𝐈𝐕. 𝐏𝐮𝐫𝐨 𝐜𝐨𝐦𝐨 𝐞𝐥 𝐚𝐠𝐮𝐚

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HISTORIA NUNCA BESÓ ANTES. Por ese motivo, no sabría describir con exactitud cuántas emociones sintió estallar dentro de sí. Thranduil perturbó buenas costumbres tratándola de esa manera, importando bastante poco no tener motivos para besarla. Después, había tomado entre sus manos aquel hermoso rostro, y musitado algunas palabras incomprensibles para ella porque, aunque conocía el lenguaje, su mente estaba vagando hacia un océano de pensamientos. Avanzaba, sin rumbo predilecto, todavía usando esa armadura dorada, por los imponentes corredores del palacio, reflexionando silenciosa.

Tanta confusión sentía que habría ofrecido cualquier cosa por volver inmediatamente a Lothlórien, buscando refugio entre los amables y cálidos brazos de la Dama Galadriel, su querida progenitora; también, recibir delicadas caricias en sus escarlatas cabellos, proporcionadas por Celeborn, aquel honorable caballero. Los señores estarían ahora mismo llenándola de reflexiones, palabras dulces; tendidos, tal vez, juntos, cercanos a la preciosa laguna privada, mirando las estrellas.

— Mi señora, el séquito aguarda por una respuesta. —la inconfundible cantarina voz perteneciente a su dama de compañía perturbó pensamientos recónditos—. ¿Partiremos pronto rumbo a Lothlórien? Tenemos provisiones y víveres suficientes ahora.

— ¿Han tenido experiencias desagradables, entonces? —Historia no pretendió incomodarla, aunque quería oír razones contundentes. La estadía parecía todo menos incómoda para su séquito.

— No, no podríamos. Sin embargo, el invierno está aproximándose, y viajar durante temporadas frías sería incómodo. Pondría, mi señora, nuestras vidas en constante riesgo, pues orcos atacarían sin dudar. Quedarnos también es considerada una opción, por supuesto, pero recordemos cuánto desconsuelo tendría la Dama Galadriel.

— Les avisaré de tener noticias.

La elfa no musitó nada más, echándose hacia atrás y, por fin, dejándola transitar libremente por los corredores. Historia sabía cuánta tristeza sufrirían sus padres de permanecer más tiempo lejos. No obstante, abandonar aquel territorio significaría apartarse, tal vez por bastantes temporadas, de Thranduil Oropherion, y no quería irse sin aclarar ciertos sentimientos perturbándolos sin misericordia.

Entró en sus aposentos y, sin esperar siquiera un momento, se dejó resbalar contra las puertas doradas, cerrando los ojos. Historia quería comprender, hallar respuestas; tenía que superar toda perturbación, enfrentar a Thranduil hasta acordar soluciones. No lo había visto mucho, tampoco tuvo decencia suficiente para incluirla en planificaciones monárquicas. Ella misma estaba ahogándose sin ningún sentido. Inmediatamente, no esperando sentirse atemorizada, demostrando valentía heredada por su madre, abandonó su habitación.

Afuera, como siempre, montando guardia, un elfo la miró.

— Mi señora, ¿necesita algo?

— En realidad, sí. —detuvo su caminar—. ¿Dónde está el rey?

— Su Majestad está en sus aposentos.

Historia no desperdició ni un segundo más.

Por supuesto, corrió bastante poco; caminó, decidida, hacia territorio impropio, buscando explicaciones coherentes. Tampoco estaba haciéndose ilusiones con tener sentimientos correspondidos. Aceptaría cualquier emoción que adjuntase respuestas. Frente a las impetuosas puertas dobles, tomó un evidente respiro y, musitando en silencio que debía ser valiente igualando a sus ancestros, llamó.

Cualquiera habría aguardado un «adelante», o alguna autorización formal. Sin embargo, la realidad era otra, pues Thranduil mismo había abierto la puerta, encontrándose bruscamente con la princesa. El semblante continuaba imperturbable, aunque pálido; jamás pensó encontrarse, de nuevo, contra todo buen juicio, con ella. Pero ahí permanecía Historia de Lothlórien; hermosa, audaz, brillante.

HISTORIA | Rey ThranduilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora