⊹Soldier, poet, king⊹

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-¡Ah! Está de regreso Yaksha Diego.- La recepcionista me sonrió abiertamente.

-La ducha... ¿Está arreglada?.-

-¡Si! No te preocupes, ya no nos reportarán por la sangre en el desagüe.- Seguía con su tonta sonrisa.

-Bien...-

Un "gracias" cosquilleaba mi garganta pero me enmudecía al mismo tiempo.
Es incómodo.
Los humanos son incómodos.

Miré a la mujer, asentí un poco y entonces subí las escaleras de la posada.

La sangre, es de los demonios que asesiné, no hay de qué preocuparse lectores.

Mis piernas duelen. Aún si puedo teletransportarme y usar mi visión para ayudarme a transportarme... El escapar de mis enemigos no es tan fácil como hacer un chasquido y teletransportarme.

Llegué a mi habitación, dejándome caer en el balcón.

La recepcionista... ¿Abril? Dijo que este lugar no es para que alguien viva.
Pero es lo más cerca que puedo estar de nuestro lugar.

Suspiré, con el rostro ensangrentado y las manos llenas de callos.
Miré al cielo, tratando de soltar todo el dolor que mi karma me hace soportar.
La luna está en todo su esplendor, justo como aquel día.

Limpié la sangre de mi frente, dejando mi guante lleno del mismo líquido.

Me bañaré y cambiaré mi ropa, me siento y huelo asqueroso.

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Terminé mi rutina de baño y ahora, estoy en el tejado, disfrutando de la noche.

El aire es tan frío como es posible en una posada en la punta de una montaña. De vez en cuando escuchaba como la gente se la pasaba contenta en el restaurante que estaba en la base de la montaña.

Suspiré, a veces me siento extraño, ajeno a los humanos, a pesar que mi razón de existir es cuidar a esta gente, no me siento parte de aquella comunidad a la cual protejo.

Pero entonces, una pequeña voz conocida me hizo perder la concentración.
Era Juan, el viajero.

-¡Diego!.- Su sonrisa era igual de brillante que siempre.

Bajé del tejado de la posada, poniéndome frente a mi amigo.

-¿Qué haces aquí tan tarde?.- Pregunté.

-Hay un amigo que quiero que conozcas, no es de aquí, pero ama el lugar.- Tomó mi mano, jalandome algo lejos de la terraza.

Y allí estaba.

Aquel "amigo" que había mencionado.

Nos veíamos con los mismos ojos, pero los suyos no sollozaron cómo los míos.

Sentía las lágrimas correr por mis calientes mejillas. Hace tiempo no lloraba, pero verlo a él lo amerita.
Su sonrisa ocultó sus lágrimas y también las mías.

-Beto...- Dije, con la voz más humana que solo él conoce.

-¿Me extrañaste?.- Dijo, con su tono juguetón que lo caracteriza.

Y sus ojos me dijeron más que sus palabras.

-Esperen... ¿Ustedes se conocían?.- Juan nos veía incrédulo, con una sonrisa en los labios.

-Oh, creo que... Será mejor explicarte luego, Diego y yo tenemos muchas cosas de las que hablar.-

Juan parecía confundido, pero la insistencia de Beto en que saliera de allí lo obligó a hacerlo.

20 songs 20 shots ; RobarcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora