Los días rápidamente se convirtieron en semanas, las heridas habían sanado en Zoro y Sanji, al menos las físicas y aunque el de cabello verde aseguraba que no había problema con lo ocurrido era claro su cambio de comportamiento. La manera en la que evitaba lo mejor que podía estar cerca de Sanji, hablarle siquiera. Las peleas habían disminuido hasta casi ser nulas, cuando el de cabello verde era molestado simplemente discutía un poco ante de alegar que se aburría y se alejaba o se ponía a entrenar para evitar que se acercaran a él.
Estaba disgustado con Sanji, incluso se sentía un tanto herido, pero sobre todo estaba molesto consigo mismo por permitir que aquello le afectara, por dejar que perturbara su concentración. No llegaría a cumplir su meta de ser el mejor espadachín del mundo si no lograba superar aquella amarga experiencia. Creía que lo mejor era simplemente dejarlo pasar, ignorar aquel sentimiento de molestia y traición hasta que desapareciera, pero le era difícil. Nuevas islas, nuevas aventuras y nuevas peleas le distraían un poco de todo aquello. Una isla invernal era lo que necesitaba para entrenar su cuerpo y mente, esperaba sobre todo que Nami se recuperara lo más rápido posible. Cuando quiso darse cuenta ya había un nuevo miembro en la tripulación, un pequeño reno que parecía un mapache y que al parecer era el nuevo doctor del barco. Eso significaba una fiesta de bienvenida y mucho sake, podía beber lo que quisiera sin que alguien dijera algo, disfrutaría de la comida, bebería hasta hartarse antes de volver a su rutina de suprimir e ignorar lo que sentía y no podía ponerle nombre al ver al cocinero.
Al tener tanto alcohol en su sangre esa noche olvidó lo molesto que estaba y disfrutó con todos, incluso convivió con el cocinero sin reprocharle, al menos al inicio pues ya entrada la noche solo quedaban ellos dos despiertos; Zoro bebiendo y Sanji comenzando a limpiar el desastre que habían dejado todos.
— Creí que éramos nakama. – Aquellas palabras llenaron el vacío que estaba en la cubierta cuando todos se habían ido a dormir y solo quedaban ambos.
— ¿De que hablas? Lo somos. – Sabía perfectamente porque lo decía, pero prefería hacer como que no. Le sería imposible explicar porque odiaba tanto a los alfas sin dejarse en descubierto.
— Si lo fueras, confiarías en mí. – No se entendía a si mismo, quería pasar el resto de su vida sin dirigirle la palabra, pero al mismo tiempo la necesidad de una explicación le carcomía por completo.
— Claro que confío en ti, marimo. – Su muñeca fue tomada con fuerza por el moreno que le jaló obligándolo a agacharse inclinándose hacía adelante para encararlo al estar Zoro sentado. Sanji tuvo que usar su mano libre para sostenerse de la barandilla evitando caer sobre el espadachín, pero mantener aquella posición era difícil por lo cual terminó por caer apoyando sus rodillas a los costados del otro, así como llevando su mano de la barandilla al hombro de Zoro.
— Dices eso, pero demuestras lo contrario. – Reclamó bajo mientras dejaba su mano izquierda sobre la cadera del rubio.
— No sé de que diablos hablas. – No podía evitar tensarse al sentir la mano del otro sobre su cuerpo, quería confiar en él, pero seguía siendo un alfa, pero le había mostrado que no era como los demás alfas al no hacerle daño a Usopp.
— ¿Entonces porque estás tan asustado? – Cuestionó mientras alzaba la mirada para encontrarse con el rostro del rubio. No veía odio en sus expresiones, pero si incomodidad y miedo quizás. Soltó su muñeca para permitir que se levantara en el momento en que quisiera, lo menos que quería era ser odiado. Quería una explicación de su reacción de aquella tarde, de como peleó tan desesperado contra él.
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Skande.
FanfictionQuizá no todos los alfas eran malvados, quizá no todos los omega eran débiles. Todos los personajes pertenecen a Eiichiro Oda