Capítulo 8

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Salimos de la consulta del pediatra, Stephen empuja el carrito del bebé y yo la llevo en brazos para calmarla, ya que le pusieron sus primeras vacunas y lloró un montón.

-Te apetece que vayamos a desayunar a algún lado?- me preguntó Stephen.

-No lo sé- respondo haciendo una mueca- quizás es mejor ir a casa por si las vacunas le dan fiebre.

-Venga, por un rato no pasará nada, nunca sales de casa y tampoco es bueno ni para ti ni para la bebé.

Suspiro, tiene razón, desde que Kathia nació a penas he salido de casa más que para las revisiones y ir a la compra.

-Está bien- sonrío.

Aparcamos delante de una cafetería que hace unas tortitas de muerte, siempre fue uno de mis sitios favoritos y no me esperaba que Stephen lo recordara. Entramos, nos sentamos en una mesa al fondo del local y hacemos nuestro pedido al camarero que viene a atendernos.

-Te ha gustado venir aquí?- me pregunta Stephen.

-Desde luego que sí, me encantaba este sitio.

-Lo sé, por eso hemos venido aquí- dice esbozando una sonrisa- después podríamos dar un paseo por el parque para tomar un poco el aire aprovechando que estamos al lado.

-Es una buena idea, seguro que el aire puro le sienta bien a Kathia.

Veo como una camarera se acerca a la mesa con nuestro pedido, asique a parto el carrito para que le sea más fácil servirnos.

-Es una bebé preciosa- comenta la camarera mirando al interior del carro donde se encuentra Kathia durmiendo.

Sonrío como respuesta y cuando se da la vuelta y ve a Stephen se queda quieta en el sitio y sonríe.

-Hola Stephen- lo saluda y veo como él se pone tenso.

-Hola- responde cortante.

-No sabía que habías vuelto a la ciudad- dice tocándose el pelo.

Esta situación me empieza a dar asco.

-Sí, volví para el nacimiento de mi hija- dice mirando el carro.

-Oh, no sabía que... pues felicidades, no me sorprende que sea tan guapa siendo hija tuya...

-Perdona- la interrumpo- ¿puedes tener un mínimo de vergüenza y dejar de tirarle los trastos al padre de mi hija delante nuestra?

La chica se gira hacia mí y baja la cabeza, acto seguido se retira sin decir ni una sola palabra.

-Era...- comienza Stephen.

-Me da absolutamente igual, desayunemos, me quiero ir.

Él asiente como respuesta y no vuelve a decir nada más durante el desayuno.

Cuando va a pagar yo decido esperarlo fuera, para evitar volver a presenciar una escena desagradable con la camarera, supongo que ella no tendrá culpa, será una de las muchas amantes que ha tenido Stephen mientras no sabía de la existencia de mi embarazo.

Sólo de pensar que mientras yo tenía a Kathia en mi vientre su padre se dedicaba a acostarse con otras se me revuelve el estómago.

-¿Vamos?- pregunta Stephen saliendo de la cafetería.

-Sí, llévanos a casa- respondo cortante acercándome al coche.

-Pero...

-Me quiero ir a casa Stephen, no me apetece ir a pasear contigo la verdad.

El rostro de Stephen se vuelve serio y veo como aprieta la mandíbula, aún así no me discute y hace lo que le pedí. El camino a casa es silencioso hasta que para delante.

-¿Quieres que suba?- pregunta.

-Haz lo que te de la gana- respondo bajándome del coche y cogiendo a Kathia.

Camino hacia la casa y por detrás escucho como Stephen se va en el coche, supongo que es mejor así, por mucho que a día de hoy haya cambiado y sea un buen padre supongo que la parte de Stephen mujeriego nunca desaparecerá y tampoco me apetece sentarme a esperar a que lo haga. Es el padre de mi hija, esa será la única relación que él y yo tengamos, aunque sienta que se me hunde el pecho sólo de pensarlo es lo mejor para todos.


Ya se está haciendo de noche, cojo a Kathia para llevarla a darle su baño, Stephen no ha aparecido en todo el día, tampoco ha llamado para preguntar si las vacunas le hicieron reacción a la bebé. 

Entonces siento como se abre la puerta de la entrada.

-Hola?- escucho la voz de Stephen.

-En el baño-respondo.

A los pocos minutos entra por la puerta, lo observo de arriba a abajo, no parece estar borracho, ni drogado y tampoco tiene ninguna marca que pueda relacionar con que viene de estar con alguna de sus amigas.

-¿Qué tal está la pequeña?- pregunta mirándola

-Bien, por suerte no le hizo ningún efecto y menos mal porque su padre no se dignó a venir ni a llamar por si había que llevarla al médico.- respondo sacándola de la bañera enrollada en una toalla.

-Quería dejarte tu espacio- respondió.

-Lo que tú digas, cógela, quiero ducharme yo- le digo extendiendo los brazos con la niña.

Stephen suspira, carga a Kathia en brazos y salen del baño cerrando la puerta.

Vació la bañera de la bebé, lleno la grande y me meto dentro. Siento un gran nudo en la garganta y mucha impotencia, quizás no tenía ningún derecho a hablarle así a Stephen pero si algo me repatea más que el hecho de que pueda estar acostándose con cualquier chicha es que no se preocupe por su hija.

Puede hacer lo que quiera, desde luego a mí no me debe nada, pero a Kathia sí. Aunque tengo que admitir que tampoco me parece normal que un día duerma abrazándome toda la noche como si realmente me siguiese queriendo y quisiera solucionar lo nuestro y al otro desaparecerse todo el día.

Sin darme cuenta las lágrimas ya salían disparadas de mis ojos haciendo una cascada.

El chico malo 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora