Sus voces repetitivas y parecidas se confunden con los pensamientos de Claudia. Ella les da el vuelto y les agradece por su compra.
El cansancio y el hastío conforman una barrera contra la empatía que podría llegar a tener con ese último cliente que le cuenta su propia tragedia familiar, que lo ha llevado a vivir solo, y a sentirse infeliz.
Poco lugar queda para su propio pensamiento, para sus sueños que no parecen poder encontrar una vía de escape, prisioneros de un trabajo que la maldice, la somete. Dejándole apenas unas pequeñas gotas de ganas de vivir.
Paredes con humedad de mil formas la tientan a encontrar el mapa de la salida, pero el miedo del hambre y la pobreza la sientan de nuevo en su puesto de trabajo para recordarle que todavía no es la hora de salida, no es la hora de tener esperanza, y no es la hora de pensar en un mañana mejor.
Suena el reloj,es hora de levantarse, todo comienza otra vez....
Sus ojos no se abrieron,
por fin las cosas habían cambiado.
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Microrrelatos de Sombras y Marcas
Short StoryMicrorrelatos que surgen de dormir con la luz apagada.