18. Mordida

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— Quizás no todos son malos. – Dijo para sí mismo mientras dejaba salir una suave sonrisa. Dio un respingo cuando unos brazos le rodearon.


— ¿Quiénes no son malos? – Preguntó el capitán con curiosidad al tiempo que sus brazos se estiraban para enredarse en quien se removía molesto.


— No es asunto tuyo y suéltame o te dejaré sin cenar. – Amenazó encontrándose con un puchero por parte del de sombrero de paja.


— Pero tengo hambre. – Se quejó apretándolo un poco más antes de sonreír ampliamente. — Además yo sé tu secreto.


— ¿Cuál secreto? – Preguntó nervioso mientras sentía como su corazón se le saldría en cualquier momento, no podría obligar al chico de goma a guardar el secreto, dudaba que pudiese guardar alguno siquiera.

Luffy acercó sus labios al oído del rubio para murmurar — No puedes dejar que alguien pase hambre. – Aquellas palabras le regresaron el alma al cuerpo y no pudo evitar reír con algo de nervios.


— Tienes razón, sabes mi secreto. No tengo otra opción más que alimentarte antes que los otros para que no se los digas. – Le siguió el juego — Pero no podré cocinar si no puedo usar mis manos.

El capitán asintió con la cabeza y le dejó ir por un momento antes de rodearle solo de la cintura. Estiró un poco su cuello para poder recargar su barbilla sobre el hombro de quien le miraba de reojo.


— No te soltaré para que no huyas y no me patees. – Sonrió divertido mientras el cocinero no podía hacer nada más que resignarse a que tendría que cocinar con aquel infantil alfa sosteniéndole.


Zoro había terminado de comer y beber desde hace minutos, pero por alguna razón le costaba regresar a la cocina a sabiendas de que estaría el rubio ahí. Acarició su nuca intentando calmarse, no tenía porque sentirse nervioso o algo, ya había tenido el pene del rubio en su boca, ¿Qué podría ser más vergonzoso o intimo que eso? No debería haber cosa que le hiciera incomodar con el cocinero a esas alturas, así que tomó el plato junto con la tapa de metal que momentos antes se encargaban de proteger su comida y avanzó hacía a la cocina, se preguntaba si debía decir algo, quizás charlar un poco o invitarlo a beber un poco con él, pero al abrir la puerta se encontró con una gran molestia adentrándose en su ser; ver como Luffy le abrazaba y reía mientras el otro no le alejaba le asqueaba, casi sentía ganas de cortar a quien prometió seguirle sin importar nada, pensaba incluso en interrumpir aquel "intimo" momento entre ambos, hablarle arrogantemente a Luffy sobre lo que él hacía con el rubio y que se mantuviera alejado, pero su mente iba a toda velocidad incluso creando escenarios imaginarios donde no era el único que ayudaba al rubio con sus celos. Por más que quería entrar y arruinarles el momento decidió alejarse, retroceder en sus pasos para regresar a la popa del barco, tomar sus enormes pesas tras dejar el plato en las escaleras que llevaban a las mandarinas de la navegante y comenzar a entrenar tan fuerte como fuese posible para calmar la rabia e instinto asesino que parecía querer apoderarse de él.


Sanji terminó por preparar aperitivos al capitán que se negaba a soltarlo y pidiendo que le alimentara, al inicio le pareció tierno, pero conforme le impedía moverse libremente para cocinar comenzó a colmar su paciencia por lo que eventualmente terminó por alejarlo a la fuerza y patearlo amenazándole con cocinar solo verduras durante un mes. Eso fue suficiente para que sentara obedientemente a esperar en la mesa. La cena estuvo lista y cada vez que la puerta se abría esperaba ver aquella cabellera verde, pero nunca llegó. Dudó un poco en si ir a buscarlo o separar algo de comida para él, pero no quería que aquello se volviera un habito por lo que terminó por disculpándose para salir de la cocina en busca del espadachín. Se paseó por la popa, pero ya no se encontraba ahí, solo estaba las pesas abandonadas, así como el plato donde le había dado su desayuno y comida, al menos no había desperdiciado nada. Pensó un poco donde podría estar, subió al nido del cuervo y no estaba ahí tampoco, bajó de un salto y miró alrededor. No era un barco tan grande como para que se perdiera o escondiera. Dio un rápido vistazo en el baño y tampoco estaba ahí, miró alrededor frente a la entrada a la bodega y tras cerciorarse de que no había nadie entró encontrando a quien buscaba comiendo una manzana.

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