Cap 8

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El hijo de puta más grande que has visto tal vez seas tú mismo

3 De Enero de 1800

En mi tan larga inmortalidad, todo se me hacía predecible ya sean, acciones de personas, actitudes, ataques, etc. Sabía  cómo ganarlo todo, y eso era lo que me hacía el mejor, siendo uno de los demonios más poderosos tampoco era de esperarse menos de mi.

Tengo 20 años en este momento, y soy jefe de uno de los ejércitos más grandes de los reinos de la época.  El poder me convertía en algo que me encantaba. Si, era un sádico, pero uno deseado genuinamente, todas me deseaban, por los rumores que llegaban sobre mi, de como hacía cosas que las volvían locas. Era gracias a la eternidad que he vivido, y la experiencia me hacía el maestro, sobre todo con las menores.

Todas las noches me acercaba a un burdel muy oculto en la ciudad, donde hacían tráfico de niñas hermosas, fui uno de los primeros espectadores, no solo por ir, sino por crearlo.

Después de una pelea en el campo de batalla, luego de llenar mi hermoso cuerpo de sangre me dirigía al burdel. Me siento bien sabiendo que tengo fama, dinero, putas, amo esta maldita vida.

En esa época las chicas vírgenes estaban de moda, sobre todo si eran niñas lindas, chicas de diferentes atributos pero con el mismo objetivo de complacer. Mis chicas en el burdel eran muy lindas y suaves, si, eran todo lo que cualquier degenerado como yo querría. Llegó el momento, en donde mi víctima nació, y tendría que esperar para matarla, sonrió ante la idea de que su cuerpo se retuerce en mis manos.

Empezaba la guerra, y por más que quisiera quedarme, solo perderé todo lo que llevo, que si muero no me servirá, pero si vivo disfrutaré.

Cambiando de tema

La vida era sagrada, para muchas personas el vivir es como el sentir  algún gustó que tengan multiplicado por 40 millones, y cuando nos vamos seguiremos vivos en almas, tal vez para reencarnar, o para descansar y disfrutar de los gustos del cielo.

A mi no me importa en absoluto la vida, sinceramente creo que sí matará a todos estos humanos de una vez, tal vez la tierra se conserve para otra raza mejor. El sencillo hecho de ver la sangre, sentirla directamente en mi cara o probarla me excita, tanto que podría sentir que acabo.

Me encanta la sangre de las vírgenes que quedan en los pueblos que atacabamos. Todas  eran hermosas, con cara de inocencia y cuerpos delgados. No podía dejar de imaginar a todas tragándose mi pene, haciéndoles acabar por primera vez, dejándoles mi semen en sus bocas.

La sangre despertaba mis fantasias más profundas, mis miedos, y sobre todo, a mi. Me conocía como yo la conocía, y juro que podía masturbarme mientras la sangre caía del cielo y me llenada de ese rojo intenso.

La época es extraña, con vestidos y atuendos extraños. Los bailes eran muy populares, y recuerdo estar bailando con una chica, que al parecer se enamoró de mi.

No carecía de sentido ya que con mi cara perfecta podía encantarlas a todas con una simple sonrisa. Ella es una princesa, de un reino amigo al nuestro, no creo que a tus padres les guste que una princesita como tu vea a alguien tan mayor como yo. Me alegra saber que no me importa nada, y que nada impediría nada si quisiera.

Esa tarde recuerdo recostarme de un árbol, veía el cielo resplandecer al final de la colina, de lejos visualice a la pequeña princesa que también  observaba el sol, estaba lejos de mi, pero la sentí cerca, cerré los ojos por un momento, y ya así empecé a imaginar tantas cosas que podría hacerle. No sé cuando empecé a masturbarme, pero acabé, tan brusco que sentí un golpe dentro de mi, la vi, aún seguía viendo el sol ajena a mi amenaza acechante.

En la noche me acosté duro, y eso dolía.  Dolía como 1000 demonios planchandome el culo.

Al día siguiente sentí repulsión por aquella cosa. Desperté en mi lugar de descanso y vi una carta tirada en el piso, la recogí lleno de curiosidad, y cuando la leí creí que vomitaría. Era una carta, estaba escrita por ella, por la pequeña princesa.

Cuando te veo

"En mi esperanza estas día a día, cada vez que te vas me recuerdas que me siento vacía, sin ti esto que existe o existirá se extingue, dentro de mi ser te siento, con tu amor llenándome, con tus labios amandome. Ven a mi y seré tuya, tuya como esposa, y como eso que te cuidará para toda la eternidad"

Mis ojos estaban ya en lágrimas cuando deje de reír, no podía creer la estupidez que acabo de leer, espero que tener sexo sea lo único que necesite porque es lo único que quiero.

El amor es un sentimiento vacío, no creo que nadie ame de verdad, y yo sinceramente se que nunca amaré de verdad, no tengo necesidad de amar seres inferiores que yo.

Me siento en la silla observando a la princesa a la distancia, ella camina recogiendo flores para... No se ni para que coño quiere esas flores, parece que está muy en contra del oxígeno y el cuidado del planeta. Maldita bastarda.

Cartas me siguieron llegando, leí cada una y las contestaba, ya me parecía más que divertido leer esas cosas, era como el show de comedia jamás visto.

Con el tiempo llegue a una conclusión, todos los humanos son iguales y siempre pensaban en lo mismo:

"El hijo de puta más grande que has visto tal vez seas tú mismo"

Y esta vez los humanos tenía razón, yo era el hijo de puta más grande, y eso lo supe aprovechar, manipulando, llevando a la gente donde necesito, donde los veo y quiero que estén. Desde ese día entendí que me conocía mejor que nadie, y me desconocía como todos.

Y yo era todo en esta vida, menos todos, yo siempre sería yo, y la princesa que bailaba solo era una princesa que bailaba.

Un siglo esperándoteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora