🍃Aventura

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Nunca fui de las personas que salían mucho, tampoco de las que tiene millones de amigos duraderos. Todo lo contrario. Mi personalidad siempre ha sido un asco, hasta para mí. Ni bajando varias veces el telón contaría una historia diferente. Pero tenía opciones para mantenerme a flote con todo ese cargamento de mal carácter y látigo lingüístico a cuestas.
Tuve la idea práctica de dividir mis tipos de amistades en grupos de salidas. Unas para discos de menores, otras para caminar descalzos si era necesario, unas de inventos poco ingeniosos y otros de estudios. Podía con ellos o ellos podían conmigo. Era lo mejor que tenía para no sentirme agónica.
Siempre pensé que no pertenecía a ningún lugar, aun lo hago. Sin embargo, llegaba el monótono momento en que mis pies pedían desandar el barrio y más lejos si podía. Así que comencé a tener estas amistades ‘’locas’’ que solo me llevaban a hacer cosas que sabía, estaban mal. Traté de mantenerme al margen de muchas cosas; fumar, beber, irme a lugares sin avisar. Y con eso, al menos no sentía remordimientos después de cada juerga.
Riel estaba ahí. Venia cada fin de semana a casa de su familia paterna. Dos días en los que no manteníamos nuestras manos quietas y en los que los besos se convertían casualmente en algo cotidiano. Frente a quien fuese. No éramos novios, sin etiquetas estábamos mejor, aunque comencé a desarrollar ese lado posesivo que tantos problemas me da.
Él siempre buscaba diversión para ambos y el resto de nuestros amigos. Ferias y paseos se hicieron usuales estando juntos. Chris lo conoció, claro que no gustó de ello, pero tampoco cortó conmigo ni yo con él. No lo vimos necesario si compartíamos un interés particular.
Ser protagonistas de la falta de buen juicio y carencia de afecto más allá de lo sensual.

Whispers: People Don't Know How It FeelsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora