Cap 7

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El final de 3 vidas, siendo la primera

La pérdida, entre muchas cosas puede ser la pérdida de dinero, de gustos, de lo que sea la verdad, pero en mi caso me tocaba darle el siguiente significado.

"Pérdida de un ser amado"

Más que amado, mucho más de eso. Cuando pierdes algo, ya sea un objeto o lo que sea, sientes un vacío, uno que puedes llenar fácilmente comprando lo que perdiste otra vez. Pero cuando pierdes a una persona lo último que recuperas es eso dentro de ti, ese sentimiento de pérdida nunca se va, por más que pensemos que si, igual seguirás viendo el vaso medio vacío.

Matar en mi caso se trataba de algo particular, iba más allá del sentimientos de pérdida, más allá incluso de los poderes cósmicos que usan los dioses, uno que podría iniciar y acabar una guerra con tan solo una mirada. El amor era muy complejo, tanto como el rompecabezas más grande del mundo, o del laberinto más grande. El amor era un poder, tan grande y tan maligno, y eso era lo interesante del amor, sobre todo entre humanos.

Si amas odias, y del odio al amor hay un solo paso, por eso en los humanos el amor funciona tan fuerte como un relámpago, donde tú vuelas salvajemente entre los árboles intentando no salir herido. Pero...

No puedo seguir viendo esto, no puedo me niego, me niego a seguir viéndola morir, a verla agonizar día tras día, viendo cómo tiene que obligarse a sonreír.

No me cuesta nada, no necesito más nada, solo morir feliz, morir en paz. No soportaba de ninguna forma el seguir viendo sus ojos azules destrozados, tan pero tan heridos, ni una sutura, o un parche, podría acomodar ese corazón roto por los hospitales, clínicas, por todo lo que ha tenido que soportar por esta enfermedad.

Fui un egoísta, un egoísta repugnante que no merecía la piedad, la piedad era merecida por quién hacia el bien, y yo, solo fui un idiota.

No quererla matar, no querer ver cómo muere, ¿Por qué me es tan difícil asimilar eso? Es que no era cualquier cosa, ella era lo mejor que tenía en mi vida.

Fingir una sonrisa diaria era tormentoso, sobre todo para mi mente, que ya estaba agotada de tanto sufrimiento, de tanto dolor.

¿Y que hay de mi? ¿Qué pasa si quiero ser el ser más horrible que ha podido existir en el mundo?

No quería matarla, juro que nunca quise eso, pero... No puedo seguir viendola.. u escuchando sus arcadas de vómito, sus constantes desmayos, sus gritos de dolor en el hospital. El odio se apodera de mi, pero no cualquier odio, sino odio a Dios, al cielo por abandonarla, por descuidar a una criatura como ella de esa forma tan cruel.

Me siento en el piso, pensando lo patético que soy, lo estúpido que he sido por tantos años, creyendo que aunque he pecado por lo menos a las personas buenas si las iba a cuidar, que protegería lo más sagrado de un humano tan perfecto como ella. La realidad golpeaba mi cara de forma dolorosa, tanto que hasta mi alma gritó en furia.

Esperé muchos meses en donde cada día ella se veía más pálida y sin ánimos. Meses que deje pasar por años, pero que ya no olvidaría en lo poco que me quedé de vida.

Eran las 12 de la noche, el cielo se extendía en un rojo oscuro por la luna sangrienta. Todo estaba listo en ese momento, compré velas, sal, agua bendita.

Hice el procedimiento que era, o eso creo, (no hablaré mucho de eso ya que de solo recordar todo me calan de frío los huesos de miedo)Y meditando espere. Y no sabía si esto sería la típica comedia de Romeo y Julieta, o trascendía eso de alguna forma.

Justo frente a mi lo vi, el demonio que invoque se veía imponente, pero no para mi, porque.. ¿Qué clase de suegro sería si me dejó asustar por mi yerno?

Mi boca calló en shock sinceramente, mientras él me observaba con horror, una mirada de tristeza surco por su cara.

Me sentía mal, porque no se que era peor, si el padre intentando matar a su hija, o que la persona que le recomiendan sea su yerno.

Parecía un chiste de humor negro, en retrospectiva la vida era como uno de todas formas, toda esta maldita vida parecía un maldito mal chiste.

Mis ojos se sintieron pesados, sabía que el trato estaba hecho, la intención a pesar de que era el sería la misma. No podía odiarle, al final mi hija morirá sabiendo que alguien la ama.

Hablamos un buen rato cuando llegó, me contó sobre nuestros destinos en el mundo, el mío sonaba poco interesante, sería algo que ya esperaría, pero el de ella sería subir al reino de Dios. Lo escuche atento, y desarrolle dos nuevos sentimientos.

La tristeza no sabía si podría ganarle al odio, odio por el, por verla sufrir por años y aún así... Hacer nada, odio por saber que ella fue manipulada por el, para vivir siendo un egoísta...

Un egoísta como yo.

Luego la tristeza llegaba, escuchaba sus lamentos, su sueño más profundo, la fantasía más irreal que pueda imaginar, escuché su amor por ella. Creo que lo frase "el egoísmo nace de un corazón roto* nunca antes había tenido tanto sentido.

Al final mientras escuchaba la historia opté por odiarme, por odiar el hecho de que el destino me pusiera entre estos dos enamorados, odiar el hecho de que no podía odiarlo a el, ni tampoco culparlo cuando estaba haciendo exactamente lo mismo, odiarme por no haberla ayudado. El odio hacia mí me reconfortó, y me hizo ver que más allá de mi sufrimiento eterno, estará ella feliz danzando sobre nudes, brillando en la noche como estrella. El joven me miró una última vez, y salió, no sin antes dejar un sollozo en el viento.

Me acosté feliz esa noche, porque en cualquier momento podría ver cómo mi hija sale de su sufrimiento. No supe que pasó, ni como la mató, pero murió sin dolor, es todo lo que sé. Recuerdo que al día siguiente de que el trato se cumpliera sentí dos punzadas en mi corazón, fue un infarto.

Este sería el final de 3 vidas, siendo la primera la única que viviría, la única en hablar de la historia, y de seguir llorando hasta la eternidad.

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Un siglo esperándoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora