Todavía ella recuerda.
Cuando cerró fuerte la puerta del taxi, y la estúpida esperanza la hizo darse vuelta para encontrar su mirada, pero no había nadie.
Las calles a su paso se llenaban de enojo y griterío, para desembocar en un silencio de muerte.
Griterío de su alma herida, inmortalizada en esos minutos, segundos, en exactamente esa hora.
A esa hora se le rompió el corazón.
Con rabia y decepción quiso volver a despertarlo, pero no funcionó.
Le prometió venganza, persistir, pero aún así no logró ni hacerlo temblar.
Lo armaba como un rompecabezas que no encajaba y se despedazaba aún más.
La amargura de transitar la soledad, la insoportable realidad de verse así todos los días la transformó en un ser oscuro.
No servía para amar.
Quería olvidar que alguna vez conoció el amor, y que al final no la habían elegido.
En su ADN no estaba soltar esa mano con la que se había comprometido de espíritu.
Tal vez era lealtad, incluso estupidez.
Había sido maldecida.Se acostó a dormir esa noche. Por fin después de tantos años su corazón en ruinas, ya de piedra contagió a su cuerpo inmovilizándola para siempre.
Nunca más despertó.
Yo todavía la recuerdo.
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Microrrelatos de Sombras y Marcas
Short StoryMicrorrelatos que surgen de dormir con la luz apagada.