𝐈𝐈𝐈. 𝐄𝐥𝐫𝐨𝐧𝐝 𝐥𝐨 𝐡𝐚 𝐯𝐢𝐬𝐭𝐨

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TRANSCURRIERON DOS DÍAS desde aquel extraño incidente donde Historia, corrompiendo todo buen sentido, estuvo buscando lógicas explicaciones sobre el recóndito deseo uniéndola al rey. Caminaba indignamente a todas direcciones, para después regresarse sobre tales pasos, maldiciendo entre dientes. Tenía una brillante postura; aquel precioso semblante volviéndose etéreo, resplandeciendo debajo del firmamento abarrotado de imperturbables estrellas. El inmenso balcón permitía admirar sin preocupación ese hermoso paisaje.

Usaba aquella noche, a diferencia de otros días, túnicas esmeraldas cubriendo esa blanquecina e inmaculada piel. Había tomado un baño empleando cuántas esencias aromáticas halló; frutos secos, flores silvestres, y un pequeño toque de miel. Tenía los cabellos húmedos enmarcando su impasible rostro. Nadie podría negar jamás semejante hermosura, pues muchos alegaban que destacaba facciones fuertes e indescriptibles heredadas de la propia Dama Galadriel. Madre e hija podían diferenciarse bastante, considerando los diversos tonos embelleciendo tales sedosos cabellos, pero ambas eran etéreas.

Incluso, las hermanas Historia y Celebrían eran distintas entre sí. La primera, ostentando hermosos cabellos escarlatas, rojos cual antorchas vivientes anunciando perturbación. La segunda, tenía hermosas ondulaciones doradas, esperanzadoras y renacientes, mostrándose naturalmente hermosa. Nadie comparó jamás tal diferencia, aunque resultaba notorio quién poseía mayores miradas cuando ingresaba a habitaciones colmadas por elfos embelesados. El impredecible comportamiento manifestado también contenía separación.

Más, sin embargo, cuando fue comprometida con Lord Elrond, escogió liberarse de tales responsabilidades asumiendo que, bajo toda ocasión, Celebrían gozaba bastante encanto y hermosura para rescatarla. La relación acordada entre el trío fue tranquila, indigna de problemáticas, como cualquiera habría siquiera imaginado.

De hecho, Elrond era su más noble confidente.

— Mi señora, ¿puedo pasar?

La princesa abandonó todo pensamiento reflexivo para vislumbrar, manifestando curiosidad, las puertas dobles en tonos dorados y blancos. Era bastante tarde para recibir visitas.

— Adelante, por favor.

— He traído conmigo una invitación enviada por el rey Thranduil. —la elfa extendió una carta blanca, plasmada con el mismísimo sello monárquico. Historia acogió entre sus manos aquel mensaje—. Lamento molestarla siendo tan tarde. ¿Tiene apetito? Mi señora, con todo respeto, debería estar durmiendo. Podría ayudarla un té medicinal.

— No será necesario, aunque agradezco tal preocupación. Puedes retirarte. —contestó con voz melodiosa, amable.

La elfa realizó una prudente reverencia y abandonó la habitación, cerrando silenciosamente las puertas tras sí. Historia aprovechó para desplegar el mensaje sellado, y estuvo asombrada tras leer dicho requerimiento: Thranduil estaba invitándola a cazar, solo ellos acompañados por una pequeña escolta, en el bosque. Tenía claras intenciones de hacerle abandonar tan pronto su territorio.

Supuso que Legolas confesó a Thranduil cuánta habilidad profesaba destinada al arco y flecha, como habría de esperarse de cualquier elfo nacido rodeado por naturaleza silvestre. Esa carta situada entre sus pálidas manos era todo, menos una invitación. Anhelaba un repentino reencuentro, resguardado por dominios propios; en dicho pergamino, afirmaba querer poseerla bajo cualquier acontecimiento.

No obstante, estaba indecisa; tenía pensamientos turbulentos adueñándose de su usual inexpresión. Atravesaba una lucha interna, emociones bien conocidas porque, aunque nunca antes amó a nadie, curiosamente reconocería el origen de aquel nuevo paradigma. Estaría perdida de aceptar sin tomar en consideración posibles consecuencias. Thranduil durante muchos años mantuvo su corazón impasible, manteniendo una sombra negra dentro, pues había visto horrores arraigados a guerras absurdas y sangrientas. Tiempo atrás, acabó protegiendo su reino mudándose al norte; debido a eso, escasearon comunicaciones entre los elfos del Bosque Negro y Lórien.

HISTORIA | Rey ThranduilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora