Algunos dicen que el amor no muere.
Ese es un problema para Brian.
Él tampoco muere.
Roger y John, sí.
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🦇Esta historia la había ya subido en mi perfil, pero no me gustó cómo la estaba narrando, así que...
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Merdesburch, 1099 P.O.V. Voyeur
—John.
—Johann, de hecho, solo mi querida madre me dice John.
—Johann... es un gusto finalmente conocerlo, señor — saludó el rizado con una elegante y algo exagerada reverencia, besando la mano del joven, como se acostumbra al conocer a un noble como él, en cuya diestra reposa una ostentosa cantidad de anillos que delatan su importante rango.
Johann sonrió y apartó la mano apenas el otro se incorporó —. El gusto es mío realmente. He oído maravillas sobre sus obras, Herr Meyer. Agradecemos mucho que haya venido de visita a Merdesburch. Es una lástima que mis queridos Väter no hayan podido venir a recibirlo, como usted sabe se encuentran en Lechfeld.
—Bueno, la providencia me ha bendecido con este don, y es un placer para mí visitar todas las localidades y ducados. Es para mí un honor ser recibido por usted, y espero en otra ocasión poder conocer al Duque y su bella esposa — aseguró el pintor con total humildad. Era, al final, un obsequio del universo el poder haber sido recibido en la pintoresca ciudad por un joven tan apuesto como el hijo de los Deacon. Johann.
—En ese caso, Herr Meyer, le ruego, por favor, me acepte una invitación para tomar el té. Debió ser un viaje largo y ya le están preparando una habitación en la posada más lujosa del lugar. Permítame a mí apaciguar el hambre. Tan pronto nos encontramos de la hora de la cena y sin mis padres me temo que mucha comida del banquete se ha de desperdiciar —invitó el joven levantándose para dirigirse al comedor.
Brian, el pintor, lo siguió encantado a lo que sería para el menor una de las veladas más enriquecedoras de su hasta entonces monótona, y que definitivamente cambiaría la vida de ambos para siempre.
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