Capítulo 1. (1/2)

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Título: Maestro. 1/2


Recuerdo que nací en el año 1992, ya hace muchísimo tiempo del día de hoy, no recuerdo qué día es exactamente, pero recuerdo que es septiembre del 2052, me gustaría hablar de mi ciudad natal la cual ya no existe, fue destruida el día que casi se extingue la humanidad, no recuerdo tampoco la fecha pero si recuerdo con detalle cómo pasó; el mundo vivía una época de falsa paz, muchos países mucha población, pocos recursos, entre los países ya no se declaraban la guerra, pues la Segunda Guerra Mundial, la cual culminó en el año de 1945 creo, dejó a todo el mundo con una mal sensación y reacción a los movimientos bélicos, lo de ese tiempo, era algo que algunos países súper desarrollados llamaban "intervención de ayuda", qué sin vergüenzas. Le llamaban así al hecho de enviar tropas militares a algún país, comúnmente pobre o subdesarrollado, que sufrió golpes de estado o desastres naturales con la "intención" de ayudar, bueno, así lo mostraban las noticias al resto del mundo, declarando como héroes a aquellos países por sus acciones humanitarias y sin fines de lucro, qué triste realidad para los habitantes tener que callarse cuando una potencia invade su país y enfrente de sus narices roba sus pocos recursos, qué causalidad que países que no tenían petróleo, actividad minera, reservas de agua dulce, bosques o selvas, actividad pesquera, lo que sea, si algún desastre sucediera o si una guerra civil se desatara ninguna potencia intervenía, qué inteligentes eran, no lo digo por decir, eso pasó justo en mi país natal que fue azotado por huracanes seguido de un terrible terremoto y un pequeño tsunami, y al mes que la ayuda humanitaria se presentara, nuestro gobierno había privatizado la extracción de petróleo y al sector pesquero, qué gran golpe en la cara a la población marginada, así de forma vulgar, nos azotaron seguido de bajarnos la ropa interior para violarnos de forma humillante.

Por allá del 2003 al 2005, mis padres que vivían de la pesca, se quedaron sin poder trabajar, tuvimos que vivir mendigando, los altos cargos jamás se preocuparán de las personas comunes, solo chupan y chupan los recursos y ni las sobras quedan para el ciudadano común, no tenía ni 15 años y ya le guardaba un rencor y odio al sistema político de mi país y al del mundo que nomás se preocupaba por el dinero, el asqueroso dinero, poder igual a dinero, jamás tuve ni un poco de dinero en mis manos y sabía que si algún día lo tenía no me dejaría corromper por su poder, yo siempre seguiría con mi vida, que a pesar de ser dura y vivir con lo justo, nunca tuve la necesidad de tener dinero para ser feliz. Cada día nos esforzábamos por sobrevivir y estar en familia era nuestra felicidad, pero en ocasiones, siempre había algo dentro de mí, que me hacía sentir extraño.

Desde pequeño sentía que oía voces dentro de mi cabeza, soñaba en ocasiones con un ser que trataba de comunicarse conmigo, pero no sabía bien lo que era y así cuando tenía contacto con gente llegaba a sentir lo que ellos sentían en muchas formas, si alguien estaba triste yo lo sentía y además sentía el motivo, de igual forma si alguien se encontraba feliz, enojado, fuera como fuera que se sintiera yo era capaz de asimilar su estado de ánimo, entenderlo y sentirme igual, después supe realmente que yo tenía un gran sentido de la empatía y eso afectó muchísimo mi forma de ser, sufría ataques de ira, de tristeza, enojo, depresión, ansiedad y no sabía nunca por qué razón. Cada vez que llegaba a pensar en el gobierno o algo que me hiciera enojar tenía que golpear algo, tenía ataques de ira incontrolables, y de esa forma, pasaba las horas de mis días golpeando árboles o palmeras, a escondidas, porque mis padres pensaban que estaba loco, en uno de esos momentos conocí a alguien que cambió mi vida.

Era un día como cualquiera, después de un día de suprimir mis emociones me encontraba golpeando árboles lejos de mi ciudad, adentrado y perdido entre la maleza, árboles pequeños y manglares, tenía un gran ataque de ira, ese día en la escuela, si, iba a la escuela a pesar de mi situación económica, bueno también fue parte del problema, unos niños se burlaban de mi por ser pobre y no tener dinero para comprarme una mochila, ya que llevaba mis libros y cuadernos en el cartón de una caja de cereal que mi madre encontró en buen estado, que con una cuerda y algo de pegamento utilizaba como mochila, al principio me sentía muy mal ya que mi situación en aquella época me hacía añorar tener cosas como los demás niños, pero después se me pasaba, creo que lo hacía por mostrar algo de interés y lograr tener amigos, algo que no funcionaba; al fin y al cabo no era importante en mi vida tener cosas materiales, pero ese día, los comentarios crueles de esos niños lograron tocar un punto que me hizo llorar:

—Llorón, eres un llorón. —Me decían a gritos.

—¡Pobre y llorón! ¡Deberías matarte!

Entre más cosas por el estilo, es inexplicable como de una profunda tristeza mi estado de ánimo cambió a una ira explosiva, que me hizo golpear a esos niños en la cara y ellos al tratar de defenderse empezaron a darme patadas para tratar de alejarme, pues había entrado en un estado donde no pensaba y no sentía el dolor de sus golpes.

—¡Es increíble! ¡¿Cómo un niño pudo hacer eso?!

Fue lo que llamó la atención de todos cuando una maestra observó como le rompí una pierna y les disloqué el brazo a dos niños más grandes que yo, pues recuerdo que tenía como 8 o 9 años en ese entonces.

"¡¿Cómo hiciste eso?! ¡¿Quién te enseñó a hacer eso?!"

Fueron las preguntas que los adultos me hacían constantemente con un rostro de miedo y sorpresa ante mi mirada pérdida y mi cara llena de moretones.

—Ya déjenlo en paz, yo vi como ellos como abusivos se burlaban de él, este niño solo trató de defenderse. —Fue el comentario de una niña que trató de defenderme.

Su rostro estaba preocupado, yo solo la vi y algo dentro de mí se calmó, nunca olvidé ese momento, pero esa es otra historia; me dejaron irme, pero con un citatorio para que mis padres fueran a hablar con el director respecto a mi acción, querían averiguar quién me enseñó a realizar esas maniobras de artes marciales y por qué un niño pequeño las pudo realizar sin problemas. Era curioso porque yo no sabía nada, no supe de donde saqué esa fuerza ni ese coraje, me confundí mucho, mi cabeza no dejaba de pensar en los gritos de dolor de esos niños, en lo que mucho que sufrieron, sentí su dolor y era mi culpa, ya no quería volver a hacerle algún daño a alguien, fue demasiado traumante esa experiencia a mi corta vida, así que para darme una especie de "castigo", fui hacia lo más alejado de la ciudad, me perdí entre los árboles, cerré los ojos y puse mi frente pegada a la corteza de una gran palma. Era tranquilizante sentir como mi mente se unía a la planta, juro que podía sentirla respirar y absorber nutrientes frescos desde sus raíces, eran muy extrañas las cosas que podía llegar a sentir, y más porque en ese entonces no sabía que las plantas absorbían nutrientes desde las raíces. Oculto y protegido en la penumbra de mis pensamientos una voz me asustó:

—Discúlpate.

Abrí los ojos enseguida, oí muy bien que alguien dijo esa palabra, pensé que alguien estaba observándome así que miraba por todos lados buscando el origen de ese sonido, eso fue increíblemente extraño para mí, oí clara y fuertemente como si alguien me lo hubiera susurrado al oído, lo ignoré y volví a poner mi frente con los ojos cerrado en el tronco de la palma, intentando tranquilizarme, pero otra vez de la nada y ahora en un volumen más fuerte:

— Discúlpate, concéntrate y hazlo de una vez.

No supe, pero sentí como mi cuerpo reaccionó por sí mismo, tomé con fuerza el tronco de la palma con mis manos mientras alejaba mi torso, abrí los ojos, levanté la mirada mientras le dije a la palma:

—Discúlpame por favor.

Para después estrellar mi frente en el tronco en forma seca y con fuerza, no me pasó nada, volví a realizar la acción, tomar el tronco con mis manos mientras alejaba mi torso y hacía para atrás la cabeza para estrellar mi frente en el tronco pero ahora en menor intensidad a la primera vez pero ahora la hacía de forma constante y repetitiva, golpe tras golpe, segundo a segundo, estaba concentrado pero muy relajado, en cuando inhalaba y exhalaba un golpe daba al ritmo de mi respiración, empecé a hacerlo más rápido y de la misma forma mis golpes aumentaban su frecuencia, no sabía ni por qué ni cómo pero ese fue el primer contacto que tuve, con un ser que hizo todo lo que soy en el presente, de cierta forma, la razón del por qué tuve que darme cuenta muy tarde de que estaba ignorando mi destino.

—Oye tú, espero te hayas disculpado con ese pobre ser vivo, o ¿qué te hizo para castigarlo de esa forma?

Paré en cuanto oí eso, ahora era más obvio que ya no era la voz en mi cabeza, provenía desde la distancia. Volteé hacia donde creí que vino la voz, era un hombre de aspecto vigoroso y algo desalineado, como un vagabundo que se ejercitaba, me miraba con algo de asombro.

Destino aztecaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora