Capítulo 12 - El porqué

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La tormenta arreció. Y con ella nuestros rugidos.

El choque contra el acechador fue inevitable, luchamos en el suelo como bestias salvajes, entre chillidos, gruñidos y rugidos encolerizados. Sangre y pus viscosa volaban por doquier siempre que nuestras garras encontraban la carne ajena y aún así, en el frenesí de la batalla, ninguno de los dos reculaba. La fuerza que le había dado Nox a esa apestosa criatura la volvía temeraria e incansable. Usaba sus alas para arremeter en mi contra con mayor velocidad y había aprendido rápidamente a ayudarse con ellas para evadirme con agilidad. Supe que debía hacer todo lo posible por mantener el enfrentamiento en el suelo, porque con un ala quebrada yo no podría volar y eso le daba una ventaja táctica al esbirro.

La lluvia había laminado el cuerpo sarnoso de la aberración con una baba espesa que había hecho resbalar más de uno de mis golpes, así que tuve que limitarme a intentar cortarlo con mis garras o dientes... hubiera jurado que entre sus fauces de lamprea, a veces, cuando lograba asestarme un golpe o un arañazo, el monstruo sonreía con sorna demencial.

-¿Por qué te esforzás tanto?- preguntó desde lo alto Nox, que se mantenía a una distancia prudente de la batalla. Contemplaba todo desde la seguridad de la expectación.

-¿Y vos quién sos? ¡¿Por qué estás haciendo esto?!- estalló Julieta desde el otro extremo de aquella calle de tierra, que se hubiera convertido en un lodazal de no ser por las piedras y pasto con la cual estaba mezclada.

-Cuánta cultura te falta, pequeña...- suspiró la diosa, decepcionada, ignorando parcialmente el interrogatorio de la humana. -Casi que me hacés arrepentirme de estar haciendo todo esto... pero si tenés que saberlo, ¡soy la Noche!- le respondió y la miró con un gesto aterrador, abriendo bien grande sus ojos de estrellas, que se contaminaron de inmediato con una honda sombra que produjo en Julieta una oleada de terror que la paralizó.

Pude oler el miedo de Julieta y también el esbirro, el cual me ignoró y se voló hacia ella excitado por su temor. Fue la primera vez que presté atención a nuestro alrededor, nos encontrábamos en alguna parte de los caminos de la reserva natural de la costanera sur. Gracias a ello, pude saltar sobre un árbol y catapultarme entre Julieta y el monstruo, repeliendo su zambullida y aferrándolo para mantenerlo en el suelo. Logré someterlo, apenas, pues el miedo de Julieta parecía haberlo drogado y enloquecido.

-¡Corré!- le grité, mirándola con urgencia y entonces volví a verme en sus ojos... como una bestia oscura y vaporosa, con ojos de fuego y cuernos de diablo. ¿Cómo era posible que continuara percibiéndome como un demonio? Sólo me bastó ese momento debilidad para que el acechador me clavara las fauces en el hombro y tirara de mí con un tarascón poderoso, arrancándome hasta un pedazo de músculo. ¡¿Había perforado mis escamas con tanta facilidad?! -¡¡Que te vayas, dije!!- rugí otra vez, enfocándome en la batalla y haciendo todo lo posible por mantener en el suelo al descontrolado ser.

Julieta echó a correr, pero Nox le cerró el paso fácilmente.

-No, no, querida... vos te vas a quedar a mirar todo lo que pase.-

-N-Nox... como la diosa nocturna de antaño...- reflexionó ella, tratando de ahogar su miedo, y luego le escuché decir con una burla que, en otro momento, me hubiera hecho estallar de risa, -No sabía que los antiguos dioses son tan cobardes como para mandar a un diablillo a hacer su trabajo sucio por ellos.-

-¿Creés que sos digna de que yo misma te toque, hermosa? Por favor, una diosa no se ensucia las manos con...-

-¿Qué pasa, nos tenés miedo?- la desafió Julieta. Aquello me pareció maravilloso, porque con su valor había conseguido sacar de ese trance endiablado al acechador, pero por otro lado me alarmaba porque nunca era buena idea enfurecer a Nox. Brevemente atendí a esa situación, a Julieta enfrentando a una diosa. ¿Sería consciente de lo que estaba haciendo, ante quien se estaba rebelando? 

QuimeraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora