Capítulo 1. (2/2)

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Título: Maestro. 2/2


—¡Sí! Si me disculpé con él —respondí.

—Pues deberías disculparte otra vez, ve lo que le hiciste. —Me respondió señalando al tronco.

Regresé la mirada al tronco para observar cómo había dejado una gran abolladura en él, solo reaccioné tocando mi frente con miedo, pero mi sorpresa fue más grande cuando no vi ningún rastro de sangre en mis dedos por más que busqué en toda mi frente, nada.

—Necesitaría ser más que ciego para no notar el potencial que hay en ti, es más, aunque fuera ciego sentiría ese gran aura que posees —dijo mientras se acercaba a mí, pero no tanto, guardaba distancia poco a poco para no incomodarme o ponerme nervioso.

—¿Qué es aura?

Me agradó que el hombre no se burlara al escuchar mi pregunta que reflejaba totalmente mi ignorancia o inocencia, solo sonrió mientras miró hacia el suelo, creo que pensando en cómo explicarme, volvió a dirigir su mirada hacia a mí para decirme:

—El aura es difícil de explicar, pero es algo que yace dentro de ti.

—¿Te refieres al alma?

—Algo así, pero no es lo mismo.

—¿Cómo se puede sentir el alma de las personas?

—Entrenando muy duro.

—Entrenar es como trabajar ¿verdad? Sé lo que es trabajar duro, mis padres no tienen trabajo y diario tenemos que trabajar duro para poder comer en el día.

Se mantuvo en silencio tras mi comentario inapropiado, como que le sorprendió que le dijera eso sin preguntar o no, no lo sé, parecía que estaba pensando que decirme, hasta que por fin volvió a decir algo:

—Volviendo al principio ¿Por qué estabas haciendo eso?

—No lo sé, solo lo hice —respondí y observé como su mirada cambió a una más seria.

—¿Puedo revisar tu frente? Quiero ver si te hiciste daño.

—Claro, pero parece que no me pasó nada, no me duele ni me salió sangre.

Lo dije tan indiferente a lo que en verdad significaba que el hombre volvió a sonreír, se acercó, puso su mano en mi cabeza mientras observaba mi frente y en un movimiento rápido solo noté como intentó poner su otra mano entre mis ojos seguido de salir repelidos ambos por una fuerza extraña y que no supe de donde salió, yacía en el suelo confundido, no supe que pasó en realidad, me levanté rápidamente mientras veía como él se encontraba de pie mirándome con mucha seriedad.

—No te asustes por lo que pasó, no pasa nada malo aquí, pero hay algo que me intriga, ¿no quieres que te enseñe lo que sé? Podría ayudarte a contener esos impulsos de ira que tienes frecuentemente.

—¡¿Cómo lo sabes?! —grité exageradamente sorprendido de por qué sabía que tenía esos impulsos.

—Sé cosas más allá de lo que puedes imaginar.

Creo que fue la impresión más grande de toda mi vida, o fue porque era solo un niño, vi como con sus manos creó fuego de la nada, me impactó increíblemente, me quedé sin palabras y con una expresión atónita.

—Hay muchas cosas que ignoramos en este mundo, llegué a ti porque sentí tu increíble poder ¿Quieres poder hacer esto? Si tu respuesta es sí, ahora soy tu maestro.

No le pude responder en el momento, hay que entender también que era un niño aún muy inocente, no tenía mucho contacto con la sociedad, cualquier truco de magia podría impactarme, pero eso fue algo que estaba muy por encima de todo lo que podría sorprenderme, quedé totalmente en shock, paralizado de cuerpo y mente, quería decirle que sí, pero mi boca no podía generar palabras.

—Sé que sí quieres, cálmate por favor, esto fue demasiado para ti. Perdona.

—¿Cómo lo hizo? —Fue lo único que se me ocurrió decir.

—Con mi aura pude hacerlo. ¿Cómo te llamas, hijo?

Recuerdo haberme calmado un poco y haberle dicho mi nombre el cual ya no recuerdo, solo recuerdo el suyo, ese día conocí a la persona que más aprecio, la que me ayudó bastante en mis momentos de confusión e ignorancia. Entrené con él, a escondidas, siempre en el mismo lugar, un terreno alejado de la ciudad oculto entre los árboles de palma y los manglares, al principio pensé que me pediría algo a cambio, pero nunca fue así y eso que se lo preguntaba frecuentemente, es como si él hubiera aparecido de la nada solo con el objetivo o misión de entrenarme; cada día, por tres horas, me enseñó artes marciales a un nivel complejo, una combinación de tae kwan do, jiujitsu, krav magá, kempo, kung fu y karate, combinada con artes occidentales como el boxeo y otros estilos.

Me fracturé dedos, un brazo y una pierna, creo que llegué a dislocarme cada articulación de mi cuerpo a excepción del cuello, era doloroso y muy difícil pero nunca me rendí, llegué a convertirme en un experto como él, pero ante todo, me enseñó a no usar ese conocimiento a diestra y siniestra, me enseñó la diferencia entre el bien y el mal, y algo mucho más difícil, encontrar lo malo de lo bueno y lo bueno de lo malo; no solo entrenó mi cuerpo, él me ayudó también a fortalecer mi espíritu y a despertar mi aura, una especie de fuerza que se obtiene al balancear el poder de tu mente, cuerpo y espíritu.

Cada sesión de entrenamiento era una oportunidad para aprender algo nuevo, me explicó muchas cosas que si les llegara a contar en este momento, prácticamente, su cabeza explotaría, o me tacharían de loco, tal vez con el paso de la historia les vaya explicando paso a paso, de lo más leve a lo más intrigante, pero si pudiera elegir el momento que siempre ronda en mi memoria, sería el último entrenamiento que tuve con él, el cual, si hubiera sabido que será el último, lo habría aprovechado al máximo.

Recuerdo que era un día de octubre del año 2011, ya había salido temprano de la escuela para ir a entrenar, estaba fastidiado, no fue un buen día, quería relajarme meditando, pero me sentía tan furioso, ese día fue el único en el que mi maestro al verme tan ansioso por desquitar mi ira decidió luchar contra mí personalmente, todo para bajar mi coraje; tras estar en el acto él me dijo algo que siempre estuvo en mi mente y que me impactó de igual forma como aquella primera vez que lo conocí.

—Me alegra haber entrenado, a aquel que tiene el destino del mundo en sus manos, ya estás listo, mi trabajo ha terminado. —Me lo dijo mientras nos intercambiábamos golpes de forma feroz.

—¡¿Qué?! ¡¿Destino del mundo?! ¿Yo? —Fue lo único que se me ocurrió preguntar en el calor del momento.

—Te falta mucho por comprender, pero exactamente eso que te falta lo debes aprender por ti mismo. —Dejé de atacarlo para tratar de entender lo que me estaba diciendo.

—Siempre me sentí raro, pero nunca quise darme el gozo de hacerme el especial. ¿Por qué yo?

—Miles de millones de millones de millones de millones de seres en el universo, no soy experto en matemáticas ya lo sabes, pero fue por así decirlo, "coincidencia", que en este lugar y en este mundo, un alma fuera elegida por una fuerza superior, eligieron exactamente a ti, al nacer te dotaron con un poder misterioso.

No tuve palabras, nunca me imaginé eso, y eso que entrenar con él había abierto mi mente mucho, no me sentía listo, sentía que debía rechazar eso, no sabía que debía hacer o decir. ¿Qué se supone que debía decir o hacer después de saber algo de esa magnitud? Tenía muchas dudas y después de varios años volvió ese sentimiento de confusión e inseguridad en mí, pero justo antes de que pudiera hacerle una pregunta más objetiva sobre lo que me dijo.

—Fue un total placer y gran honor intervenir en tu vida, encuentra tu camino y fija el destino del mundo con tu voluntad, espero poder volvernos a ver, hijo.

Y así sin más, desapareció frente a mis ojos. ¿Lo hizo a propósito? ¿Acaso fue una prueba? Solamente me dejó con muchas dudas y con un enorme vacío que poco a poco iba destruyendo mi mente y cuerpo mientras avanzaban los días, mucho más tarde comprendí sus palabras, pero ese día, el de su partida, me llevó directo al desastre, sin embargo, a mi maestro, Eduardo Castilla, a pesar de que lo odié al principio por lo que hizo siempre le deberé mucho más, ya que después de todo, uno de mis motivos para haber hecho lo que hice siempre fue honrar sus creencias y enseñanzas, que al principio solo me llevaron a un colapso de caos y sufrimiento, llegué a un momento donde pensé que ya nada podría empeorar.

Maldito destino, lo reté y me sorprendió.


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