«« Capítulo lll. »»

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Han pasado tres horas. Tres largas y agobiantes horas en las que ningún médico, ningún enfermero, ningún paramédico, nadie... Se ha acercado a ellos para decirles que ha pasado con Julián. Dylann de vez en cuando empieza a llorar ahogado en la desesperación y ella se acerca a él, lo abraza y trata de calmarlo. Todo esto le está destruyendo el corazón en pedazos.

—¿Familiares del señor Julián Castro Abdel?—Pregunta la enfermera que la detuvo tres horas antes.

—Somos nosotros.—Responden al unísono.

—Tengo buenas y malas noticias.—Dice hojeando una enorme libreta.

Él le sostiene la mano y ella lo mira confundida; ha de estár muy asustado para que haga aquello.

—La mala es que no podrán quedarse en el hospital.—Un suspiro de alivio sale de la boca de Sofia y agradece a Dios por esto.—La buena noticia es que por fortuna la herida no ha sido tan grave. Hemos retirado la bala de su organismo, al parecer todo marcha bien. Por ahora sólo necesita descansar, ningún órgano interno se vió afectado.

—¿Podemos pasar a verlo?—Pregunta desesperada observándola despacio.

—Sólo uno de ustedes, además sólo puede durar 5 minutos.

—Sofia vé tú.—Dice él sonriendo.—Papá es tu amigo, se vé que le empezaste a tomar cariño y en este momento te necesita. Sé que quieres verlo.

—Pero...

—Deja de contradecirme y vé.—Dice sonriendo o al menos intentando hacerlo.—Te debo esto y más.

—De acuerdo.—Responde alegre devolviéndole la sonrisa.

—Sígame señorita.

Ella sigue a la enfermera y ésta la lleva por unos enormes pasillos blancos, otra vez el olor a medicinas, al parecer ese olor es escencial en un hospital. Caminan y llegan a un pasillo lleno de puertas blancas en donde dentro de ellos se encuentran pacientes. Cada habitación está enumerada. Se detienen frente a la 34-a. La enfermera abre la puerta y allí está Julián. Acostado. Débil. Repleto de aparatos inalámbricos que ahora son capaces de controlar su ritmo cardíaco.

—Recuerde 5 minutos.—Dice la enfermera cerrando la puerta y dejándola sola con Julián.

Asiente con lentitud y se acerca a la cama donde está Julián. Acaricia con ternura su cabello y sus lágrimas caen sin avisar. Un dolor tremendo corrompe en su pecho y las lamentaciones empiezan a salir de su boca.

—Julián, Soy Sofia. ¿Recuerdas como me lo prometiste?—Dice entre sollozos mientras acaricia su mejilla.—Aquí estoy, aquí estoy para lo que necesites. En las buenas y en las malas aquí siempre estaré. Porque para eso están los amigos; para apoyarse unos con otros y para matar los monstruos que intenten dañar a uno de nosotros.

Sofia toca la mano de Julián y la siente helada, se ha quedado dos minutos observándolo: está por completo sedado.

—Julián, cuando te conocí creí que eras un loco.—Sonríe histérica y sorbe su nariz.—Querías cumplir una fantasía sexual y lo hiciste.—Ríe a carcajadas y continua.—Pero después de todo comprendí que sí eres un buen hombre. Tu hijo está muy preocupado por tí, no para de llorar. Es un chico muy sensible cuando se trata de su familia.

—Señorita, temo decirle que yá han pasado sus 5 minutos. Si gusta puede regresar mañana a primera hora, pero el paciente debe descansar.—Avisa la enfermera abriendo despacio la puerta.

—De acuerdo, sólo déjeme despedirme.

—Trate de hacerlo pronto, por favor.—La enfermera cierra la puerta y le deja a solas otra vez con Julián.

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⏰ Última actualización: Feb 15, 2022 ⏰

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