Capítulo 5

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(El despertador suena)

No me cuesta nada levantarme tan pronto, siempre he sido madrugadora, mientras que unos detestan el sonido del despertador yo agradezco su sonido cada mañana. Soy bastante rutinaria, lo tengo todo dividido en horas, minutos, segundos, nada puede cambiar en ese tiempo, ningún contratiempo, todo igual.

Es domingo por la mañana y como en toda casa hoy es día de limpieza general.

Me levanto, me pongo un chándal que hay tirado en el suelo, bajo a la cocina donde está mi padre desayunando su café diario y leyendo el periódico, en un rato saldrá a correr, cojo y bebo leche del tetabrik, sé que a mi madre no le hace gracia que haga eso, mi padre me lo reprocha con la mirada, se levanta, se acerca a mí, me lo quita de entre las manos y pega un sorbo.

      - Cariño, que no nos pille nunca tu madre.

Me dedica una sonrisa y se va a la calle.

Me quedo mirando las escaleras, bueno allá voy, a limpiar..., abro la habitación de una patada, me siento una guerrera, soy la guerrera contra la suciedad. Abro la ventana para que entre la luz natural y se vaya ese olorcillo, un aire frío choca contra mi cara, se siente bien. Hay ropa sucia por toda la alfombra gris que ocupa mi habitación: el pijama, los calcetines, el vestido negro, zapatos, la bufanda, bragas y sujetadores, sí señor, mi madre está orgullosa de mi. Lo coloco todo ordenado por colores en el armario, no sé así es como encuentro mejor las cosas que me quiero poner. Cambio las sábanas por otras limpias y con olor a suavizante, por último limpio el polvo de los estantes, barro el suelo y lo friego tardará en secarse así que decido darme un baño.

Ya dentro de la bañera me tranquilizo, me quedo a solas con mi mente, se siente a gusto con el agua caliente cayendo en mi cuerpo desnudo. Me viene a la mente lo que dijo Carlos, Ema había tenido algo con Adri, él tenía algo con las dos, ¿desde cuándo?.

Carlos es el que toma ahora un papel principal en mi mente, él, algo en él me atrae, sus labios, su manera de mirarme, su vena del cuello, sus brazos apoyándose en mi sofá, su voz... no, para, él tiene veinte años más que yo, estará casado y con hijos.

Aarón, en él sí que me puedo fijar, joven, simpático, musculoso, guapo. Aarón, Aarón, Aarón, Carlos, Aarón, Carlos, Carlos, no para. Se acabó la ducha.

La toalla cubre mi cuerpo mientras me peino el pelo, me sienta bien el azul, dejo caer la toalla y contemplo en el espejo mi cuerpo, el cuerpo de una adolescente que se va convirtiendo en mujer: unos pechos ya formados, tampoco tan grandes, me gustan mis pechos, están bien, observo la curva de mi vientre, hipnotizante, me encanta, mi culo bien formado, por favor estoy buenísima.

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    - Eres preciosa

Me dice Adri. Estamos en su cama, por la ventana entra un poco de luz, lo suficiente para distinguir nuestros cuerpos y nuestra acelerada respiración.

Estoy encima de él, a orcajadas, me agarra la cintura, me acaricia la espalda, sus manos, sus putas manos, cualquier parte del cuerpo que me toca es especial, hace fuerza para que me agache, me tumbo en su pecho, escuchando los latidos de su corazón, me besa en la frente.

     -  Adri, te quiero.

Silencio.

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       - Ángela, ¿te encuentras bien?

      -¡EH, MAMÁ! Que estoy desnuda.

       -  Por favor, que la que te parió fui yo.

Estaré ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora