La gran apuesta
—Ahí tienes, hermano —informó Ron, exultante—. La apuesta es sencilla: besa a alguna persona en medio del Gran Comedor.
Harry sabía que algo le decía que aquello era una muy, muy mala idea. ¿Por qué aceptó en un principio? Ah, sí, los muchachos últimamente andaban comentado que, luego de haber terminado con Ginny, ahora le gustaban los hombres.
No estaban lejos de la verdad, pero eso no quería decir que le gustara alguien en específico.
Es sólo que luego de que hubo terminado la guerra, muchas cosas sucedieron: las personas cambian, su perspectiva es más amplia y Harry sabía que se comportaba como un viejo desdichado, pero su realidad era que deseaba terminar ese nuevo curso preparatorio en Hogwarts (como un octavo año, o algo así) y luego iniciar su nueva vida como auror.
Mientras Harry pensaba en todo lo que haría de ahora en adelante con su vida, Ginny no pasó ni una vez por su mente.
¿Deseaba alguien que él quisiera, no sólo por su condición de héroe de guerra, sino que le amara de verdad y formara una familia junto a él? Claro que lo anhelaba, fue una de las cosas que siempre quiso, pero ahora, en su situación actual, eso sólo parecía un buen sueño.
—Mira —comenzó Ron una vez más, sacando a Harry de sus cavilaciones—. Sólo tienes que pararte, buscar a una persona, la que más te guste. Pelirrojos, castaños… —con eso, hizo una breve pausa y con el encantamiento Señálame (modificado por Hermione), apuntó a cada persona con esas características en el Gran Comedor. Ron sonrió—. Tienes bastante para escoger, compañero. Hasta dejé a las chicas en la lista, ya sabes, para que no haya corazones rotos porque te gusta más un palo de escoba que la Snitch.
Y con eso, todos en el mesón de Gryffindor, o al menos los que estaban cerca de él y de Ron, rompieron en carcajadas. Seamus se puso tan rojo que Harry, casi, casi temió que se ahogara con el jugo de calabaza.
—Gracias, Ron, realmente eres un buen amigo —Harry masculló, el sarcasmo brotando de sus poros.
No se atrevió a mirar la sonrisa guasona en la cara de su amigo pelirrojo, más concentrado en picotear el puré de patatas, como si éste fuese el culpable de todos los males.
—No es gracioso, chicos —saltó Hermione, como no, en defensa de los incautos—. Y Harry, deja de mutilar tu comida, no tiene la culpa que Ron no termine de madurar.
—Pero Hermione, ¡fíjate todas las opciones que tiene y no quiere a nadie! —Ron comenzó a balbucear—. ¡Hasta tiene a rubios, casi todos en el Gran Comedor suspiran por Harry! —se quejaba de forma visible, pero Harry estaba más concentrado en las manos de su amigo que movía la varita donde aún permanecía activo el encantamiento, señalando de forma casi imperceptible a todas las cabezas rubias del Gran comedor.
Harry permaneció en silencio, una voz susurrándole en su interior que algo saldría mal y que ese sería un buen momento para echarse a correr.
Entonces, cuando Ron y Hermione peleaban, bueno, Hermione se comía a improperios y regaños a Ron por su incapacidad de buen juicio y sentido común al pedirle que modificara un hechizo puramente académico para algo tan vano y soez, el encantamiento se rompió, haciendo que todas las personas rubias que habitaban el Gran Comedor giraran sus cabezas en dirección al trío que despotricaba. Hermione a la derecha de Harry y Ron a su izquierda.
Harry sintió que se empequeñecía con cada segundo que transcurría y la mirada de más de cincuenta ojos se posaba sobre sí. Tragó saliva silenciosamente, Hermione y Ron enmudeciendo de inmediato.

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La gran apuesta (three-shot)
MizahPrimera parte. Harco. Harry tiene una apuesta con Ron: debe besar a una persona en medio del Gran Comedor. Algo le dice que aquello no le gustará.