Capítulo 03 - Corazón que siente

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Julieta me pidió que la acompañara hasta la casa. Insistió en que fuéramos a pie. Al principio creí que era porque le había dado mucho vértigo volar, pero a las pocas cuadras me di cuenta de por qué había elegido andar por las calles: quería acostumbrarse a todo lo que rondaba por allí.

Tenía que reconocérselo, era muy valiente. Quizás un poco arrojada también, pero valiente al fin. Mientras caminábamos se había movido del lado de la vereda que lindaba con la calle hacia el que daba a los locales o edificios que íbamos pasando, ocupando un lugar cerca de mí. Intuí que lo había hecho para cubrirse de la mayoría de ojos que podrían mirarla desde las avenidas o las veredas de enfrente, me utilizaba como una especie de escudo contra las miradas menos deseadas y aquello me hizo tomar nota mental de su astucia. Se había percatado muy rápidamente que la mayoría de esbirros que pululaban en la noche evitaban mirar en mi dirección. Sonreí con satisfacción ante su ingenio, aunque ella nunca se dio cuenta de ello; oteaba con curiosidad todo lo que aquel mundo nuevo tenía para ofrecerle. En varias ocasiones me encontré memorizando sus expresiones cada vez que ella descubría a una criatura nueva entre la bruma o dentro de los disfraces humanos, tenía una muy inocente expresión de asombro manchada, por supuesto, por una gran cuota de miedo. Sus ojos almendrados eran muy expresivos...

Cuando llegamos a la intersección de dos avenidas tuve que romper el silencio.

-Necesito que me tomes del brazo y actúes como si te diera vergüenza, por favor no levantes la mirada hasta que hayamos cruzado la avenida.-

Por la manera en que Julieta inspiró después de escucharme supe que contenía la ansiedad de preguntarme por qué, pero de todas maneras accedió a mi petición y actuó con una convicción que me vi obligado a responder con el mismo nivel de interpretación. Ensayé mi mejor cara de satisfacción y galantería cuando Julieta envolvió mi brazo con los suyos y avancé entre el contingente de criaturas arrugadas que cruzaba la calle como si acaso ellas no existieran. Era una docena de seres oscuros que se descomponían soltando volutas de humo y polvo, grotescos y ferales, pero ninguno me inspiraba tanta inquietud como la bellísima mujer que caminaba entre ellos.

Por un breve momento de tiempo congelado, mientras cruzaba fingiendo haber conquistado el corazón de Julieta, sentí la mirada de esa mujer clavada en mi nuca. Se me erizaron hasta los cabellos de los brazos... luego el tiempo reanudó y ella y su séquito se perdieron por la calle que dejamos atrás.

-¿Qué fue eso?- me preguntó Julieta en la confidencia de nuestra actuación; yo deseé que no lo hubiese preguntado de esa manera.

-¿Los miraste?- quise saber, preocupado.

-No. Pero los sentí.- aquello me puso todavía más nervioso.

-¿Sólo a ellos?- tanteé.

Julieta no me respondió.

***

Caminamos tomados del brazo durante dos o tres cuadras más, hasta que doblamos una esquina y Julieta me soltó lentamente. El inesperado tacto de sus suaves dedos rozando mis escamas me estremeció pero me obligué a contener el espasmo involuntario, no quise que tuviese una impresión equivocada de mí; reconocer aquello me hizo sentir inseguro y avergonzado al mismo tiempo por lo que escapé de una breve mirada de ella con tanta urgencia como si acaso hubiese imaginado una indecencia. Si Julieta se dio cuenta de ello, no pude saberlo.

Anduvimos en silencio otro buen tramo hasta que ella se detuvo ante la fachada de un alto edificio, irradiaba modernidad y sofisticación en cada detalle de su estructura y por un momento me demoré admirando esa pieza de la arquitectura humana. El frente estaba resguardado por unas rejas refinadas de barrotes anchos y altos con detalles muy elegantes en las puntas, que terminaban igualmente afiladas como lanzas. Tenían algunos trazos en color dorado que combinaban muy bien. Los balcones que podía ver desde mi posición eran amplios y largos, con un fabuloso y sobrio cerramiento de vidrio y metal. Los muebles de descanso que pude ver repartidos aquí y allá se veían igualmente sofisticados y de un diseño vanguardista. Grandes macetas con plantas altas y de hojas anchas añadían un toque natural a esos balcones, que ciertamente combinaban muy bien. Toda la estructura de piedra del edificio era de un blanco bien cuidado que denotaba mantenimiento constante.

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