CAPITULO XV

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Aquella tarde, mientras lavaban los utensilios que fueron utilizados hacía poco para la comida, Martina no paraba de lanzar miradas en dirección a Daviana, quien se encontraba a su lado ayudándole con la labor. La mente de la morena era un completo lio, conflictuando entre si debería dejar salir aquello que tenía en mente o seguía guardando silencio, tal como había estado haciendo.

Lo que menos le gustaba era entrometerse en los asuntos de otros, sin embargo, en aquel punto la curiosidad ya empezaba a matarle.

—No pensaba tocar el tema, pero no puedo soportarlo más —dijo al fin, logrando que Daviana desviara su mirada a ella, esperando lo que diría—. Estas últimas noches has tenido pesadillas, como de costumbre, a diferencia de que en un momento empiezas a calmarte y susurrar cierto nombre en particular.

Los ojos de la pelirroja se ensancharon y sus mejillas ardieron al revelarse que su amiga había notado lo que le había estaba sucediendo.

Era cierto, desde que regresó a su aposento las pesadillas nuevamente habían regresado, aun con más fuerzas que antes, sin embargo, en medio de estas un acontecimiento se siguió repitiendo: la llegada de Gustaf, dándole su merecido a quienes querían lastimarle y envolviéndola fuertemente en sus brazos mientras le protegía y reconfortaba.

El nombre de su Laird se había convertido en su primera palabra del día y su persona en el último pensamiento del mismo.

Desde aquel momento en que lo vio en la cocina, sus ojos azules destelleando al mirarle, sus sentimientos se habían desatado por completo, haciendo que sus pensamientos racionales se esfumasen de su mente, dando paso a los que soñaban con poder tenerlo todo.

Las secciones de entrenamiento tampoco ayudaron mucho a calmar aquel caos desatado en su mente y corazón, pues el highlander siempre se mostraba tan amable con ella, dedicándole aquella hermosa sonrisa que ciertamente solo le había visto dirigir en su dirección, aumentando aún más sus añoranzas.

A pesar de todo ello y de la cercanía que compartían en aquellos momentos de soledad, él se había mantenido sin dar ningún paso que pudiese delatar que aquello que ella había empezado a avistar, fuera cierto.

Al notar su silencio, sus mejillas rosáceas y el desvío en su mirada, Martina supo la respuesta que su amiga deseaba resguardar.

—Al fin te has dado cuenta que ese hombre daría todo por ti —dijo, emocionada—. Cuánto he rogado a los dioses por la llegada de este momento —continúa y momentáneamente la vergüenza en Daviana desapareció, pues el comentario de la morena le causó bastante gracia.

—No diría eso —confesó al fin la joven, permitiendo compartir sus dudas con su amiga—. En ocasiones he creído que es así, pero en otras definitivamente no.

Martina bufa, sin poder creer que la pelirroja aun tenga dudas.

—Es demasiado evidente para que aun sigas dudando —declaró al escucharle—. El hombre ha rechazado a cuanta mujer se le ha ofrecido —dijo, muy segura de ello pues había escuchado en varias ocasiones a las criadas hablar quejarse de su rechazo—, pero solo ha de escuchar tu nombre para salir disparado en tu busca —sigue y el sonrojo vuelve a las mejillas de Daviana—. Solo hay que ver todo lo que hizo para dar con quien trató de lastimarte y como le ha hecho sufrir por ello, además de encargarse expresamente de tu seguridad cuando todo sucedió y ni hablar de cómo ha estado dedicándote una parte de su importantísimo tiempo para enseñarte a luchar —culminó y, poniéndolo de aquella forma, las dudas de la pelirroja empezaron a disiparse.

Era cierto que todo aquello había sucedido y que cuando al fin reconoció el hecho de que él podría estar interesado en ella, pensó en todo aquello que describió su amiga, sin embargo, aún no encontraba cual sería el motivo para que él permaneciere sin decir nada al respecto, a pesar de todos aquellos hechos.

La Perdición del Highlander (Secretos en las Highlands 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora