Algunos dicen que el amor no muere.
Ese es un problema para Brian.
Él tampoco muere.
Roger y John, sí.
...
🦇Vampire AU | Highschool AU | History AU
🦇Esta historia la había ya subido en mi perfil, pero no me gustó cómo la estaba narrando, así que...
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🦇Roger P.O.V.🦇
El olor a azufre me despierta, pero al abrir los ojos estoy en una fiesta, con alguien que no puedo identificar con claridad. A veces es John, a veces alguien más. A veces son más personas las que me rodean, y hablan en un idioma antiguo que juro que es griego, aunque las clases de la Srta. McGiven parecen no haber servido de nada porque los fragmentos que capto no logro comprender. Cinco años de primaria aprendiendo griego, de acuerdo con el estúpido syllabus del ministerio, y para nada. De entre todas las voces una resuena, pero más que voz es una risa joven y suelta, de una chica.
El olor a azufre se intensifica y siento que alguien coloca algo en mi frente, algo caliente.
Por fin puedo incorporarme, y lo hago de golpe.
—Buenos días, bello durmiente —saluda una chica de cabellos rubios que caen en cascada por sus hombros. No la había visto antes en mi vida, y es desconcertante puesto que al mirar abajo no estoy usando más que un par de calzoncillos que no son míos y unas medias de Pokemón. Me chequeo de reojo, no tengo nada de qué avergonzarme en mi humilde opinión.
—¿Cómo te sientes?
Reconozco su voz, porque es el mismo timbre que esa risa... ella era la que reía.
—¿Dónde estoy? —pregunto con cautela. Lo último que recuerdo es la fiesta pero... no recuerdo haber bebido tanto como para acabar en ropa interior en la casa de una hermosa chica y sin resaca. Es más, me siento de maravilla. No me ha pasado esto desde que salí del clóset y acepté (aunque renuentemente) que mis noches de farra con las del equipo de porristas era solo para ocultar mi ahora tan aclamada sexualidad.
Mi cuerpo lo sabe, así que es sencillamente imposible que haya pasado algo anoche (no es impotencia, solo que esto ya no es lo mío... ellas, me refiero,).
Eso no explica qué hago aquí y por qué no estoy en casa con John.
—Estás en la iglesia de St. Mildred, creí que no despertarías —ríe, y se acerca a mí con una toalla que emana un calor algo insoportable y la pone encima de mi piel, pero no quema. Solo me molesta un poco, y el olor a azufre se intensifica —. No te lo quites, es protocolo... para asegurar que no se te haya podrido todo por dentro con el cambio de estado. El que no vayas a usar tus órganos de ahora en adelante no implica que si llegan a partirte en dos deban verse negros y secos, ¿no crees? Ya hice tus uñas, por cierto.
Ok. Bien, tiene sentido. Me reviso las manos y se ven bonitas, bien cuidadas.
...
Espera, ¡¿qué?!
—No... no te entiendo. No te entiendo. Digo... ¿qué acabas de decir? —pregunto, poco elocuente, pero con los disparates que creí haber oído se me hace que no merece mi elocuencia tampoco.
—¡Oh! Cierto, demonios... perdóname, Rog, soy nueva en esto, me olvidé que no se supone que lo sepas — carcajea con una sonrisita apologética.
—¿Saber qué cosa exactamente? — pregunto, acompañado de un ligero siseo cuando me coloca otra de esas condenadas toallas a la altura del hígado.
