Mientras estaba sentada en la banca del hospital, observando a Dylan, sentí un toque suave en mi hombro.
—Issy, ¿podemos hablar? —era Laech.
—No —respondí secamente.
—Por favor... —suplicó él.
Suspiré, no estaba de humor para esto. —Si quieres hablar, tendrás que esperar a que llegue la madre de Dylan.
—Está bien... —dijo, resignado, y se sentó cerca.
—Aquí no —le dije, y Laech se levantó y salió de la habitación.
Pasaron unas tres horas hasta que la madre de Dylan llegó, me dio un beso en la mejilla.
—Hola, cariño.
—Hola —le devolví una sonrisa leve.
—Ve a comer algo. Yo me quedo con él.
Salí de la habitación, pensando que Laech se habría rendido. Pero para mi sorpresa, aún estaba ahí, esperándome.
—¿Ya podemos hablar? —preguntó, expectante.
—Sí —asentí, un poco más calmada.
Nos dirigimos a un pequeño restaurante de comida asiática.
—¿De qué querías hablar? —pregunté, mientras jugaba con los palillos.
—Issy, quiero que me perdones —dijo, con el rostro lleno de arrepentimiento.
—No puedo —respondí, firme y fría.
—Sé que fui un completo idiota... no merezco tu perdón, pero... te extraño mucho —dijo con los ojos llenos de sinceridad.
Sus palabras me hicieron un nudo en el estómago. ¿Sería una tonta si lo perdonaba?
—Me hiciste sentir horrible, Laech... y te acostaste con ella.
—Lo sé. Ella es manipuladora, Issy. El día que te vio, intentó volver conmigo. Traté de evitarla, pero... sabe cómo hacerme caer —admitió con un suspiro de frustración.
Tal vez tenía razón. Siempre supe que Roxan era calculadora.
—Y también sé que lo que te hice con Dylan estuvo mal... —se detuvo, mirándome con pesar—. Por favor, perdóname.
—Está bien —dije finalmente, sintiendo que no podía seguir guardando ese rencor.
Laech se levantó y me abrazó con fuerza.
—Te amo —me susurró, dejando un beso suave en mi frente.
Más tarde, ya en su casa, estábamos tumbados en la cama, fumando. Mirábamos el techo, donde unas hormigas parecían estar peleando con una paleta gigante.
—Issy... —me llamó Laech, con una sonrisa divertida.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Me di cuenta de algo —dijo, aún sonriendo—. Somos almas gemelas.
—¿Tú crees? —respondí, no del todo convencida.
—Sí, pero no de manera romántica. Estamos destinados a estar juntos, pero como amigos, no como pareja.
No sabía si creerle. Laech solía decir cosas sin sentido cuando estaba drogado, pero de alguna manera, lo que decía sonaba... verdadero.
Unas semanas después, mientras cuidaba a la hermosa bebé de Laech y Roxan, Dalet, me di cuenta de lo mucho que todo había cambiado. Laech había dejado su relación tóxica, y aunque Roxan no estaba muy contenta con mi presencia, no podía evitarlo. Y mientras acariciaba a la pequeña Dalet, no pude evitar pensar en Dylan, quien seguía postrado en su cama de hospital.
Hasta que todo cambió. Un pitido alarmante comenzó a sonar en la habitación de Dylan. Grité por Matilde, la enfermera, mientras intentaba calmar a la bebé.
—¡Dylan se está moviendo! —grité con desesperación.
Entraron los doctores, y me sacaron de la sala. Matilde trataba de tranquilizarme mientras sostenía a la bebé. En cuanto todo pareció calmarse, recibí una noticia que me dejó helada.
—Dylan ha despertado —me dijo Matilde con una sonrisa.
Entré con el corazón latiendo a mil, pero cuando vi a Dylan despierto, mi alegría se desmoronó.
—¿Dylan? —dije con lágrimas en los ojos—. ¡Estás vivo!
Él me miró con confusión.
—Lo siento... pero no te conozco.
Me quedé paralizada. ¿Acaso era una broma?
—Soy Issy... —dije, intentando no romperme.
—De verdad, no sé quién eres —respondió sinceramente.
La madre de Dylan entró, y mientras ellos se abrazaban emocionados, me aparté, sintiendo un dolor profundo. ¿Todo este tiempo esperando a que despertara, para que ahora no sepa quién soy?
Lloré en brazos de Meg mientras ella trataba de consolarme, pero el dolor era insoportable. ¿Será este mi karma por todo lo que hice mal?
Más tarde, en la casa de Laech, intenté ahogar mi tristeza en el agua de la piscina. Pero, como siempre, Laech estuvo ahí para hacerme reír en medio del caos. Al menos sabía que, aunque todo con Dylan estuviera roto, siempre tendría a mi mejor amigo.
Laech y yo estábamos sentados en silencio, sintiendo la pesada carga de nuestras decisiones. Meg había dejado claro que no podíamos seguir así, no solo por nosotros, sino también por Dalet. Pensar en esa bebé, tan inocente y perfecta, me hizo sentir culpable. ¿Qué clase de ejemplo éramos?
—Tienes que parar —me dijo Meg, su voz cansada pero firme.
Asentí, incapaz de mirarla a los ojos.
—Lo sé, Meg. Lo sé.
Laech permanecía en silencio, fumando en su esquina, pero sus ojos mostraban el mismo conflicto. Él también sabía que esto tenía que acabar.
—Mañana iremos a buscar ayuda —dije, más para mí que para ellos, aunque sabía que lo decía en serio. No quería que mi vida fuera esta. No quería arrastrar a Dalet o a cualquier otra persona a este caos.
Meg me miró, su expresión suavizándose un poco.
—Eso espero, Issy. Por ti, por Laech... y por esa bebé.
Me quedé en la cama, sintiendo el peso de sus palabras. Mientras Meg se iba, Laech y yo seguimos en silencio. Por primera vez en mucho tiempo, el silencio entre nosotros no era cómodo. Era un recordatorio de todo lo que habíamos hecho mal.
—De verdad tenemos que parar —dije, rompiendo el silencio, mientras miraba el techo.
—Lo sé —respondió Laech, soltando una bocanada de humo antes de apagar el cigarro—. Por Dalet, por nosotros.
Esa noche, mientras me quedaba dormida, supe que el verdadero desafío comenzaba ahora. Pero también supe que, por primera vez, estaba lista para enfrentarlo.
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El Fuck Boy (EDITANDO)
Romance-Pensé que teníamos algo-las lágrimas comenzaron a caer. -Pensaste?, enserio crees que yo me enamoraría de alguien y menos de ti solo quería acostarme contigo y lo logre. -Eres un idiota-digo con la voz entrecortada