Capítulo 07 - Palabras incómodas

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Cuando me anuncié tocando timbre, el mecanismo electrónico de apertura a distancia me permitió la entrada. Por alguna razón me pareció extraño que Julieta no bajara a abrirme.

Subí hasta su departamento pensando aquello en el ascensor, mientras una incómoda sensación comenzaba a despertar en mi estómago. Inquietud. Mi reflejo humano se veía tan desorientado como yo me sentía, quizás hasta preocupado. ¿Por qué?

Golpeé la puerta del departamento de Julieta tratando de recomponer mi estado de ánimo, me paré erguido y traté de recuperar la seguridad que me caracterizaba cuando no estaba disfrazado. Sin embargo, aquella incomodidad todavía me arañaba un poco allá en el fondo de mi ser.

-Hola.- Julieta abrió la puerta al poco tiempo. Su tono de voz estaba desprovisto de emoción alguna, ni siquiera me miró. Se movió para dejarme entrar pero yo me detuve un instante en leer su lenguaje corporal, estaba nerviosa y... ¿triste? Retuve ese pensamiento mientras la seguía hasta la sala principal y allí capté demasiado tarde un aroma extraño y peligroso que reconocí a la vez que escuchaba, a lo lejos, cómo alguien se levaba las manos en el cuarto de baño.

-Hola, Quimera.- Soledad llegaba hasta nosotros conduciéndose por el ambiente con una tranquilidad abrumadora, como si acaso no fuese la primera vez que estaba ahí. Me miró a través de unos ojos café que contenían un desafío devastador, supe que saboreaba sobremanera mi confusión.

-¿Qué estás haciendo acá?- se me escapó y no pude evitar que una pizca de mi voz real hiciera sonar severo el tono humano. En el aire quedó vibrando un retumbo, como si acaso un trueno hubiese rugido en la lejanía...

-Yo la llamé.- intervino de inmediato Julieta, que se ubicó en la cabecera de la mesa, agarrada al respaldo de la silla. Cuando la miré evadió mis ojos, otra vez.

Entonces Soledad había cumplido su promesa de no buscarla... pero Julieta la había llamado por voluntad propia. Aquella situación debía tenerla en éxtasis.

-Aprendí de vos a responder los llamados que nos hacen, ¿no estás orgulloso de mí?- inquirió viperina Soledad mientras ocupaba un asiento en la mesa y continuaba tomando un té. Recién en ese momento me di cuenta que había infusiones preparadas para todos nosotros, pero me fue imposible querer sentarme también.

Una chispa hizo ignición en mi interior.

-No creas que te estoy evitando.- dijo de pronto Julieta, tensa, con la mirada clavada en el humeante té que había servido para mí. -Pero estuve pensando en todo lo que me dijiste la última vez que estuvimos juntos... y viendo los resultados.- su voz dejó de sonarme extraña, había sentimientos palpables otra vez en ella y aunque tuve que prestar atención, supe que Julieta estaba segura de cada palabra que pronunciaba. -Entendí la parte de que no podías contarme todo vos a mí y que yo debía aprender por mi cuenta también, así que me pareció lo más natural y correcto empezar a conversar con Soledad.- hubo una breve pausa en la que me dio la impresión de que Julieta quiso mirarme, pero el gesto desapareció tan pronto reanudó su discurso: -Alejandro la pintaba seguido por algo, y me hablaba de ella seguido por una razón también. Después de todo lo que pasó, me di cuenta que ella no era un mero personaje de la imaginación de Ale.-

Suspiré lenta y tan silenciosamente como pude. Mi exhalación pasó desapercibida por Julieta pero no por Soledad, quien me dedicó una mirada de satisfacción.

-Entiendo.- dije simplemente. Sólo entonces Julieta me miró, asombrada. Hasta ese momento no me había dado cuenta de lo mucho que había extrañado que depositara sus almendrados ojos sobre mí. Sentí que me inspeccionaba con desesperación, como si temiera ¿que me fuera? Nunca me había mirado de esa manera, y eso que esta mañana me había dado un vistazo intenso también.

QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora