22 𝙴𝚡𝚝𝚎𝚛𝚖𝚒𝚗𝚒𝚘

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—¿Otra vez...?— jadeó Itachi, Shisui dejó la cama cuando lo vió salir desnudo del baño y lo había arrinconado contra la pared de metal.

—Se pone peor...— gruñó el científico —Solo quiero montarte una y otra vez hasta desfallecer.

Cargó con su peso y apoyando su espalda a la pared, logró centrar su miembro y lo penetró. Itachi gimió ante la embestida y luego más, cuando Shisui se perdió nuevamente en ese deseo lascivo que hacía su acto desenfrenado.

El yarks tiró del cabello rizado de su pareja y se entregó totalmente a él, como ya había hecho decenas de veces desde que se había atrevido a inyectar el antidoto en su cuerpo. Shisui había aumentado su musculatura, e incluso su estatura, todo su físico estaba cambiando al igual que el de Naruto lo hizo anteriormente. La rapidez, la fuerza física, los colmillos... Un eldin en toda regla.

Lo sintió gruñir sobre su piel y con movimientos bruscos, salió de él y le dió la vuelta, pegando su pecho contra la pared y tomándolo desde atrás con lentos y cadentes movimientos de caderas. Sus manos le recorrían el cuerpo entero hasta quedar detenidas en su erección, y cuando la apretó fuerte, Itachi jadeó sin poder aguantar un orgasmo que le hizo flaquear las piernas.

El científico sostuvo su peso, pero no detuvo sus movimientos ni un segundo, mientras miraba su cuello con deseo.

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Observaba esa luz azul desde su cama, el contador que hacía años estaba vigilando, sucediendo a los clones que vinieron antes, se había detenido justo el día en el que los nuevos yarks serían presentados ante el oráculo.

Tenía miedo, más bien, estaba aterrado. No sabía con seguridad lo que se encontraría dentro de esa cámara, detrás de esa puerta incógnita.

Izuna apretó sus puños con el dispositivo en la mano. Los números detenidos en cero, una cuenta regresiva de siglos que ya no se movía. Pero era su deber, por encima de todos sus deseos.

Sonrió nervioso y se colocó los zapatos. Una túnica elaborada escogió como vestimenta para la ocasión especial y dejó su habitación. Pronto se encontró en el pasillo que comunicaba con su sala privada. Detrás de una de las pantallas holográfica, apreció una puerta.

Retuvo la respiración antes de abrirla, hacía tiempo que no entraba a ese lugar. Intentó no mirar las copias de si mismo que crecían en cápsulas alineadas en las paredes, solo caminó hasta el final y bajó una largas escaleras hasta otra puerta enorme.

Un escaneo de su cuerpo solo bastó para que ésta se abriera. El interior era un cuarto totalmente blanco. Solo los números azules del mismo contador que él tenía, brillaban detenidos en la superficie de otra cápsula ovalada y sellada.

—Ya es hora— murmuró con voz cortada y tragó saliva.

Sus dedos temblaron al acercarse a la superficie. Otro escaneo de su mano y la pantalla del contador cambió.

Responda si las condiciones son las propicias— una voz robótica lo sobresaltó.

—Sí... sí, lo son— tartamudeó.

Los kraî han sido doblegados, los eldin eliminados, ha llegado la hora de pasar a la nueva era.

Cuando la voz se calló, la cápsula siseó y se abrió lentamente, dejando salir vapor de su interior.

Entonces lo vió, un yarks de enorme musculatura y tamaño. Estaba completamente desnudo, su piel era perfecta, el cabello blanco y largo, su rostro hermoso con mandíbula fuerte, marcas rojas tatuadas en sus mejillas y barbilla lograban un aspecto temible. Abrió lentamente sus ojos rasgados para dejar ver dos iris de tono rojizo.

ENTRE MUNDOS (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora