Cap 9

10 2 1
                                    

Cuando duele en el pecho literalmente

Como las épocas de guerra fueron largas no pude evitar pensar lo aburrido que sería el no vivir, el no ver todo lo que pasa, cada maravilla existente. Ver los campos llenos de soldados muertos llenando todo de rojo mientras el sol se escondía me parecía extrañamente maravilloso, y mientras todos descansaban yo estaba de pie, mientras todos dormían yo veía a la distancia, solo para contemplar una obra de arte, el arte de la muerte y la vida.

Para ese momento todo se me hacía confuso, me confundían los humanos, tanto como me intrigaban y me daban asco. Eran seres sencillamente repugnantes, tenía gustos extraños, vivían escondiendo su lado más oscuro, y absolutamente todos eran una maldita mierda. No creo que Dios los hiciera a su semejanza.

A veces me dejaba llevar por la idea de matarlos a todos, aunque Dios no lo permitiría, podría intentarlo. Ninguno merece respirar, por todo lo que hacen, por lastimarse entre ustedes, por menospreciar los buenos actos, por no apreciar los buenos momentos. Los humanos son altamente egoístas, tan egoístas que me enferma.

Era inevitable que llegara el invierno, mi presa ahora era más que una presa, era mi juguete personal. Cada que podía ella me besaba, su forma de besar me gustaba. Se me acercaba cada vez más, y aunque me gustaba verla desnuda tenía cosas que hacer, una vida que llevar, su aura me absorbe.

Aunque aún no le he hecho nada en particular, se acostaba desnuda en mi  cama, podía verla, tocarla suavemente, me masturbaba a su lado y con eso estaría tranquilo por ahora. La pequeña princesa enamorada es pequeña y delicada, con 6 años se siente aún la piel suave de porcelana que cada infante posee.

La niña era astuta, lograba escaparse de los guardias, evitar los pasillos concurridos, aprendió un mapa completo, ¿Y para qué? Para que un degenerado como yo pueda masturbarse mientras la ve desnuda.

Lo admito, soy un degenerado, no lo niego y tampoco me importa negarlo, no me interesa si lo soy.

Pobre chiquilla que cree que esto es amor, no sabrá hasta que se de cuenta de mi vil engañó, de cuando duele en el pecho literalmente.

Las noches de verano eran largas, se sentían realmente eternas, sobre todo cuando veía la luna, no dormía para nada. El rey no era el mejor, la verdad creo que como rey no servía en absoluto, todo se debía a mi, y mi gran capacidad de manipulación. Mientras en el reino las personas vivían un eterno genocidio, nosotros estábamos resguardados y tranquilos, y gracias a eso todo mejoró. Matar para que todos coman, comer para seguir matando.

El matar me hacía recordar las veces que me toque pensando en la pequeña princesa. Recuerdo que un día me siguió por un bosque cerca del castillo, tuve que lanzarle a los lobos para que un guardia la ayudará y se la llevará.

No la toleraba, creo que incluso la odio, la pequeña princesa es latosa, muy malcriada y rebelde, me gusta su cuerpo, y tolerarla por algo tan vago es razonable pero absurdo.

Entre otras cosas, aunque mi reloj de arena sigue avanzando no se donde esté mi víctima, tengo una leve sospecha sobre la hija del rey.

Me da tanta risa ver cómo los humanos se entrenan para la guerra, van en nombre de Dios, de que todo saldrá bien, y ellos son los primeros que al morir bajan al infierno. Nadie debería tener el poder nunca de quitar una vida, las personas que quitan vidas solo son demonios reencarnados, y si no lo son eso serán.

Las noches de Marzo fueron de mis noches favoritas, rondando el prostíbulo, buscando chica nuevas, sangre fresca para mi.

Ahora hablemos de sexo por un momento.

El sexo es de las cosas más peligrosas y rastreras, lo podías usar para manipular a una simple persona, o para mover a todo un mundo. Así es, ese era el verdadero poder del sexo, el sentir placer y demás son extras que posee. Para mi era fácil moverme de esta forma, sea hacerlo con hombres o mujeres, niños y niñas. El sexo abría puertas, desde las cosas más espectaculares del mundo, hasta el abismo más grande que puedas imaginar.

Veamos entonces el sexo como un arma, muy capaz de destruir y después regenerar, era como un nuevo inicio. Para mi solo se podía usar para destruir, para sentir placer y lograr un objetivo, no hay otra razón para que se pueda usar. En mis dotes de genialidad podía usarlo, con el logré un imperio, incluso si me cogí a la esposa del rey para eso, incluso si me cogí al rey para tener un ejército para mi solo. Pude lograr todo con el sexo, y me fue tan simple hasta el punto de recordarlo y sentirme tenso de placer.

La única cosa que perturbaba mi vida era la pequeña princesa, me acosaba de forma constante, quería saber todo de mi, donde estaba, y eso me estresaba. Venía de una pelea cuando volví a mi habitación, ahí estaba ella, dormida en mi cama desnuda y abrazando mi almohada. Me dio asco verla, no necesitaba tener a una niña encima de mi, menos cuando sólo la quería por placer, le tiré mi espada encima aún llena de sangre, se paró de pronto al sentir el golpe y como algo escurría lentamente de su espalda, me vio y entendió mi molestia. Cuando se paró no pude evitar darle una cachetada por lo estúpida que es, ella no dijo nada, se vistió y salió de mi habitación.

Cualquier niña malcriada con su poder pudo mandarme a ejecutar, incluso tortutarme eternamente, pero estaba enamorada, el destino estaba siendo un hijo de puta, pero me gustaba reírme con el, sobre la lamentable situación en la que estaba esa pequeña princesa, me sentía su amigo más cercano, porque me hacía disfrutar de su sufrimiento, de su delicado cuerpo torcerse de dolor abajo de mi, y de ver su cara llena de lágrimas, lágrimas que causaban una erección en mi, porque incluso si le hice eso, incluso si la lastimé igual me complacería, y eso me ponía a tope.

Un siglo esperándoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora