capitulo 7

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Como había predicho, nuestra tregua no duró nada, al principio él trató era cordial como los dos adultos que somos, aunque pensándolo bien, no entendía el porqué de su reacción, de querer poner distancia conmigo si él mismo fue el que se ofreció a ser mi amigo, en fin, a los hombres no hay quién los entienda.

Después de varios días que habíamos coincidido, él me ignoraba de manera olímpica, luego pasamos a la fase dónde me hacía muecas de disgustos si escuchaba mi voz o con solo verme. Ya para ese momento comencé hacer lo mismo, si él entraba a un lugar yo hacía muecas o simplemente me marchaba como si el hombre tuviese COVID.

Pero todo se salió de control una noche que había tenido un día horrible en el trabajo, un hombre pesado se quiso propasar conmigo, realmente este sujeto ya tenía varios días frecuentando el lugar y siendo algo intenso, ese mismo dia se quemó un pedido, perdí el autobus y me tocó caminar más de media hora a casa, simplemente estaba cansada, molesta y para completar la cosa, entro al piso y me encuentro con mi némesis sentado en el sofá de lo más cómodo riendo a carcajadas por alguna burrada de Martina, solté mi bolso en la entrada y me quite los zapatos. Caminé con paso lento sin saber que decir o que hacer.

— Hombre, si ha llegado doña cascarrabias.— Su voz sonó suave, mis ojos se abrieron por la sorpresa del ataque directo, después de días sin dirigirme la palabra, mi hermana disimuló la risa con una tos fingida. Llevé mis brazos a la cintura preparándome para atacar y recibir el próximo golpe.

— Pero si eres tú que cuando llega a cualquier lado se anda quejando de todo.— él se enderezó un poco pero sin perder su postura relajada, vestía una playera blanca, unos jeans azules e iba en calcetines, sentado con sus piernas largas y fuertes sobre la mesita.

— Eso solo me pasa cuando llegas y arruinas la diversión con tu cara.— será cabron. No entendía a que iba tanta ira, traté de rememorar si le había matado una mascota, a la mamá o algo porque no entiendo su rabia y mala ostia, como diría Carmen.

— No entiendo qué haces en mi casa si no te agrado.— me crucé de brazos viendo cómo él se tomaba mi cerveza. Comencé a sentir un pequeño dolor de cabeza.

— Pues tia, vine a visitar a la vecina más guay y decidimos divertirnos un poco.— levantó el botellín, arrugué la cara, ¿A qué se refería con eso de divertirnos? Los veía con seriedad tratando de ver si existía algo pero los dos estaban separados y mi hermana estaba con las piernas cruzadas con una cara de diversión pero no la veía sonrojada ni nerviosa.

— ¿Tú sí sabes que es eso? — preguntó sin apartar su mirada avellana, respiré y comencé a contar de dos en dos para calmarme pero como siempre, no funcionó.

— Pues la verdad, sí sé qué es divertirme.— queria sentarme y seguir lanzándole pullitas pero se notaba que no era bienvenida.— seguí de pie.— Me preocupa es que esa cara de yeso tuya no se vaya a quebrar con tanta risa.— Martina hizo un ruidito tratando de ocultar la risa, la muy desgraciada se estaba divirtiendo a costillas de nosotros  con esta absurda pelea. No entendía como podía haber tanta maldad en un cuerpo tan minusculo como el de ella.

— Habló la reina.— el ambiente se sentía cargado y las chispas comenzaron a brincar entre los dos. Podía sentir su rechazo, se le veía en la postura.

—Mira, Rodrigo, la puerta es muy grande y te puedes marchar cuando quieras, si tanto te molesta ver mi cara de amargada.— la risa petulante de él se borró y Martina palideció un poco.— Yo no tengo porqué aguantar groserías de nadie y menos en MI CASA.— en ese momento Martina dejó de reírse y me miraba como si hubiese ofendido al rey de España. ¿Será que está enamorada del poli? O ¿El poli la quiere para una noche? La sombra de los celos comenzó a invadirme.

Mi nueva vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora