Prólogo

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Era muy joven cuando tuve mi primera experiencia, ella era ya una adulta y yo era un niño o al menos eso me decían. Aprendí mucho con ella, fue mi maestra en la sexualidad, algo que nunca hubiera aprendido si no hubiera sido por ella, no podía negar que era atractiva, estaba en una edad de exploración; incluso las jóvenes de mi edad me llamaban mucho la atención debido a que sus cuerpos comenzaba a sufrir cambios que apenas podía notar y me daba curiosidad por saber cómo se verían bajo esa ropa.

Mi primera vez fue algo que recuerdo como algo fugaz, sin ninguna emoción o amor de por medio.

Pero mi padre era tan conservador que no podía revelarle sobre esto, ya tenía demasiado castigos con lo estricto que era, apenas y había logrado que aceptara que deseaba ser diseñador de modas, una condición que impuso fue que nunca dejara de seguir con sus negocios.

Debería de haberme arrepentido de lo que hice. Era joven e inexperto, me comenzó a llamar mucho la atención sobre el sexo. El tiempo pasó, la experiencia con aquella mujer se olvidó por completo, mi mente se centraba tanto en cumplir mi mayor sueño que no me quise detener hasta conseguirlo.

Lo que nunca olvidé fueron las palabras que mi maestra me dijo la primera vez:

Los mayores tienen una gran experiencia en el amor, pero los jóvenes, son tan tímidos y fantasiosos, carentes de toda experiencia, que se vuelven muy apasionados. La mejor experiencia de todas, entre la juventud y la madurez. 

Date el gusto de esta fantasía.

Para mi maestra debió de ser una magnifica experiencia, nunca lo sabré porque jamás la vi de nuevo.

No creo que nunca se me hubiera pasado por la cabeza aquello, ni siquiera sentía atracción por las niñas más jóvenes que yo. 

Después ingresé a un internado en Inglaterra donde estaban divididos los chicos de las chicas.

Bueno o malo, es una experiencia que tuve que vivir. Los años en el internado me forjaron un poco el carácter.

En el verano conocí a mi futura esposa: Emilie Graham de Vanilly, era hermosa, elegante, divina, aún no sé que pudo llamar mi atención hacia ella, tal vez fue su rostro que era igual al de un ángel.  Recuerdo que entablamos conversación cuando nuestros padres se reunieron en un club donde ellos son miembros.

Durante mi tiempo en el internado, nos veíamos en secreto, en las noches de verano estudié su cuerpo. Fue uno de los mejores momentos que viví en aquella época al tomar entre mis brazos a tan hermosa criatura, aquella flor que era solo para mí, como lo prohibido se convierte en un adictivo manjar dulce siendo aún tan jóvenes. No era lo que me había enseñado mi maestra, era algo diferente con ella. 

Todo un placer haber sido el primero y el único.

Nunca pensé que podría empezar a sentir algo por ella, a quien ya era mía.

Una mujer me enseñó del sexo y otra me enseñó sobre el amor.

Ese ángel tocó mi corazón y me había cambiado por completo, no pensé que podría saber lo que es amar si no fuera por ella porque nadie en mi familia me enseñó sobre eso. Su amor  fue un hechizo mágico que me hizo borrar por completo mi actitud, tenía a un ángel que me llenaba de amor y nunca más volvería a tener en mis recuerdos del Gabriel Agreste que quería que mi padre fuera, mi vieja vida se borró por completo y comenzaba una nueva vida a su lado.

Si no hubiera sido por Emilie, nunca lo habría conseguido, el renacer como lo hice, un nuevo cambio, una metamorfosis como las mariposas.

Un verdadero cuento de hadas con un final feliz...

Pero mi cuento de hadas se derrumbó. 

Aún recuerdo aquel día en que la perdí para siempre. Tomaba entre mis manos la suya que alguna vez había sido tan cálida entre mis manos y ahora se estaba poniendo más fría a medida que su respiración se iba debilitando. El único que sonido que podía captar en aquella habitación de hospital era el de su respiración que se iba poniendo cada vez más bajo junto a aquella maquina infernal que contaba las palpitaciones de su corazón a cada segundo.

—Por favor, no me dejes— sollozaba.—¡No me dejes!

Había estado enferma por muchos años y ahora la enfermedad ya había acabado con su vida. Tuvimos una hermosa y perfecta vida juntos como marido y mujer, mi único amor, a quien siempre adoré y siempre voy a amar. La luz de mi vida y la madre de nuestro hijo, fruto del amor que nos teníamos, ahora Emilie se iba para siempre de mi lado.

Siempre fue todo para mí, la que complementaba mi vida, yo nunca podría haber sido más feliz con ella a mi lado. Mi actitud hacia ella era distinta porque ha sido quien ha logrado arrancar la máscara fría que siempre llevo para revelar una naturaleza llena de calidez, amor y pasión. Ahora ya no la tendría más, mi corazón se quedaría vacío sin ella y esa máscara que siempre he cargado se quedará congelada e incrustada para siempre en mi rostro, no habría otra mujer en mi vida que fuera capaz de hacer lo que ella hizo por mí, enseñarme a amar realmente.

—Sé feliz, Gabriel. Sigue amando.

Tanta fue mi tristeza que no pude soltarla, ni siquiera cuando escuché su último aliento de vida y su anillo ahora reposaba en mis manos. 

—No me dejes, por favor...No podré hacerlo... 

Belleza Parisina [Versión 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora