¿Pensamientos, lirios o jazmines?

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Ir en metro no es que sea su afición. Es decir, si, montaba en metro de vez en cuando, pero no le apasionaba. Se puso a jugar con el móvil a cualquier juego que tuviera, así hasta que se aburrió y se colocó los cascos. En los viajes largos siempre venía bien escuchar algo de música y el de cabello morado no podía ser una excepción. La música siempre fue una aliada de él cuando se sentía mal o tenía algún problema con su padre y se necesitaba relajar. Bueno, cada uno tiene sus gustos, ¿no es así?

Cerca de llegar a su parada, se levantó para ver la ventana a su lado. Los verdes pastos comenzaban a desaparecer dejándose ver piedras, rocas y tierra. Se veía alguna casa por ahí, otras rotas y también se podía ver el mar. No pudo evitar sonreír un poco. Todo eso le daba nostalgia. Por años que hayan pasado el puerto y el pequeño pueblo que lo acompañaba no había cambiado.

Una vez llegó a la estación de metro, bajó de manera calmada y se quitó los cascos, quitando la música con si. El olor salado del mar se colaba de forma traviesa por su nariz, permitiéndole disfrutar. Comparado con la ciudad todo se veía más antiguo, más viejo. Como si fuera un lugar sacado de libro. De ahí su mente le hizo pensar en algo que llamó su atención. ¿Así se había sentido Shuichi cuando llegó a su antiguo hogar? Lo más probable era que si.

Comenzó a caminar por aquellas calles del pueblo con una notable sonrisa. El pueblo seguía igual pero a la vez diferente. Había sitios que se veían nuevos. Nuevas tiendas, nuevos parques. Aún así se veía como si ningún cambio hubiera sucedido. Todavía estaba al lado del puerto. La pescadería estaba donde siempre y, ese hospital todavía se mantenía donde siempre. 

Pasó una mano por su cabello, recolocándolo un poco. No quería entretenerse mucho y menos pasar por ese hospital. Ahora mismo no tenía un sentido para hacerlo, y solo le vendrían recuerdos de felicidad y tristeza juntas. Lo sabía perfectamente, por ello mantuvo su distancia del edificio. En lugar de ello, entró a una floristería que estaba casi pegada.

Al entrar, sonó una campanilla indicando que alguien había pasado por la puerta. El lugar se veía lleno de flores. Margaritas, rosas, tulipanes... y la lista seguía, claro. Se dirigió a la dependienta mientras miraba todas las flores que había, buscando por su favorita.

— Buenas joven. ¿Hay algo que pueda hacer por usted? — La dependienta la sacó de su laguna. Era una señora mayor de unos posible sesenta años.

— Oh, estaba mirando las flores. Iba a comprar algunas. — El chico le sonrió mientras desviaba su atención a las flores y mirarla para así, parecer más educado.

— Claro, tómese su tiempo. — La dependienta sonrió de manera tranquila.

Asintió con la cabeza mientras miraba a la pequeña tienda en la que se encontraba, buscando alguna flor en particular. Tras unos pocos minutos, se dirigió a la dependienta.

— ¿Tiene pensamientos?

— ¿Pensamientos? — Kokichi asintió y la mujer se quedó pensando durante unos segundos. — Déjame revisar. 

Dicho eso, la mujer tras observar rápido por la zona principal de la tienda, fue a la parte de atrás, donde posiblemente tendría más flores. No tardó más de dos minutos para regresar.

— Lo lamento mucho joven, no me quedan pensamientos. — Se disculpó la dependienta.

— Oh, no no, no se preocupe. ¿Y jazmines? 

— Si, de esas tengo. De hecho, están a su derecha. — Sonrió.

— ¿Podría llevarme dos ramos?

— Por supuesto. — La mujer comenzó a envolver los jazmines en dos preciosos ramos. — ¿Tiene alguna muchacha o muchacho a quien quiera regalarle eso? 

Wᴇʟᴄᴏᴍᴇ ᴛᴏ ᴀ ɴᴇᴡ ʜᴏᴍᴇ! || SaiomaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora