13.- Miedo

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Aunque al inicio el rubio se encontraba cómodamente dormido, en algún punto comenzó a sofocarse y al despertar obtuvo la razón de esto; Usopp estaba dormido encima suyo. Se quejó en silencio mientras se bajaba con cuidado de la hamaca para no caerse o tumbar al tirador y una vez libre se estiró antes de mover la tela de su camisa buscando que algo de aire entrara. Sabía que era culpa de su celo, de otra manera el calor no le molestaría pues al ser un cocinero estar en lugares muy calientes no eran ningún problema. Buscó en sus bolsillos encontrando una pastilla dentro de una envoltura de papel, lo rompió y metió la pastilla en su boca tragándola con dificultad sin agua mientras salía del lugar.

Su mirada se paseó por la cubierta y se sintió un poco desilusionado de no encontrar al de cabello verde dormido en ella, pero al mismo tiempo era un alivio, porque no sabía que tan serio era realmente eso de ser compatibles. Dio unos pasos antes de notar la puerta del baño abierto, por curiosidad se acercó al escuchar la regadera abierta, creía que quizás a alguien se le olvidó cerrar la llave, pero se encontró entrecerrando los ojos intentando distinguir la silueta bajo el agua antes de encender la luz confirmando sus sospechas.


— ¿Marimo? – No obtuvo respuesta y se acercó un poco. — ¿Estás bien? ¿Necesitas que llame a Chopper? – Se detuvo al notar como el otro respiraba ruidosamente. Tragó saliva y comenzó a retroceder sin apartar su mirada del otro. Debía salir de ahí antes de que fuera demasiado tarde. Apartó la mirada por un segundo, quería mirar hacía atrás para saber cuanto le faltaba para llegar a la puerta, pero esos segundos fueron suficientes. Los brazos del moreno le rodearon con fuerza quitándole el aire, se quejó cuando fue empujado por el impulso de la rapidez con la que el otro se acercó. Su espalda chocó contra la madera de la pared a un lado de la puerta. Estaba listo para defenderse, patearlo hasta que estuviera satisfecho, pero se encontró confundido por el escalofrió que atravesaba su cuerpo mientras el húmedo pecho del espadachín se pegaba al suyo mojando su camisa. Suspiró y sintió sus fosas nasales arder al aspirar las feromonas del alfa.


Su cuerpo entero tembló al sentir la punta de la nariz de Zoro rozando su cuello, quería resistirse, pero al mismo tiempo quería ser tomado. Dejó sus manos abajo, se negaba a tocar al otro pues sabía que si lo hacía terminaría cediendo y quizás la poca coherencia que mantenía era por los supresores que tomó unos momentos antes. Se sujetó de sus propios pantalones arrugando la tela al tiempo que intentaba ignorar el calor que iba convirtiéndose en necesidad.


Era la primera vez en toda su vida que se sentía de esa manera, nunca en sus 19 años como alfa había deseado a nadie, ni siquiera tenía interés por algo que no fuera su meta de ser el mejor espadachín del mundo, pero en ese momento, en ese instante en su mente no había nada que no fuera una perversa imagen del rubio gimiendo su nombre. Paseó sus manos por la espalda del rubio gozando como se arqueaba y suspiraba, continuó su recorrido hasta que llegó a los glúteos del cocinero, no pidió permiso o esperó recibir alguna queja, hundió sus dedos en aquel trasero que disimuladamente miraba cuando luchaban, pegó su entrepierna al contrario notando como no era el único "sintiéndolo". Sus manos bajaron un poco más acariciando sus muslos antes de alzar sus piernas para meterse entre ellas y empujar jadeando cuando su entrepierna fue levemente presionada contra la del omega.


Comenzó a repartir besos por el cuello del rubio disfrutando el salado sabor de su sudor mientras las manos del rubio ahora se encontraban contra su pecho, empujando inútilmente a quien deseaba poseerlo, que necesitaba marcarlo. Zoro gruñó mientras una de sus manos abandonaba el muslo del cocinero y subía para sujetar con fuerza la muñeca del rubio alejando su mano de su pecho y así evitar que siguiera intentando alejarlo, se giró sobre sus talones sin soltar al rubio y se dejó caer de rodillas haciendo que Sanji terminara recostado en suelo quejándose por el golpe de su espalda contra la madera ahora del suelo.

Skande.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora