EL DÍA CERO. PARTE 5/10
Creo que tenía en aquel entonces ya los veinte años y para mi Raúl era tan solo un niño, pero cada día me demostraba que no hay edad para la madurez, creo que seguía reflejando mi pasado en él, pero siempre me entristecía que siendo tan joven le haya tocado una vida realmente difícil, por todo lo que llegamos a pasar, lo consideré, mi hermano pequeño.
Cada día Raúl se impresionaba de mis habilidades para superar la ceguera, notó desde el principio que podía valerme por mí mismo, pero jamás le di señales de que no lo necesitaba ni nada por el estilo, le enseñé lo que sabía para que distrajera su mente del tormento que vivíamos, le enseñé a luchar y soportar el dolor, pero jamás intenté quebrantar su espíritu, yo tenía otra meta, debía hacer que Raúl sobreviviera a como diera lugar, pues notaba algo en él, algo similar a lo que veía en mi maestro, ver la cara de ese chico me dada esperanza, no literal pues no podía verlo, pero si sentir su presencia, era única y especial, no sabía que era realmente, pero deposité mis esperanzas y confianza en aquel chico, sabía que mientras estuviéramos juntos nada nos podría vencer.
De esa forma inició nuestra supervivencia, cada día era una difícil lucha por sobrevivir, había perdido algo de ánimos de querer crear un nuevo mundo cuando averigüé que muchas personas habían sobrevivido, muchísimas, ahora las ciudades estaban bajo tierra pero todas las organizaciones de sobrevivientes eran hostiles, ya no aceptaban más gente, incluso las perseguían para conseguir más comida, no sé con cuantas personas luchamos Raúl y yo en acto de defensa, pues los seres humanos restantes se habían vuelto cavernícolas descerebrados hambrientos. También huíamos de los constantes deslaves e inundaciones, de los antes mencionados grupos hostiles y de grupos de animales carnívoros que cazaban humanos, era difícil, pero para nosotros ya nada era un problema, no sabíamos con exactitud hacia donde ir pues no teníamos idea de que había pasado con el mundo, la única referencia que teníamos, el viento.
Cada cierto tiempo abríamos paso a la superficie, no mucho, pues en la superficie parecía que estaba impregnada de una capa de vapor, metano y azufre, el aire arriba era tóxico, era lo que Raúl me explicaba, pues él era quien a veces veía el exterior, que afuera no había luz parcial, solo se veía todo rojo o a veces negro, había mucho polvo y el aire era caliente, pero había aire que era lo importante, nuestra guía para movernos eran las corrientes de aire, pues de alguna manera el flujo de aire caliente se hacía más intenso cada cierto tiempo, por ello, recorríamos abriéndonos paso entre escombros, intentábamos encontrar un lugar para quedarnos y reabastecernos, así mismo vigilábamos las corrientes de aire y ya cuando el calor era demasiado intenso nos alejábamos, y repetíamos todo al parecer, eso hicimos tal vez por semanas o meses, no sabía qué pero sentía que huíamos de algo, algo grande y peligroso.
Cuando lográbamos avanzar bastante acabábamos hambrientos y cansados, primero comíamos, ya sea hongos o raíces que encontrábamos excavando o uno que otro animal que cazábamos, ya fueran ratones, ratas, mapaches, insectos, perros o gatos salvajes, o en casos extremos, lobos y jabalíes, en esas ocasiones la lucha sí que era difícil, no teníamos ningún arma más que piedras mal afiladas y varas de metal, en esos momento sí que extrañaba el machete que mi padre me había dado pues lo perdí cuando sucedió toda la catástrofe, pero en fin, era difícil pero la recompensa lo valía, nada como comer algo sólido después de días de solo tomar agua con sabor a tierra, el sabor a carne era satisfactorio y reconfortante, a diferencia de las plantas y los insectos, probar carne era una sensación diferente al tener días sin comer nada, una recompensa por un arduo esfuerzo, pelear y esforzarse tanto para alimentarte de tu enemigo era algo extraño pero revitalizante, creo que hasta con más ganas comías, en fin. Yo estaba en sí algo acostumbrado, pero Raúl, en lo que llevaba de vida no tenía por qué esforzarse tanto para poder llevar algo de comida a su boca, él de por sí ya era bastante maduro para su edad pero la primera vez que tuvo que matar a un ser vivo para poder alimentarse, fue algo duro, un gato fue su primer caza, sentí su tristeza pero bastantes días viviendo como si fuera la prehistoria no lo quebrantó, seguía pleno y motivado, eso fue vigorizante para mí en cierta manera, creo que algo del destino que estaba en mis manos él debía obtenerlo también.
Cada día cuando nos encontrábamos descansando dedicábamos ese tiempo en imaginar nuestro mundo perfecto, si sobreviviremos, si el mundo volvía a ser lo que era, contemplábamos lo que increíble que sería crear una nueva sociedad perfecta, aunque eso implicaría, sacrificar a gran parte de la población, eso, en palabras propias del mismo Raúl me confundió, tal vez nada de su espíritu se haya quebrantado pero su fe en la humanidad fue lo único que murió, algo que yo aún conservaba, el chico me preocupaba bastante por ese aspecto, no quería que su corazón se impregnara completamente de un odio tan enfermo a la sociedad humana, había confiado en la gente y esa misma gente lo abandonó, tenía motivos para sentirse de esa forma.
—Si algo aprendí, es que hay algo de bien en los aspectos malos de la vida y algo de malo en los buenos, en la vida hay un balance y si intervenimos en ese balance natural corrompemos el orden natural.
—Siempre me dices lo mismo cuando te digo que si tuviera el poder, acabaría con todos los seres humanos malos o que han hecho algo malo.
—Pues siempre que te digo eso no me respondes nada. —Así terminaban nuestras conversaciones sobre nuestra sociedad libre, económica y culturalmente rica, estudiada al más alto nivel, sin clases sociales ni poderosas, pero como que esta vez Raúl me iba a sorprender un poco más. —
Siempre agachaba su mirada cuando terminaban nuestras conversaciones, vuelvo a repetir, no podía verlo estaba ciego, pero era un sentimiento muy obvio y esta vez sentí como su determinación lo hizo moverse frente a mí para darme su respuesta en un tono de seguridad increíble.
—Bien, si el universo necesita que alguien sea el malo en la vida, seré yo, yo castigaré, cazaré y asesinaré a todo aquel que intente quebrantar mi mundo perfecto, limpiaré el mundo de los seres despreciables y si en mí tengo que cargar el peso de toda la maldad del universo, lo acepto, si eso significa que todos los demás puedan, puedan tener una vida tranquila y feliz, no dudaré en sacrificar mi vida en ello.
Me dejó sin palabras, me acerqué a él y lo golpeé sin medir mi fuerza.
—¡¿Qué te pasa?! —Lo gritó mientras sentí su amenazadora posición de ataque, levanté mis manos en señal de paz.—
—Perdóname, pero te lo merecías, por favor, acepto tu forma de pensar, pero estás muy joven como para pensar en cargar con eso.
Fueron como diez minutos de silencio incomodo, hasta que le volví a responder con toda sinceridad.
—Pero si yo no logro cambiar el destino del mundo a mi manera, seguiré y respetaré tu voluntad hasta el día de mi muerte, tienes mi palabra.
—Gracias, te juro que viviremos en un mundo mejor, cueste lo que nos cueste.
Desde ese día algo me preocupaba de Raúl a pesar de que ya no lo sentía presionado, notaba su potencial pero su falta de fe en la humanidad podría ser peligrosa, lo podría orillar a la autodestrucción; la humanidad ya casi se extinguió por su misma culpa, sobrevivió y da coraje que se fueran por el mismo camino para terminar con nuestra existencia por fin, pero yo perdono sus acciones y trato de seguir adelante, no tengo de otra, Raúl es mi esperanza y ya le demostré que puse toda mi esperanza en él, ya tengo contemplado que el destino me hará pagar duro por mis errores, no estoy equivocado al proteger a este chico, solo ocupa a alguien que lo guie y lo ayude a comprender un poco que necesitamos unos de otros en esta nueva etapa de la humanidad, esa es mi prioridad, no debo dejar a este chico sólo, odia a la humanidad pero por alguna razón confía en mí, le demostraré que hay otros caminos para recuperar la fe en la humanidad y lograr cumplir nuestros sueños.
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Destino azteca
Narrativa generaleDestino, cómo él se hizo llamar, cuenta la historia de su trágica, violenta y admirable vida. Sobrevivió una Tercera Guerra Mundial, sobrevivió a la casi extinción de la humanidad, participó en una Cuarta Guerra Mundial y creó un nuevo mundo, todo c...