Capítulo 3

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Narrador.

Habían pasado seis lunas desde que el Alfa había llevado a Nahia a su cueva, para ese momento ella ya sabía cómo era la vida de su captor.

Por las mañanas cazaba, después de eso se iba y volvía para la comida del medio día, se volvía a ir y regresaba por ultima vez en la noche apenas y se escondía el sol.

Nahia estudió bien cada tiempo, el tiempo más largo en donde la criatura desaparecía era después de la comida del medio día, ese era el momento indicado, el momento en el que él la dejaba por más horas.

En ese momento él estaba próximo a irse. En todo ese tiempo lo único que consiguió Nahia fue que su acompañante se enamorara más de ella, y no estudiar cómo creía.

Después de ella comer y él devorar la carne de un alce, él tenia que despedirse. Cuidar a la manada era su responsabilidad y una labor muy ardua.

Se acercó a ella y lamiendo su mejilla mientras ronroneaba se despidió de su ahora amada. Ella lo abrazó y sonrió en forma de satisfacción, su tiempo con la bestia se acabaría en un momento.

Después de una despedida dolorosa, cómo todas, él se fué. Ella observó y miró hasta que él se desapareciera entre el bosque y sus pasos y sonidos se perdieran de sus oídos.

Regresó al nido corriendo y puso los huesos en el nido tapándolos con la piel, estos simularían ser su cuerpo. Al terminar tomó un poco de comida guardándola en una bolsa de piel de oso que hizo.

Esperó un poco más y al imaginarse que la bestia estaba lejos salió corriendo de la cueva... Corrió tanto cómo sus piernas novatas le permitían. Después de correr por mucho tiempo se detuvo a respirar un poco, sabía que ya estaba un poco lejos, no sabía con exactitud, pero esa distancia serviría para esconderse del buen olfato del Alfa.

Después de un rato volvió a correr, su única motivación era su familia, la cual extrañaba con todo su corazón.

Después de correr casi toda la tarde y sin tanto descanso. Se detuvo a descansar en un árbol seco, tomó su bolsa y sacó unas fresas para comer un poco, sonrió, pero pensar que ya estaba fuera de los limites era un error, puesto que el enorme bosque le pertenecía a la misma bestia que la secuestró.

El bosque estaba rodeado por sus guerreros además, así que verla y olerla fue fácil, Nahia pensó estar sola, pero que grave equivocación.

Mientras tanto en la aldea de la manada se encontraba el Alfa muy feliz, haciendo sus deberes pensaba que al llegar a su cueva vería a su hermosa hembra.

Después de unas horas terminó el trabajo del día. A toda velocidad se fue a su cueva. Al entrar no percibió el aroma de Nahia, sólo había un rastro, cómo la estela que deja un aroma en un lugar, se apresuró y se adentró más a su cueva. No verla allí hizo crecer en su interior la peor agitación que jamás sintió, miró el nido, él sabía a la perfección lo que había allí. Quitó la piel y vió lo que ya sabía.

Atestado de ira destruyó todo lo que había en su cueva, salió de allí con la misma ira que le provocó la mujer que amaba.

Corrió a la roca del Alfa y estando allí trató de buscarla con la mirada, pero un rugido espantoso produjo su interior al no encontrarla.

Corrió a la roca del Alfa y estando allí trató de buscarla con la mirada, pero un rugido espantoso produjo su interior al no encontrarla

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