-Año 2020-
Lena Luthor trabajó en su proyecto con la misma diligencia que siempre la caracterizó. Iba a borrar toda la violencia de la conducta humana para que no pudieran hacerse daño unos a otros. Para que nadie pudiera infligir el mismo dolor que siempre se había cernido sobre su cabeza, en cada recuerdo de su infancia y luego en cada uno de los que siguieron. Su motivación era honesta, no pura. Sólo honesto. No se engañaría a sí misma pensando que esto sería la salvación para todos, solo una enmienda. El daño vino de muchas maneras, pero eso también significaba que podía detenerse a través de diferentes método y esto era de ella.
—¡No puedes entrar!—la voz de su jefe de seguridad gritó—No tiene la autorización, señorita Danvers—
Lena sintió que le hervía la sangre en una mezcla de ira por su aspecto y.... nerviosismo al mismo tiempo. Kara la puso nerviosa. No como antes, no de la misma manera. No desde que voló a su balcón y la miró como si fuera una extraña en un recuerdo que preferiría olvidar. Como si mirara por encima del hombro a un mal sueño del que no podía despertar y aunque se prometió a sí misma que Kara no tendría ningún poder sobre ella, ni le importaría la opinión del kryptoniano... todavía la perseguía ver esa mirada en su rostro cuando la miraba a los ojos.
Pero los ojos de Kara no fueron los que la saludaron, en cambio, las maravillas con plantillas marrones se fijaron en ella—Alex—tuvo que mirar dos veces la imagen frente a ella. La mujer se apresuró a sacar su brazo del agarre del destacamento de seguridad.
—Lena—respondió ella con la misma cantidad de incertidumbre, parecía que la propia Alex no sabía qué la había procesado para aparecer en la puerta de la morena.
—Lo siento, señorita Luthor, la escoltaré fuera de las instalaciones—aseguró el guardia.
—Te asegurarás de que nunca vuelva a invadir—advirtió Lena con firmeza—pero por ahora, déjala ir y danos la habitación—
Alex sintió que la conmoción se desvanecía cuando el guardia arregló su atuendo y se despidió. El momento que siguió se sintió como el minuto más tranquilo en la historia de la Tierra.
Y Lena fue la que rompió el hechizo—¿Qué quieres, Alex?—preguntó, levantando la barbilla—¿Kara te pidió que vinieras? ¿Para qué nuestros dos hermanos mayores pudieran entrar a la arena?—
—No, Kara no sabe que estoy aquí y, sinceramente, prefiero que siga así—respondió Alex. Sus ojos estaban firmes, pero sus manos temblaban.
Lena fue tomada por sorpresa porque podía ver claramente que Alex estaba siendo sincero.
—¿Qué quieres?—Lena repitió su demanda, desviando la mirada.
—Para venir a verte—respondió ella—como debería haberlo hecho hace tanto tiempo—admitió—yo... nunca te he visitado—
Lena se burló—Es un poco tarde para cortesías y enmiendas, ¿no estás de acuerdo?—
—No estoy segura. Pero... prefiero haber hecho esto y arrepentirme que arrepentirme de no haberlo intentado en absoluto—respondió ella, cruzando los brazos y mirando hacia abajo—Sé que estás enojada-—
—¿Enojada?—Lena repitió con sarcasmo mientras una risa sin humor resonaba en la habitación—No, Alex, no estoy enojada. Enojada estaba cuando Lilian me encerró en mi habitación para evitar que los visitantes vieran la desgracia que era para el legado de Luthor en las cenas. Yo estaba enojada cuando tuve que mudarme de Metrópolis para escapar de acciones que ni siquiera eran mías cuando Lex fue a juicio. Enojada fue tener que dormir con la pregunta candente de cuándo me apuntarían con el próximo cañón de la pistola mientras no podía hacer nada al respecto. Entonces, no Alex. Sé que estoy enojado y esto va mucho más allá de eso—Lena podía saborear el veneno que goteaba de sus propias palabras.