Trato hecho

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¿Quién diría que el cielo se tomaría muy enserio sus locas fantasías? No imaginó ni en una ni en mil vidas lo que le estaba pasando, pero todo esto era muy wattpad.

Carraspeo observando al de ojos carbón, lo había citado al siguiente día y obviamente en otra cafetería, suficiente con la vergüenza de ayer. Miró los papeles con detenimiento que se le habían cedido, era un contrato que no parecía del todo muy legal, pues no es un trabajo real fingir ser el prometido de alguien ¿Cierto? Y menos de alguien con mucho dinero, podría apostar que la cuenta de Obito tenía muchos ceros, pues ayer el azabache le comento a que se dedicaba, y no era ni más ni menos que el infeliz tenía una de las empresas de exportación pesquera y ganadera más grande de japón, treinta años tenía el maldito.

Claro que por un momento pensó que Obito era un traficante de órganos o de drogas, pero ¿Que más podría pensar? ¿Cinco mil dólares sólo por hacer un teatrico por unas horas? Eso tenía toda la pinta de mafioso, de los que rebanan dedos con cuchillos sino les pagas su dinero.

Debería dejar de ver novelas junto a su vecina Yoshino.

Firmó, y claro que leyó, tampoco era el típico estúpido que firmaba sin leer y al final debía hacer todo el Kamasutra con su jefe. Tampoco era tan idiota, debía reconocerse, tal vez obsequiarse un mérito propio.

—Después de esto no nos hablaremos nunca más —puntualizó.

El azabache asintió conforme con su desición.

—Bueno belleza, tú te pierdes de esta fantasía tropical —el sarcasmo brillaba en cada palabra. —Es para ti —le extendió una cajita.

Fruncio el ceño, ¿Los falsos prometidos se daban regalos?

—¿Que hay aquí?

El azabache sólo torció los ojos incitandole a abrir el contenido de la caja.

Sin más rodeos la abrió, encontrando un juego de anillos de oro que apostaría costaba más que su apartamento, llevó una de las sortijas, pues se suponían era un juego de dos, sorprendiéndose al notar que le quedaban a la medida.

—Mah Obito, debo reconocer que tienes buen gusto —sus ojos brillaron al tener tan de cerca la joya. —¿Cuando empezamos?

Obito se acomodó en la mesa, ajustando la corbata de su traje.

—Esta noche, necesito hacer ruido sobre que ya tengo a alguien — llevó sus manos a su barbilla. —Deberíamos ir por algo de ropa, el futuro esposo de Obito Uchiha no puede parecer un vagabundo.

—¡Oyee! — golpeó el hombro del azabache de forma amistosa. —Creo que pediré el divorcio.

Obito rio de manera imperceptible.

—¿Ni estamos casados y ya te quieres separar de mi? — bromeó.

Torció sus ojos, ni siquiera su hijo de siete años era tan infantil.

Debería probar los amarres esos de tik tok, haber si pescaba un millonario y no a un desvergonzado.

Se sentía estresado, Obito lo había llevado casi a diez tiendas y en todas lo había obligado a comprar algo, tampoco quería abusar de Obito.

—Obito, espera — jadeó cansado. —Llevame a casa, necesito descansar

Su boca formó un mohín.

—De acuerdo.

Ambos caminaron en silencio hasta el auto, se sentían extraños y era normal, aún eran dos desconocidos que iban a fingir un matrimonio, sin siquiera saber que repercusiones podrían traer, para mal o para bien.

Naruto al cuidado de Kakashi |Obikaka|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora