𖥻𝟸˖

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El edificio donde vivo tiene seis plantas con tres pisos en cada una, estaba hecho de ladrillo y pintado de un color gris un tanto feo, la pintura se estaba cayendo pero nadie hacia nada para arreglarlo. Las barandillas de las escaleras estaban oxidadas y le faltaban unos peldaños, por lo que era difícil subirlas si estabas borracho, y no había ascensor. En conclusión, se estaba cayendo a trozos poco a poco. Mientras subía las escaleras, me fui dando cuenta de que habían varias cajas esparcidas por todos lados, cada una de diferentes tamaños pero todas del mismo color, marrón cartón. Casi me tropiezo con una al ver salir a un chico rubio y muy pecoso de uno de los apartamentos. El joven llevaba un delantal verde con unos cupcakes cosidos, debajo una camiseta blanca y unos tejanos. En sus manos traía una caja vacía.

—¡Ten cuidado! Esa caja es frágil —me dijo.

—¿Quién eres? —pregunté confuso.

—Me llamo Lee Felix —soltó lo que llevaba encima y me extendió la mano, yo se la apreté.— Soy tu nuevo vecino.

—Oh, encanta-, perdona, ¿vecino?

—Sí, me acabo de mudar con mi novio —contestó.

Terrible, absolutamente terrible, de todos los apartamentos vacíos que hay en este edificio y tenía que mudarse aquí, además, no sólo estaba él, no, también se había traído a su novio. No podía tener más mala suerte, no creo en Dios pero voy a empezar a rezarle para que por las noches no hagan mucho ruido.

—¿Pasa algo Felix? —dijo una voz detrás del rubio.

—¡Tú! —grité.

—Oh, pero si eres el chico de antes.

«¡Por favor! Esto es increíble» me quejé. Frente a mí se encontraba el pelinegro que trabajaba como novio de alquiler, no se que tan malo fui en mi vida pasada para que me ocurra esto.

—Devuélveme el dinero —pedí.

—No, el dinero que me diste fue lo que me faltaba para pagar este piso —le miré con mala cara.

—¡No os podéis mudar aquí! —exclamé.

—¿Por qué no? ¿Le pasa algo al piso? —preguntó Felix.

—Sí, hay... Hay ratas.

—Yo no he visto ninguna ¿y tú cielo? —el pecoso negó con la cabeza—. A lo mejor tienes alucinaciones.

—Da igual, yo no os quiero aquí.

—¿Eres homofóbico o algo? —cuestionó frunciendo el ceño.— Porque si es así ni me hables.

—No soy homofóbico —me defendí.— Es igual.

Terminé esa pequeña discusión y me metí dentro de mi piso. Mi teléfono sonó, era un mensaje de mi jefe, debía terminar un informe para esa misma noche, bufé sonoramente, encendí mi portátil y me dispuse a completar los papeles que me había mandado. Entre todos los documentos y lo mucho que tenía que escribir me dieron las nueve de la noche, todavía me quedaban dos por rellenar. Me levanté de la silla para estirarme y prepararme algo de cenar, lo único que tenía en mi nevera eran paquetes de ramen precocinados, de diferentes sabores, agarre el primero que vi, era ramen picante, abrí el sobre y lo volqué en una olla con agua hirviendo, esperé a que se cocinara, una vez hecho lo coloqué en un bol, regrese a mi asiento y comencé a comer. Mientras comía iba terminando el papeleo. Terminé cerca de las once de la noche, ya no había ramen en mi bol, lo puse en el fregadero de la cocina. Me tumbé en la cama y me dispuse a ver alguna película o lo que sea que hubiera en Netflix, conecté mis auriculares al portátil y después de estar buscando durante un rato lo que iba a ver, le di a reproducir a: "Todos estamos muertos", una serie coreana de zombies. Después de dos capítulos me empezó a dar sueño, apagué el portátil, desconecté los auriculares, me metí entre las sábanas y cerré los ojos. Unos sonidos provenientes del piso de al lado me despertaron, eran gemidos, miré el reloj, las dos de la mañana. Dichosas paredes, no me había dado cuenta de lo finas que eran hasta hoy, encima, ¿quien se pone a follar a las dos de la mañana? Me tapé los oídos con la almohada, aún así podía escucharlos perfectamente. Cerré los ojos para intentar dormirme, cosa que al fin y al cabo fue inútil. Me destapé y arrojé mi almohada al otro lado de la habitación. Algo golpeó con fuerza la pared donde se encontraba mi cama, me caí al suelo del impacto además de pensar que podría atravesar el fino muro que separaba los dos cuartos. Decidido salí de mi apartamento y golpeé con fuerza la puerta de mis nuevos vecinos, al no tener ninguna respuesta volví a golpearla, esta vez con el pie, el segundo golpe fue más doloroso y empezó a dolerme el pie. La puerta se abrió dejando ver a Hyunjin con el torso desnudo y con solo unos boxers. Me tapé la cara con las manos y aparté la vista rápidamente de él.

—¿Podrías taparte un poco? —pregunté.

—¿Por qué? ¿No puedes con tu masculinidad frágil?

—¡Es que estás lleno de saliva, por Dios! —exclamé.

—Está bien, está bien...

El pelinegro se adentró dentro del apartamento y salió poco después vestido con un pijama azul.

—¿Qué quieres? —preguntó con los brazos cruzados.

—Que dejéis de follar, estáis haciendo mucho ruido y no puedo dormir, además tengo que madrugar mañana —contesté

—Vale —dijo, para luego cerrar la puerta.

Yo también me metí de nuevo a mi apartamento. Fui a la cama, cerré los ojos y afortunadamente mis vecinos no volvieron a hacer ruido en toda la noche, finalmente pude descansar.

Novio de alquiler [ʜʏᴜɴɪɴ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora