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Cuando ya ha pasado alrededor de una hora, se digna a despertarse. Esta desorientado por un momento y piensa por unos segundos que todo está bien. Ni siquiera recuerda la mudanza.

Pero, acabado ese corto tiempo, los recuerdos golpean su cerebro como si se tratase de un maremoto. La nueva casa, el nuevo barrio, el raro comportamiento de su novio y las cosas que halló en su hogar. Su pequeña discusión y el miedo que sintió. El extraño estallido que escucho luego de que sus fríos labios se alejaran de él.

Ya no está en el suelo, si no echado sobre la cama. No lo han cubierto y ni se han dignado en quitarle los zapatos. La pequeña estancia huele a cobre y lo abruma. Cuando toca la tela que descansa bajo su mano derecha, esta esta mojada. Se la lleva al rostro y entiende lo que es. Aun con esta luz roja sabe cuál es su coloración. Y no solo la punta de sus dedos esta manchada, tiene cubiertos la chaqueta y parte de los pantalones. La sabanas también. El pequeño recinto apesta a sangre.

Se incorpora y tambalea un poco. La casa se siente sola y fría. Pone un pie sobre el suelo y se toma un momento para descansar. No se atreve a llamarlo en voz alta. Esta demasiado confundido como para hacerlo.

Cuando por fin se levanta y da unos pasos para acercarse a la puerta semi abierta, algo por el rabillo del ojo llama su atención. Es un bulto largo, delgado y oscuro. Esta a los pies de la cómoda, inmóvil.

Rodea el lecho y se le queda mirando fijamente, incapaz de reaccionar. Incapaz de gritar, llorar o siquiera jadear. Su cuerpo se queda congelado.

Es él.

Se agacha y le levanta el rostro. Donde antes estuvieran sus angelicales ojos, su fina nariz, sus rosadas mejillas y sus suaves labios ahora solo hay un cráter del tamaño de un puño. Es irreconocible. Con la tonalidad de la luz es difícil distinguir la carne del cartílago y demás cosas. La crueldad con la que le han arrancado el rostro es notoria en cómo se retuercen los ligamentos: Seguía vivo cuando sucedió.

Por fin cae en la cuenta y carga su espalda suavemente. Tibia sangre le moja la camisa y hace que la tela se pegue a su pecho, pero es lo de menos. Llora amargamente y no habla, porque no hay nada que pudiera hacer ahora para ayudarlo.

¿Esta es la verdad?

¿Era un suicida?

¿O que cosa acaba de pasar?

Unos pasos amortiguados y lentos se hacen oír por el pasillo. Se detienen justo en el marco de la puerta y la abren, quedándose de lleno en el marco. Whitty le da la espalda y no se anima a voltear.

De un modo u otro, siente que lo que sea que este allí atrás no es humano.

El silencio se rompe con la voz grave y ligeramente parecida a la de su ahora fallecido novio.

̶ Hola.

Silencio, no lo suelta y se aferra su cuerpo. Quizá sea el Diablo pasando a llevarse su alma. No lo permitirá.

̶ Tú debes ser Whittmore. En realidad, no es así como te imaginaba.

No iba a voltear, no lo iba a hacer.

̶ ¿Que eres? – Respondió a secas.

Dijo ¨Que¨, no ¨Quien¨.

Sintió que el siniestro se encogía de hombros.

̶ Senpai me llama Papá.

Da un pequeño respingo casi inaudible y acuna su cabeza. Tiene la piel helada, pero suave al tacto. De no ser porque ya no tiene cara, juraría que está durmiendo.

Strange Lover (LongShot) (Whittpai)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora