Capítulo 03

104 17 51
                                    

Su grito se hizo más fuerte. La descarga que le generó el rayo recorrió su cuerpo llenándola de magia.
Una risa burbujeó desde el fondo de su garganta. Se sentía más viva de lo que se había sentido jamás.

Disfrutó como nunca cuando la tormenta empezó a caer con fuerza sobre ella. Siempre había amado aquel tipo de clima y al haber recuperado la totalidad de sus poderes, hizo que la  disfrutara aún más.

Cuando Elliot se acercó a ella por la espalda, esta le sintió de inmediato, volviéndose hacia él.

Le vio tragar con fuerza, tratando de apartar la mirada de la ropa empapada que se pegaba a su cuerpo como una segunda piel.
Casi podía sentir sus pensamientos de como sus labios parecían más gruesos y rojos que minutos antes, y como sus ojos resplandecían mostrando un brillo travieso que avecinaba problemas.

Extendió los brazos hacia él y sus pies le llevaron hacia donde se encontraba.
No quería mojarse. Y así se lo dijo.
Con un simple gesto con las manos, la tormenta se detuvo tan abruptamente como empezó.

Sin poder contener su curiosidad, miró hacia donde ella había dejado el libro, pero este se hallaba en perfecto estado. Las páginas estaban completamente secas.

—¿Los recuperaste?

—Si— con un nuevo chasquido, cambió su ropa a una seca y cogiendo de nuevo el libro se adentró hacia el interior.

—¿Entonces ya puedes ayudarme a recuperar a Gillian?

—Puedo, y lo haré, pero debes saber que aunque ella vuelva, no quiere decir que vaya a ser como antes de que muriese.

—¿Qué significa eso?

—Quiero decir que puede que no te recuerde o que de hacerlo, no quiera estar contigo. Su muerte no es reciente, por lo que ella sabrá que murió y que tu alteraste el orden de las cosas al traerla de vuelta. La magia es caprichosa, Elliot.

—Ella no tendría que haber muerto. Y menos de ese modo.

—Nadie debería morir de forma trágica, pero ocurre todos los días. Existe un enorme coste personal traer un alma de regreso.

—No me importa.

—Bien.—Tal vez era su imaginación, pero había visto como la luz de sus ojos desaparecía por un momento, entristeciendo su mirada.— Llévame con ella entonces.

—¿Llevarte con ella? ¿Al cementerio?— se estremeció solo de pensar en ir a ese lugar de nuevo. No lo había pisado desde hacia meses, cuando se cumplió el segundo aniversario de su muerte.— ¿Por qué necesitas ir allí?

—Su alma necesita un cuerpo y dudo que el suyo esté en condiciones, pero supongo que podemos cambiar eso. Además, imagino que lo último que quieres es que cuando ella regrese, tenga que arañar su ataúd y excavar hasta la superficie. Posiblemente eso la mataría de nuevo, y yo ya no podría traerla de vuelta.

La simple idea le horrorizó. No había pensado en eso. En realidad no había pensado en nada que no fuese volver a tenerla a su lado.

Su olor había desaparecido del apartamento y apenas podía recordarlo.
De no ser por su ropa que seguía colgada en el lado derecho del armario, o algunas de sus cremas que aun conservaba, ni siquiera tendría eso para aferrarse.

Había pasado dos años anhelando el recuerdo de la mujer a la que había amado. Aquella que le dio su corazón y le pidió que lo cuidase.

Había amado cada momento con ella, incluso aquellos en los que estaba tan cansada después de un turno doble en el hospital y no quería nada más que acurrucarse en la cama y cerrar los ojos.

ArabellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora