Zeff había salido al mar con el único objetivo de encontrar el all blue y así cumplir su sueño de aventura, pero como era bien sabido para un pirata; las cosas nunca sucedían como uno quería o lo tenía planeado. Por ello el rubio meditaba sobre el rumbo que había tomado su vida tras naufragar, pasar tanto tiempo sin probar bocado más que su pierna, la genuina preocupación que llegó a su ser por aquel pequeño que sufría el mismo destino de pasar hambre, aquellas semanas eran una tortura que no le deseaba a nadie, para bien o para mal había logrado sobrevivir y tomó la decisión de abandonar su sueño de encontrar el all blue, se dedicaría en cuerpo y alma a su restaurante sobre el mar, Zeff el pirata se había retirado, ahora solo sería Zeff el chef.
Se cruzó de brazos admirando como aquel restaurante flotante le era entregado, lo único que necesitaba era llenarlo de provisiones y comenzar a navegar, no sería lo mismo al tener una pata de palo, aún dolía, pero su emoción era mayor que su dolor, además tenía de otras cosas con las cuales lidiar, como aquel pequeño que se negaba a dejar de seguirle, hablando de pagar una deuda que él no estaba cobrando, no sabía si se había ablandado tras estar tan cerca de la muerte o si era que se veía en aquel niño que compartía su sueño, pero decidió mantenerlo a su lado hasta que se aburriera y se fuera, sin embargo, no esperó que aquel tiempo fuesen más que algunas semanas.
Semanas, meses, incluso pasó un año completo y aquella pequeña berenjena se negaba a alejarse de su lado, incluso intentaba cocinar, aunque casi siempre quemaba la comida o se pasaba con alguna especia, no quería encariñarse con aquel mocoso y luego llegaran sus padres a llevárselo de su lado, por eso intentaba ser distante y duro con él. Siempre enseñándole a golpes, gritos e insultos suaves, pero al cabo de tres años no pudo evitar sonreír con orgullo al probar una de las sopas que había preparado Sanji, tenía que hacerse a la idea de que ahora era padre y nada ni nadie cambiaría eso.
Si en el pasado alguien le hubiese dicho a Zeff que ser padre era mucho más demandante que ser pirata, se habría burlado y pateado a cualquiera que lo afirmara, pero ahora estaba seguro de que aquello era real. Estar a cargo de una tripulación no era tan difícil como criar a un pequeño, prestar atención a lo que hacía y decía. Hasta ese momento no entendía porque los padres se molestaban cuando insultaban a sus hijos, ni siquiera había pensado en las consecuencias de sus acciones, su cuerpo se había movido solo cuando un tipo cualquiera reía sobre el aspecto de su berenjena.
— Repítelo si te atreves. – Dijo molesto al que se encontraba en el suelo sobando su cabeza de donde brotaba algo de sangre. Zeff era consiente de que sus patadas no serían tan fuertes por su pata de palo, pero contra escoria como aquel sujeto sabía que era más que suficiente.
Como esperó nadie se atrevió a retarlo o decir alguna cosa en contra del pequeño que se había sentido avergonzado por la burla contra la forma de su ceja y lo poco masculino que lucía. Ambos regresaron al restaurante para partir de nuevo al mar, si por Zeff fuese, se la pasarían navegando para siempre, pero la comida no era eterna.
Con el paso del tiempo y la popularidad del restaurante se vio en la necesidad de contratar a nuevos cocineros; no era demasiado exigente, solo que estuvieran dispuestos a aprender sin importar los métodos, ya que no dejaría de darle una merecida patada a quien desperdiciara comida o cocinara mal. Se sentía orgulloso de como Sanji aprendía tan rápido a preparar diferentes platillos, incluso como se aventuraba con los de mayor complejidad y sobre todo, como sin importar si la receta le salía bien o mal, jamás desperdiciaba ni una sola migaja, estaba claro que si había alguien que podría comprenderle era Sanji. Había escuchado durante su vida de pirata, que la peor etapa de los hijos era la adolescencia, pero siempre se mostró escéptico, creía que con una buena tunda cualquier chico se compondría y dejaría de retar a sus padres, sin embargo, tuvo que vivir en carne propia lo inútil que era intentar hacerle entrar en razón a un rebelde adolescente.
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Skande.
FanfictionQuizá no todos los alfas eran malvados, quizá no todos los omega eran débiles. Todos los personajes pertenecen a Eiichiro Oda