Narrador.
Pasaron algunas semanas y el vientre de Nahia crecía cada vez más, así cómo sus mareos, náuseas y vómitos, todos esos típicos malestares del embarazo.
Nahia ignoraba su condición, pues jamás había visto una mujer embarazada y menos sabía algo de maternidad.
Ella trataba de cuidarse ya que se sentía enferma. La relación con la criatura no era del todo buena, él se comportaba de una manera buena, por así decirlo, pero ¿Quién quisiera tener una relación con una bestia?
Después de haber cocinado la carne de diferente forma para la criatura, se dirigió al ahora renovado nido y se acostó allí, su cuerpo estaba débil y dolía. Tal vez a eso estaba condenada, a morir lentamente en manos del lobo que la retenía.
Al menos había aprendido a planear mejor las cosas, intentarlo de nuevo ya no era interesante, era arriesgado, intentarlo sólo para que la bestia la volviese a lastimar era ilógico. Ya estaba cómo él quería, atada de manos.
Ella empezó a sentir pena por las otras mujeres que estaban cómo ella. Días antes fue a la aldea de la manada, el lugar era algo humanizado, era habitable para humanos y no para animales cómo las criaturas, quienes habían viajado al segundo pueblo más cercano y secuestrado a esas mujeres.
Ella sabía que las demás corrían la misma suerte, algunas de ellas le contaron cómo fue, y realmente era igual a cómo la secuestró la bestia.
Al mismo tiempo se preguntaba cómo esas criaturas llegaron a ese pueblo. Estaba muy lejos y ellos no salían de su territorio.
Dejó de pensar al ver cómo la criatura entraba a la cueva y tomaba la carne que había preparado. Él se acercó y le tendió un gran pedazo de carne, ella lo vió y volteó su rostro, su enfermedad pedía la carne, pero ella no la aceptaría.
El alfa dejó la carne a un lado y la miró con todo el dolor y amor que él tenía.
Puso sus patas delanteras en el abultado vientre de ella y en chillidos de angustia le quería decir algo.
- ¿Qué tienes?
Preguntó ella posando sus manos en las patas de él.
No entendía lo que pasaba, él simplemente le apuntaba el vientre con su nariz.
Nahia se esforzó y pensó en la situación... los animales se acoplan, después de eso la hembra resguarda las crías en su vientre, pero ese no sería su caso, un animal no puede embarazar a una humana, sería imposible.
Bruscamente quitó las patas de él de su vientre y lo miró.
- No hay nada aquí adentro, así que no te ilusiones.
Dijo sin importancia, pero tratar de fingir desinterés con los chillidos de él era imposible.
- ¿Qué hago para qué ya no me molestes?
Preguntó fastidiada. El Alfa volvió a tomar el pedazo de carne y se lo tendió.
- Espero que con esto ya no me desquicies.
Dijo tomando el pedazo de carne para comerlo. Ella lo observó y vió que se removía feliz y satisfecho.
Al terminar de comer él la tomó, y con su lengua empezó a limpiar su cuerpo.
- ¡¡No hagas eso!! Para eso existe el agua.
Habló enojada, pero la verdad no lo estaba, le encantaba que la bestia hiciera eso, además calmaba el dolor de sus entrañas.
Al parecer el Alfa no saldría ya que se quedó con ella en el nido.
Aunque ella no lo aceptara, empezaba a desarrollar un sentimiento noble por la criatura, pero pensó: "Ojalá Ryder fuese de verdad, y me sacara de aquí"
Giró su rostro y vió a la criatura, él estaba muy concentrado escuchando algo... De un momento a otro a otro se acercó a su cuerpo y con sus enormes brazos la abrigó.
Nahia no entendía porque lo hacía, pero tampoco reprochó, ser cuidada y consentida por la criatura le gustaba. Sabía bien que con él de alguna manera estaría segura.
Pero enamorarse de una bestia era totalmente descabellado ¿Quién lo haría? Recordaba las palabras de la hermosa mujer de su sueño.
Sus promesas cada vez tenían menos posibilidades de ser cumplidas, pero eran sueños. También era absurdo cumplir promesas de sueños, aunque esos sueños se sentían extraños y tan reales, comparados con los normales.
Decidió dejar de pensar pues le provocaba dolor de cabeza y malestar en el estómago.
Dejando que la bestia la abrace y cuide, se durmió en sus brazos.
El Alfa la observaba dormir, tener en sus brazos lo que siempre anheló era lo que siempre quiso. No, ella era más, Nahia superaba sus expectativas.
Sabía que ella aún necesitaba adaptarse. Era lógico, acostumbrarse a su nueva vida eterna llevaría un poco de tiempo.
Aún no sabía con exactitud que era lo que había dentro de ella que lo llamaba, pero sentía y olía que era suyo, suyo y de su humana, lo hacía feliz tan sólo oír el palpitar de su corazón.
Aunque amara a su compañera, no podía dejar que ella lo lastimara, alimentarlo parecía ser un reto, él le pedía alimento, le pedía alimento ya que su madre no se lo brindaba. De alguna manera buscaba una forma de comunicarse con él.
¿Cómo no amarlo? De verdad esperaba conocerlo, y saber finalmente cómo era.
Ambos eran suyos. Los amaba, ellos también lo amarían, no imaginaba un lugar en donde no tuviese su amor. Sin duda sería tan espantoso cómo el castigo de la madre Luna.
No tenía que preocuparse por eso. La cosita que lo llamaba, lo amaba, y su hembra, estaba seguro que también.
Los sonidos que escuchó eran una noticia alertándolo, tenía que proteger a su familia del crudo invierno que se avecinaba, o si no ambos morirían, al menos podía estar tranquilo al recordar que había hecho el nido más caliente, suave y acogedor para su familia.

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El Primigenio.
VârcolaciRyder (El Primigenio) es un lobo maldito, transformado a partir de la mordida de un lobo prehistórico. Él, su manada y especie afrontan un castigo de la madre luna. Nahia es la única mujer que ha sobrevivido al castigo. Él, una bestia. Ella, es sól...