"Subiré al Infierno" 2da temporada de "El Nuevo Charro Negro"

•18•

Adoraba comer pan.

Mientras me decidía por uno, no pude evitar recordar a mis padres.

A mi mamá pidiéndome que la ayudara con las pinzas para agarrar pan.

O a mi papá con su café en las mañanas y un pan a su lado.

Parpadeé un par de veces para limpiar las lágrimas que amenazaban con salir.

Llorar no iba a resolver nada.

Como pude, agarré una bandeja y unas pinzas para elegir mis favoritos.

No sabía si a Ian le gustaba el pan, pero tomé un par por si acaso.

Un poco tambaleante, me dirigí al mostrador.

Hasta que una de las muletas resbaló con el piso y me tropecé.

Creí que me caería junto con la bandeja con pan, pero...

Alguien me ayudó.

Y se trataba de...

X: Tenga "cuidao", señorita -dijo alegremente una mujer con trenzas y complexión robusta- No vaya "usté" a lastimarse más sus patitas.

______: No... Em... Gracias, señora -dije torpemente.

Aquello pareció ofenderla y entristecerla a partes iguales.

X: Es señorita -replicó- Señorita Demetria.

Me ayudó a colocar la bandeja en el mostrador y después se puso detrás de este.

Aquello me hizo darme cuenta de que trabajaba allí.

No pude evitar reír un poco al ver las ocurrencias que hacía o decía mientras guardaba el pan en bolsas de papel.

Bailaba y bromeaba con un estilo y acento jarocho tan peculiar que en seguida me cayó bien.

Y, a la vez, me recordaba a alguien muy vagamente.

______: Gracias y gracias de nuevo por su ayuda -agradecí después de pagar.

Demetria: Espera, niña -me detuvo antes de irme- ¿No te gustaría trabajar aquí?

Fruncí el ceño.

______: Eh, ¿por qué lo dice?

A modo de respuesta, me señaló un cartel que no reparé y en el que se leía "Se solicita empleado/a con urgencia".

Me quedé pensándolo por un momento.

Con esto de las muletas sería un poco complicado.

Pero quizás serviría para distraerme.

Finalmente, suspiré y sonreí tristemente.

______: Disculpe, pero en este momento no puedo aceptar.

Demetria: Bueno, otro día será -dijo sin perder su buen humor- Que tenga buen día, niña.

Comencé a caminar para irme sin dejar de verla.

______: Igualmente, señori...

De pronto, sentí como chocaba con alguien que me tumbó al suelo junto con mi bolsa de pan.

¡AUCH!

...

P. O. V Leo

¡Era ella, era ella!

Mi entusiasmo por encontrarla fue tan grande que me apresuré a entrar a la panadería para hablar con ella.

Más no conté con que terminaría chocando con ella y tirándola al piso.

El impacto no me afectó para nada.

Pero a ella sí.

Emitió un quejido de dolor por su pierna lastimada y miró con desilusión que los panes que llevaba también se habían caído.

Estaba seguro de que cuando volviera a verla le diría muchas cosas y la besaría sin parar.

Por lo que me sorprendió bastante que me quedara inmóvil, contemplándola.

La mujer que se parecía a mi Nana Dionisia se alarmó y se apresuró a ayudarla.

Eso me hizo reaccionar.

Me agaché a su altura y miré con preocupación sus piernas.

Leo: Perdóname -murmuré- No quise hacerte daño.

Ella no me había mirado hasta ese entonces.

Sus ojos no se apartaron de los míos por un buen rato.

El creer que me había reconocido y que no tardaría en llamarme por mi nombre para que nos abrazáramos me hizo sonreír radiantemente.

Pero su mirada se tornó furiosa al instante.

______: ¿Es que estás ciego o qué te pasa? -exclamó intentando levantarse.

Mi sonrisa se borró.

Por primera vez desde que me había vuelto el Charro Negro, no supe qué decir o hacer.

Con ayuda de la mujer, logró ponerse de pie.

Torpemente, junté los panes que se le habían caído y los metí de nuevo en la bolsa de papel.

Leo: Ten, aquí están -dije entregándosela.

Ella miró la bolsa con pena antes de mirarme a mí con enojo.

Me arrebató la bolsa y, con algo de dificultad, salió de la panadería.

Mi primer impulso fue correr tras de ella.

¿Por qué no me reconoció?

Tenía que decirle toda la verdad.

Desde que la conocí y me casé con ella hasta que la encontré y maté a su familia.

Estaba por salir corriendo para alcanzarla cuando sentí una mano en mi hombro.

X: ¿Se encuentra bien, joven? -me preguntaron dubitativamente.

Me giré.

No se trataba de la mujer que se parecía a mi Nana Dionisia.

Sino de una mujer joven que se parecía increíblemente a...

¿Nando?