Capítulo 02 - Ojos que ven

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Aterricé en una plaza rodeada de altos edificios planeando ágilmente con Julieta en mis brazos, tan tiesa ella y preocupada por no mirarme a la cara todo lo que le fuera posible. Literalmente estaba apichonada entre mis garras, expectante de su destino.

Elegí ese lugar sobre cualquier otro para descender porque era un sitio mal iluminado y tenía uno de los árboles gomeros más grandes y frondosos que había en la ciudad, debajo del cual la oscuridad se intensificaba gracias al escudo natural que ofrecían sus anchas hojas. Necesitaba resguardarnos de las miradas más curiosas y sobre todo, de esas en particular que queríamos evitar...

Dejé a Julieta recuperar el equilibrio en el suelo y a fuerza de costumbre me alejé algunos pasos de ella, esperando que la distancia pudiera hacerla sentir menos amenazada por mi presencia. Si bien yo continué esforzándome por mantener la ilusión de mi disfraz humano tan pronto puse una pata en la superficie, sabía que Julieta tenía la habilidad de burlarla con gran facilidad (aunque, me daba cuenta, ella no tuviese la intención de hacerlo). Podría lograrlo incluso mientras yo me encontraba al amparo de las sombras del árbol. Que antes hubiera reconocido al depredador entre la oscuridad de las callejuelas me daba la pauta de ello.

Los seres humanos con los que me había cruzado durante el transcurso de mi vida no habían desarrollado esa habilidad de la manera en que Julieta lo había hecho, espontáneamente. En medio año ella y yo nos habíamos cruzado innumerables veces en la oficina y si bien no nos dedicamos mucha atención, de haberme descubierto con anterioridad yo lo hubiera notado de inmediato. ¿Cómo había sucedido aquello, así tan de repente? Ahora más curioso que preocupado, busqué sus ojos una vez más. Para mi sorpresa, Julieta también me miraba. Había todavía en su semblante un rastro de miedo.

-¿Qué sos?- me preguntó al fin. Estaba inmóvil en su lugar y aguardaba interesada una respuesta, pero por la tensión que percibía en su cuerpo me di cuenta que ella podría salir corriendo en cualquier momento. Su pregunta me supo amarga, pero entendí perfectamente su selección de palabras...

-Una quimera.- le expliqué con el tono más amistoso que pude articular, consciente de que no serviría darle un detalle demasiado adornado o evasivas. -Soy el resultado de todas mis decisiones.- agregué templando mi voz y traté de no abrumarla con mi mirada escrutante, evadí sus ojos y fingí distraerme con las hojas secas de los árboles que el frío viento nocturno hacía correr cerca de nuestros pies, con ese gesto tan apático que caracterizaba a mi disfraz humano.

-¿Por qué no me comiste cuando tuviste oportunidad?- me preguntó y su corazón comenzó a bombear con mayor rapidez. Aún vistiendo mi disfraz humano, mis sentidos eran más agudos que los de cualquier persona normal así que podía percibir cosas tan sutiles como el cambio del ritmo cardíaco, la respiración e incluso captar olores que para las narices humanas eran indetectables. Julieta volvía a tener miedo. Quise mirarla para transmitirle algo de seguridad tratando de suavizar mis facciones, pero ella volvió a abrir grande los ojos cuando lo hice y aparté mi rostro de inmediato, temiendo que hubiese visto mi cara real otra vez.

-Porque yo no como personas.- le respondí y guardé mi distancia y posición. Lo que menos quería era asustarla y que escapara de allí y se volviese a topar con un depredador de la noche.

-¿Entonces por qué me perseguiste con tanta urgencia?- por el tono inquieto de su voz me dio la impresión de que ella quiso preguntarme algo más, pero intuí que prefirió avanzar con la indagatoria de la manera más precavida posible. No me sorprendía.

-Porque notaste a la criatura arrugada que manejaba el cuerpo de esa persona que salía del ascensor.- cuando dije aquello, fue como si Julieta hubiese recordado el asunto entre todo ese temor y agitación que la embargaba y su rostro palideció. Fue como si recién se hubiera percatado de lo que estaba ocurriendo, como si cayera finalmente en la cuenta de que no podía ser un delirio. Se sentó en un banco de piedra que estaba a pocos pasos de nosotros y se hundió en sus cavilaciones, afectada. -El hecho de que pudieras ver a través de los disfraces tan de repente me preocupó. Y por eso te seguí.- ella me dedicó una corta mirada y volvió a sus pensamientos, nerviosa. Por respeto a sus abrumados sentimientos, guardé silencio.

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