siento como si me pesara menos el pecho, él siempre tuvo ese poder, siempre me tranquilizó aún cuando ni yo misma sabía que estaba intranquila, sus brazos siempre fueron mi hogar.


Al día siguiente nos despertamos con el llanto de Kathia, ambos nos sorprendimos al ver que ya había salido el sol y nosotros habíamos podido dormir toda la noche. 

Me levanté rápidamente la cogí en mis brazos para darle de comer sentada en la cama, Stephen nos observaba intentando mantenerse despierto.

-Puedes dormir un rato más si quieres- susurro acariciándole el pelo con la mano que me queda libre.

-No, voy a bajar a hacer el desayuno- dice con voz ronca.

Sonrío sin poder evitarlo, se ve muy tierno recién despierto, aún despeinado y con la cara inchada. A veces pienso que no hay ninguna manera en la que no esté guapo, quizás sean mis ojos, quizás estoy empezando a verlo de nuevo con ojos de amor, pero intento resistir lo máximo posible, no puedo ponerle las cosas tan fáciles.

El chico malo 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora