Capítulo XII : Liberación

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—Ahora sí, ese es el verdadero y último final —dijo Soobin, fingiendo cerrar un libro inexistente con sus manos.

La menor hizo un escueto mohín, arrugando adorablemente el rostro.

—¿Así que ambos lo dejaron para tener su final feliz? Señor enfermero, ¡Eso es muy injusto para usted! —se quejó pentulantemente, dando patadas leves a las sábanas. Soobin sólo rió mientras se acercaba para detenerla.

La risa decayó hasta quedar en una pequeña y empática sonrisa adornando el rostro del enfermero.

—No pasa nada, sabía cuál era mi lugar —tomó una pausa, no tan seguro de si debía decir el resto. Sin embargo, lo hizo—. Sabía en qué me estaba metiendo.

Era verdad. Yeonjun había sido lo más cercano a un mejor amigo que alguna vez haya tenido, y por consiguiente, para su pobre ser, empezó a notar ciertas cosas de las que ni siquiera el mayor pudo percatarse. Como por ejemplo, lo brillante que era su sonrisa cuando éste no la fingía. El cómo se reía de sus chistes y le daba leves apretones a sus manos cuando las tenía al alcance, lo cálido que eran sus abrazos cuando estaban recostados en su cama durante las noches en las que no lograban conciliar el sueño, las veces en las que Soobin sacrificaba su turno matutino solo para que Yeonjun pudiera tener una buena noche de descanso.

Para Yeonjun, solo se trataba de Soobin siendo un buen amigo que estaba ahí cuando más lo necesitaba. Por supuesto que, para Soobin, una persona que nunca en su vida supo qué se sentía ser tan cercano a alguien; y que tampoco se había enamorado, significaba algo más.

Algo más que sabía que no sería correspondido desde el principio. Pero, a pesar de ello, los sentimientos igual florecieron en su interior. Sentimientos que no tenían esperanza alguna mientras observaba al chico del que estaba enamorado luchar por abrir los ojos un día más, añorando a alguien que había partido hacía bastante tiempo atrás.

Alguien que no era él.

Soobin a veces maldecía el cómo el mundo funcionaba de forma tan misteriosa y cruel. Qué despiadado era el destino por haber cruzado sus caminos, solo para que terminen como piezas rotas de un juego de ajedrez sin fin.

—Señor enfermero, ¿A usted le gustaba el chico mayor? —habló la pequeña. Oh, cómo es que una voz tan inocente podía causar tanto daño, sus palabras habían atravesado directo a su corazón.

La sonrisa en su rostro reflejó tristeza.

—Sí, me gustaba.

Me gusta, pero ya de nada sirve.

—¿Y él lo sabía?

Soobin negó con la cabeza.

—No, no lo sabía, sólo éramos amigos —la expresión del enfermero ahora estaba cabizbaja—. Al menos, eso es lo que era para él, y me conformo con ello.

La menor volvió a hacer un puchero, sus pequeñas manos se cerraron con furia, mas no dijo nada.

—La realidad es tan mala, prefiero mis libros de cuentos.

Aquel comentario se ganó una risa diminuta por parte del enfermero.

—Si pudiera decir lo mismo, yo también lo haría —extendió la mano para palmear la cabeza ajena, acción que recibió un suspiro de satisfacción a cambio.

No le había prestado atención, pero algo en la niña le empezaba a resultar más y más familiar con cada segundo que pasaba. Estaba seguro de nunca haber conocido a ninguna otra niña que se pareciera a ella en los últimos diez años que llevaba trabajando en el hospital, entonces, ¿cómo?

Under the sky in room 553 I discovered you and I - [Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora