Algunos dicen que el amor no muere.
Ese es un problema para Brian.
Él tampoco muere.
Roger y John, sí.
...
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🦇Esta historia la había ya subido en mi perfil, pero no me gustó cómo la estaba narrando, así que...
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♟John P.O.V. ♟
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Reculver, 2021
—¿Este es el forte romano?
—Sí, y esas de allá son las torres de la iglesia antigua, de donde saca el nombre — señaló Roger, tomando mi mano para guiarme más cerca del lugar —. Es lindo, ¿no? Ví que te gustaron esas fotos de los templos en Nîmes, pero no tengo ahora para llevarte a Francia. Prometo que cuando sea rico y famoso te llevaré a la misma Roma, amor, es una promesa.
Mi corazón saltó de alegría. No necesitaba que él me llevara por el mundo, con el simple hecho de tenerlo cerca me era suficiente, pero me causaba ilusión el que alguna vez compartiéramos experiencias como las que él describía. El que nos proyectáramos de esa forma me daba una seguridad indescriptible. Una paz imperturbable.
—Esto es perfecto, Rog —exclamé encantado, aferrándome a su brazo conforme entrábamos en la construcción antigua y echábamos un vistazo. La iglesia estaba incompleta, y las ruinas romanas eran aún más escasas, pero fue ahí donde nos detuvimos finalmente.
—Tú eres perfecto, y quería por eso que estuviésemos en un lugar bonito cuando te lo preguntara —empezó, algo inquieto conforme se apartaba de mi agarre para pararse frente a mí y tomarme de ambas manos.
Su sonrisa era radiante, tan clara como aquel blanco color de la camisa que decidió colocarse aquel fresco día de verano. El sol se estaba poniendo y las tonalidades anaranjadas y rosadas de la tarde provocan un contraste maravilloso contra su cabello, que bajo esa paleta de colores adquiría un brillo dorado. Sus ojos tenían un destello de alegría, y nerviosismo, esto último muy extraño de encontrar en aquel azul océano que tanto me cautivaba, y que en esta ocasión provocaba algo de zozobra. Pero de la buena, de esa que puede causarte solamente alguien en quien confías plena y llanamente. Tenía una idea de qué se trataba, dado lo que nos esperaba el siguiente año lectivo.
—¿Y bien? —insistí cuando suficiente tiempo pasó y él seguía contemplándome, en silencio.
—Bueno, me preguntaba, si me harías el hombre más feliz al aceptar ir conmigo al baile de graduación el año que viene. Es un poco temprano, yo sé, pero quiero entrar a clases con la certeza de que nadie podrá preguntártelo, porque irás conmigo —explicó algo avergonzado, la sombra arrebolada de un sonrojo adornando sus mejillas.
