IV

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JungKook, puso los ojos en blanco cuando YoonGi volvió tropezar nuevamente. El chico era un completo desastre a pie. No habían caminado más que unos pocos metros, cuando éste se había estrellado contra un cubo de basura, dejando un rastro de la misma a su paso.

Dos cubos de basura, un árbol y una anciana paseando a su perro, y JungKook, se preguntaba por qué había traído al hombre con él, en lugar de dejarlo en el apartamento para el equipo de limpieza. Ni siquiera habían llegado a la siguiente calle. El asesino estaba acostumbrado a moverse rápida y silenciosamente. Utilizaba el sigilo, la astucia y las habilidades de su profesión para desempeñar sus funciones. No se iba escondiendo detrás de los árboles. Infiernos, no lo hacía a menos que quisiera que alguien pensara que era tonto. JungKook, estaba empezando a preguntarse eso mismo del chico.

—YoonGi — le espetó en voz baja mientras se daba la vuelta para mirarlo. — Levanta los pies y mira por dónde vas.

—Estoy intentándolo. —YoonGi buscó en su bolsillo y sacó sus llaves, volviéndose hacia ellos y apuntando hacia la calle de abajo — No entiendo por qué estamos caminando. ¿No sería más fácil coger mi coche?

—Tomaremos el metro.

La cara del joven hombre era de un blanco pálido cuando se giró de nuevo para mirar a JungKook. Comenzó a negar poco a poco, sosteniendo su bolsa.

—No, no, no puedo coger el metro. Hay tantas... muchas personas y...

— YoonGi, tomaremos el metro. —El asesino extendió su brazo y trató de tomarlo de la mano, pero el chico dio un paso atrás con más rapidez de la que JungKook habría creído posible si no lo hubiera visto con sus propios ojos.

— ¡YoonGi!

—Realmente deberíamos coger mi coche. Incluso tiene el depósito lleno de gasolina. Siempre me aseguro de tenerlo lleno. — YoonGi se dio la vuelta y echó a andar hacia su coche. — Realmente nunca debes dejar que el depósito de gasolina baje de un cuarto, ya sabes. Es malo para el motor.

JungKook inclinó la cabeza hacia un lado mientras trataba de entender de qué planeta era el pequeño hombre. Desde luego, no había nacido en la tierra. Bueno, incluso si lo hubiera hecho, JungKook, puso en duda que los pies del tipo jamás tocaran el suelo. Su cabeza estaba demasiado alta en las nubes.

¿Tal vez su comportamiento se debía a la falta de oxígeno en su cerebro?

La peligrosa realidad de los movimientos de YoonGi, pronto se filtraron a través del confundido cerebro de JungKook. Vio con horror como éste extendía su brazo y apuntaba con un pequeño dispositivo negro al coche a unos seis metros. JungKook dejó caer el trasportín con la gata y corrió tras el chico, sabiendo de alguna manera que nunca alcanzaría al hombre con el tiempo suficiente, cuando oyó el clic distintivo del botón y a continuación, a YoonGi, murmurar algo acerca de que la electrónica no funcionaba cuando debía hacerlo. La ráfaga de llamas de la explosión del coche alcanzó al hombre al mismo tiempo que lo hacía JungKook.

Éste agarró a YoonGi por la cintura y lo tiró al duro asfalto. Oyó el gruñido del chico cuando todo su peso se desparramaba encima de él. Las llamaradas fueron intensas y lamieron la piel de JungKook. La explosión había sido tan fuerte que el ruido hizo que los tímpanos del asesino palpitaran. Se dio cuenta del dolor en su espalda, que estaba cubierta de los cristales del parabrisas. No lo sorprendería descubrir que había sufrido algunas quemaduras. Miró al pequeño hombre atrapado bajo él. Además del susto en la cara de YoonGi, parecía ileso. JungKook pasó la mano por un lado del pálido rostro.

—¿Estás bien? ¿Te duele alguna parte?

—Mi coche explotó —susurró YoonGi. Levantó el mando a distancia de su coche y se lo mostró a JungKook. — Sólo trataba de abrir la puerta. No tenía la intención de hacerlo estallar.

El Maullido del GatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora