Capítulo 32

162 24 14
                                    


A lo largo de las dos semanas siguientes, el clima se fue haciendo más cálido y Sehun pasaba tanto tiempo como podía fuera del castillo. A pesar de que jamás se lo reconocería a Chanyeol, mantenía la mirada fija en el horizonte, a la espera de que llegase un emisario del rey con noticias sobre su dote.

De momento, la misiva que Chanyeol le había mandado al monarca no había recibido respuesta, pero el confiaba en que pronto recibirían noticias y que la dote no tardaría en llegar a las tierras de los Park.


El embarazo empezaba a notársele ligeramente. No era perceptible bajo el largo traje, pero, de noche, cuando estaba desnudo, Chanyeol se deleitaba tocándole la pequeña protuberancia que cobijaba a su hijo. Era incapaz de mantener las manos o los labios alejados de su vientre. Se lo acariciaba y después le besaba cada centímetro de piel. Verlo tan contento por el embarazo hacía a Sehun muy feliz. Y la sincera respuesta que recibió del clan cuando les comunicaron la noticia la reconfortó enormemente.

La noche en que su marido se puso en pie y anunció que estaba embarazado, el salón entero se llenó de vítores. La noticia corrió por todo el castillo y la celebración duró hasta bien entrada la noche. Sí, la vida era maravillosa. Nada podía enturbiar su felicidad. Se tocó la barriga y respiró el aire perfumado, mientras emprendía el camino de regreso al patio de armas, ansiosa por ver a su esposo entrenando.


Mientras descendía por la colina, levantó la vista y se quedó sin aliento. El corazón empezó a latirle descontrolado al ver acercarse unos jinetes en dirección al castillo Park. El primero sujetaba un estandarte en el que ondeaba el escudo real.

Correr no era propio de un esposo, pero a Sehun no le importó. Se levantó y corrió hacia el patio. Cuando llegó, vio que a Chanyeol ya le estaban anunciando la llegada de los emisarios del rey. En el castillo cualquier noticia se extendía como la pólvora; había hombres por todos lados y repartidos a lo largo de las colinas.


El ambiente se cargó de expectación, al ritmo de la gente que iba murmurando.


Sehun dio un paso atrás y se mordió el labio inferior con tanta fuerza que se hizo sangre. Los hermanos de Chanyeol flanquearon a éste y los tres Park esperaron juntos a los jinetes que iban acercándose.

El primero de los emisarios del rey cruzó el puente y detuvo el caballo delante de Chanyeol. Desmontó y lo saludó.


— Traigo un mensaje de su majestad el rey —dijo y le entregó un pergamino –


Sehun se quedó observando el resto de los jinetes. El grupo sólo estaba formado por una docena de soldados y no veía ningún baúl, ni nada que indicase que estaban haciendo entrega de su dote.


Chanyeol no abrió el pergamino de inmediato, sino que les ofreció su hospitalidad a los recién llegados. El grupo desmontó y llevaron los caballos al establo. Las mujeres Park les sirvieron algo de comer en cuanto éstos entraron en el salón para recuperarse del viaje.

Chanyeol les ofreció alojamiento para pasar la noche, pero ellos declinaron la invitación y dijeron que tenían que volver al castillo de Carlisle. Sehun se sintió morir mil veces mientras esperaba a que su marido abriese el mensaje real. Pero él no lo hizo hasta que el mensajero real estuvo sentado con la comida servida y una copa en la mano.


En voz baja, Sehun le pidió a Maddie que le llevase papel y pluma al laird, porque sabía que, de ser necesario, su esposo querría responder a la misiva y darle su respuesta al mensajero real antes de que se fuera. Pero a medida que los ojos de Chanyeol iban recorriendo la carta, iba apretando la mandíbula y su semblante se volvía más y más furioso. Sehun sintió una opresión en el pecho al ver la cólera que brillaba en la mirada de su esposo.

Mi EnemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora