Mentiras En El Aire

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Me dormí a las 5 de la mañana, llorando sin parar. Lo único que quiero en este mundo es que Dylan despierte y que volvamos a ser felices, como antes. Eran las tres de la tarde cuando comencé a alistarme para ir al hospital. Laech me había llamado, pero decidí ignorarlo. Antes de salir, tomé un último toque de mi cigarrillo. En el Uber, las lágrimas me acompañaban mientras el tiempo pasaba. En una semana, se cumplirán dos meses desde el accidente de Dylan. Ya conozco a todos: enfermeros, doctores, asistentes...

—¿Ya comiste? —le pregunté a Meg cuando llegué.

—Aún no —respondió con los ojos hinchados de tanto llorar.

Le mostré la bolsa de McDonald's. —Traje comida.

Meg esbozó una pequeña sonrisa. —Te amo, Issy —dijo mientras tomaba la bolsa.

En el último mes, habíamos empezado a hablar más. Nos volvimos cercanas, al fin y al cabo, éramos hermanas. Teníamos que apoyarnos mutuamente.

—Issy, tengo que decirte algo —Meg se veía nerviosa, casi como si le pesara lo que iba a confesar.

—¿Qué pasa? —pregunté, sintiendo cómo el miedo se apoderaba de mí.

Meg jugueteaba con sus manos, incómoda. —Dylan me pidió que no te lo dijera, pero no puedo seguir mintiéndote.

Mis esperanzas se encendieron brevemente. Quizás me iba a decir que todo era una broma cruel, que Dylan estaba bien y que nada de esto era real. —Dime.

Meg respiró hondo. —Dylan te mintió... él no quería dejarte, Issy. Te ama.

Las palabras me golpearon como una tormenta inesperada. —¿Entonces por qué me dejó? —mi voz temblaba de incredulidad.

—Tu mamá lo obligó —suspiró Meg—. Lo amenazó, y él no quería decirte nada para protegerla. Decía que tu mamá no era mala, solo estaba... triste.

Todo cobró sentido. El día en que Dylan terminó conmigo, lo vi llorar, y no entendía por qué. Ahora lo entiendo, pero me siento aún peor.

—Traté muy mal a Dylan —comencé a llorar. No pude contenerme.

Meg y yo hablamos hasta las siete, cuando tuvo que irse. Me sentía vacía, pero al menos no estaba sola. O eso quería creer.

—¿Issy, ya comiste? —preguntó Matilde, una de las enfermeras.

—No, todavía no —murmuré.

—Déjame traerte algo de comida —dijo antes de salir de la habitación.

Me quedé acariciando el rostro de Dylan, esperando alguna señal, algún movimiento. Entonces, escuché una voz familiar detrás de mí.

—Qué hipócrita eres —dijo Melanie con veneno en sus palabras.

—No discutamos, te lo suplico —traté de calmarla. No quería más problemas.

Pero ella no se detuvo. Me empujó con fuerza. —Antes lo tratabas como una basura, ¿y ahora le lloras?

No respondí. Simplemente salí de la habitación, buscando evitar más confrontaciones. Matilde me vio con una mezcla de confusión y preocupación. —¿Todo bien, Issy?

—Sí, no es nada —mentí, tratando de mantenerme firme.

Me dirigí al estacionamiento. Encendí otro cigarrillo mientras las lágrimas volvían a caer. Me sentía tan sola. Eran las cinco de la mañana cuando me encontré inmersa en la lectura de un libro. La lectura era lo único que me mantenía a flote últimamente.

—Hola, cariño —me saludó la madre de Dylan cuando entró.

—Hola —respondí débilmente.

—Es hora de que te vayas a descansar, yo me quedaré con él —sonrió con ternura.

El Fuck Boy (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora