𝐈. 𝐏𝐫𝐢𝐧𝐜𝐞𝐬𝐚 𝐝𝐞 𝐋𝐨𝐭𝐡𝐥ó𝐫𝐢𝐞𝐧

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LA SIEMPRE IMPASIBLE DAMA HISTORIA situó toda atención sobre el mensajero que, pese a tener un porte seguro de sí mismo, parecía perturbado. Había acontecido bastante desde que dejaron Lothlórien, suficiente para comenzar a preocuparse por víveres y agua. Naturalmente, la escolta estaba sedienta por otros aperitivas.

— Mi señora —anunció el mensajero más próximo—, nos quedaremos pronto sin víveres. Deberíamos detenernos para intentar cazar algo, y buscar agua fresca por los alrededores. ¿Está de acuerdo?

Historia, no cediendo al pánico, posó la mirada más allá del elfo, situándola sobre los inmensos árboles sobre sus cabezas, extendiéndose hacia territorios bien conocidos. El Bosque Negro poseía un gobernante justo poseedor de incontables riquezas; clamando auxilio, tal vez buscando refugiarse en sus dominios, conseguirían provisiones y demás materiales necesarios para continuar con esa exploración.

En seguida, sin decir ni una sola palabra, avanzó sobre aquel blanco caballo a través del bosque, siendo escoltada por guardias bien entrenados, dispuestos a protegerla de cualquier peligro. Sin embargo, Historia cabalgaba sintiéndose templada, casi inexpresiva; conocía los terrenos, pues siendo apenas una niña recorrió cada extremo de ellos acompañada por sus padres, durante días de exploración. No era muy diferente desde aquel entonces.

— Señora, ¿a dónde vamos? —inquirió la dama de compañía.

— No muy lejos —respondió con suavidad—, pero habrá suficientes comodidades para entretenernos algunas noches.

Nadie hizo más preguntas innecesarias. 

THRANDUIL ABANDONÓ TODA ESPERANZA cuando su esposa, la reina del Bosque Negro, murió torturada y maltratada por orcos

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THRANDUIL ABANDONÓ TODA ESPERANZA cuando su esposa, la reina del Bosque Negro, murió torturada y maltratada por orcos. No hubo tumba ni cadáver; tampoco palabras dulces ni cálidas. Concentró cada dolencia en su hijo, el príncipe Legolas, a quien educó en duras circunstancias enseñándosele fortaleza y frialdad. Buscó maneras de mantenerlo siempre consigo, alejado del recóndito peligro, tan solo vagando en las tierras pertenecientes a su dominio.

Se negó, pues, atemorizado, a volver a amar. Bien sabiendo que nunca encontraría tanta felicidad como con su fallecida esposa, y tampoco pretendió buscarle reemplazo. Legolas intentó muchas veces hacerle conocer su posición; no se enojaría si buscaba esposa, porque tan solo anhelaba verdadera alegría y esperanza para su padre.

El testarudo monarca negó querer volver a sentir sensaciones tan profundas invadiéndole todo buen sentido, pues alegaba que la corona prendía entre sus manos, y tolerar otra pérdida destrozaría toda cordura y máscara indiferente. Thranduil supo controlarse, sí, hasta que arribó a su corte una elfa de alto linaje. Era preciosa y etérea.

— Lamento presentarme en tan despreciables condiciones —había musitado en dialecto grácil y elegante—, pero mis provisiones se han terminado y el Bosque Negro parecía mi única salvación. ¡Oh, mi señor, lamento profundamente importunarlo con tonterías!

HISTORIA | Rey ThranduilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora