VII

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YoonGi podía oír a los otros gatos maullando fuera de su edificio. Sabía que, si miraba por la ventana, vería a muchos de ellos fuera. Parecía que se habían congregado para él, ahora que había cambiado. Había tenido siempre afinidad con los gatos, pero notó en el viaje a casa, que parecían haber aumentado. Cada vez que se daba la vuelta, otro gato bloqueaba su ruta. No eran más que gatos ordinarios al igual que él cuando cambiaba, pero aun así era un poco espeluznante. Trató de ignorar el ruido mientras terminaba de limpiar el desorden que había quedado atrás.

JungKook podía haber llamado al equipo de limpieza, pero en realidad no sabían nada de limpieza. Su apartamento era un desastre. Su único consuelo era la falta de cuerpos en el suelo. Ni siquiera había sangre, sólo algunos muebles rotos.

Un desastre.

Se había sorprendido de que el caos de la explosión también hubiera desaparecido. El equipo de limpieza trabajó rápido. No había ni rastro de todo lo que había volado a excepción de un poco de asfalto calcinado. Por supuesto, el coche se había perdido, o lo que quedaba no servía. Supuso que en realidad no importaba. Moriría muy pronto así que tener un coche, realmente no importa. Sabía que sólo sería una cuestión de tiempo antes de que los otros vinieran a por él y quería estar preparado. Eliminó la mayor cantidad de desorden que pudo. Se negaba a dejar un lío detrás antes de ir a limpiar otro. Tampoco quería que la gente que viniese a su casa pensara que era perezoso. Su madre habría tenido un ataque.

Cuando terminó, YoonGi reunió la información sobre los datos bancarios de sus cuentas, y su agenda personal. La gente tendría que ser informada de que había muerto, para que cerraran sus asuntos, y todo eso. Lo colocó todo en una pequeña caja de cartón y lo puso en el centro de la mesa del comedor, con una nota para que dejaran a Precious en el piso de la señora Turner. Alguien debería encontrarla ahí. Lo último que hizo fue darse una ducha, y ponerse unos pantalones vaqueros limpios y una sencilla camiseta de algodón. Aún se negaba a que lo encontraran muerto estando sucio.

Un hombre tenía normas, después de todo.

Cogió una manta y se subió a su sillón junto a la ventana, y estableció a Precious en su regazo. Se envolvió en la manta, y se puso a mirar por la ventana. Miraba muchas veces por ella. A veces, ver a la gente caminar por la calle de abajo era mejor que ver la televisión. La gente parecía tener prisa, siempre corriendo. Muy pocos se detenían a tomarse un momento y disfrutar del mundo que los rodeaba.

Simplemente no lo entendía.

Había muchas cosas hermosas en el mundo para disfrutar, como el amor y las flores, los pájaros y los colores, y JungKook. Éste, era realmente hermoso. YonGi pensó que podría mirar al hombre durante todo el día y nunca se cansaría de hacerlo. Sólo deseaba haberlo conocido antes y haber tenido más tiempo para disfrutar de él. De pronto se puso tenso. Podía olerlos llegar. Miró por la ventana y observó que todos los gatos se habían ido. Aunque su gata todavía estaba en sus brazos.

—Ya está, Precious —susurró YoonGi, mientras abrazaba a la gata contra su pecho por un momento.

Entonces, se levantó y cruzó la habitación para ponerla en su trasportín. No quería que estuviera en el camino cuando los golpes empezaran. No quería que la dañaran. YoonGi, colocó el trasportín con la gata en su interior junto con su bolsa en un rincón de la habitación junto a su armario. Cuando volvió la cara hacia la habitación, se retorcía las manos, nerviosísimo. El apartamento estaba limpio y ordenado, como su madre lo había tenido. YoonGi sólo podía esperar que se mantuviera de esa manera. Tenía la sensación de que la próxima confrontación iba a ser un poco incómoda. Volvió a sentarse en el sillón, solo que ahora miraba a la puerta. Dobló la manta cuidadosamente en un pequeño cuadrado y la colocó en la parte posterior de la silla, acariciando nerviosamente la tela.

El Maullido del GatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora