𝙄. 𝙏𝙝𝙚 𝙒𝙖𝙧𝙧𝙞𝙤𝙧

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   Cuando llegó, muy apenas era capaz de controlar sus propias manos desatando los nudos de las telas que solo por poco cubrían su desnudez

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   Cuando llegó, muy apenas era capaz de controlar sus propias manos desatando los nudos de las telas que solo por poco cubrían su desnudez.

No podría haber sobrevivido durante tanto tiempo si no hubiese sido capaz de consolar a su alma celestial con la certera esperanza de que sus anhelos se harían realidad algún día, con cada sueño consciente tornándose más vívido con el pasar de las horas invertidas en alimentar su amor, como quien alimenta una llama, protegiendo su fulgor con tal de que la oscuridad no lo consumiese.

Por ende, la imaginación de la Luna era muy poderosa.

Durante todo el trayecto hasta el santuario en su cabeza se habían proyectado miles de escenarios donde finalmente el Sol lo tomaba en sus fuertes y firmes brazos, lo dominaba debajo suyo y se dedicaba a darle el placer que estaban destinados a compartir por las siguientes horas sin descanso. Hasta que quedase exhausto, lleno y satisfecho.

Seokjin estaba convencido de que apenas tuvieran la oportunidad de verse directamente, sin el ser de cabellos plateados siendo guiado en dirección contraria por otros dioses evitando su primer encuentro, la lujuria vencería a cualquier otro impulso.

Sería su manera de sellar su amor implícito y mudo. No cabía en su mente que fuera necesario para que se concretara el acto carnal, que en primer lugar al menos existiera amor, ¡por supuesto que no! 

La Luna podía valerse de su apariencia para atrapar a su objetivo y jamás dejarlo ir.

Si algún experto, tal vez alguna deidad del amor o algún conocido suyo que hubiera experimentado de forma convencional dicho sentimiento antes, le hubiese escuchado, probablemente su supuesto enamoramiento por Hoseok habría sido puesto en tela de juicio.

No, lo que el dios lunar sentía estaba bastante lejos de ser una emoción pura.

Podía parecer más un capricho por los argumentos demasiado válidos solo en su cabeza, o su malestar por poder tener a quien quisiera menos al Sol, tal vez simplemente porque se había obsesionado.

Claro que fuera cual fuera la razón verdadera, él la ignoraría.

Deseaba algo, deseaba a alguien justamente para satisfacer sus requerimientos y dar con el porte que solo una pareja suya podría alcanzar. Nadie más estaba a la altura, nadie más podría jamás despertar aquella pasión dentro suyo. Solo el Sol, con esos brillantes gestos y resplandor en cada pizca de su ser, era capaz de atraerle hasta ese punto. 

De capturarle en su propia cárcel de poder y dominación desde hacía miles de años, encerrado, débil por nadie más que él, ansioso nada más por su exclusivo toque, sin ya siquiera hacer el intento de diferenciar si se trataba de un hechizo, de la naturaleza atrapante y sofocante del Sol, o simplemente de su malvada mente mofándose de él a sabiendas de su más grande debilidad. 

𝙏𝙃𝙀 𝙎𝙐𝙉'𝙎 𝙒𝘼𝙍𝙍𝙄𝙊𝙍 ; 𝘒𝘰𝘰𝘬𝘫𝘪𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora