Capítulo 36

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Chanyeol imitó el canto de un pájaro y el sonido resonó en mitad de la noche. En la distancia, otro sonido idéntico le contestó y él avanzó sigilosamente, con sus hermanos pegados a sus talones.

Habían tenido que esperar cuatro días a que hubiese luna nueva y habían tardado tres días en llegar a las tierras de Jummyeon e inspeccionar los alrededores del castillo. Chanyeol no podía aguantar ni un segundo más. Llevaban días sin ver a Sehun, días eternos en los que no había hecho otra cosa que esperar y esperar.


Kim lo tenía bajo llave.


Después de determinar qué dormitorio tenía más posibilidades de ser el suyo, rodearon el castillo y entraron por la muralla, tras esquivar el guardia que dormía en la torre que se cernía sobre ellos. En medio de la oscuridad, Chanyeol lanzó una cuerda con un garfio en el extremo para escalar el muro interior del castillo. Lo consiguió al quinto intento y se aseguró varias veces de que el garfio estaba fijo y la cuerda lo suficientemente tensa; después, empezó a escalar en dirección a la ventana.


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Sehun estaba frente a la ventana y agachó la cabeza, sintiendo el peso de la vergüenza sobre sus hombros.

Había hecho un pacto con el diablo. La vida de su hijo a cambio de la de el. La vida de su hijo a cambio de la que el habría tenido con Chanyeol. No se arrepentía de haber tomado esa decisión, pero lamentaba todo lo que había perdido al hacerlo. Todo lo que no volvería a tener.


Apenas podía soportar los nervios y las angustias que había vivido a lo largo de la última semana. Estaba agotado. Tenía miedo de provocar a Kim y de hacer algo que pudiese hacerle cambiar de opinión y romper el acuerdo al que habían llegado. Tenía miedo de que él le pusiese aquel poción en la bebida o en la comida y que le hiciese perder al niño.

Vivía con el miedo constante de tener que entregarse a ese hombre que ahora la llamaba esposo. Se tambaleó y se volvió hacia la cama. No podía seguir así. No era bueno para el niño y, sin embargo, no tenía elección.

Le cayeron lágrimas por las mejillas y se rindió a la abrumadora pena que le impregnaba el alma. ¿Cómo podía vivir sin el amor tan profundo que seguía anclado en su memoria? ¿Cómo podía dejar que otro hombre la tocase después de saber lo que sentía estando con Chanyeol? Al final, el cansancio lo derrotó y se metió bajo las sábanas, escondiendo el rostro contra la almohada para que nadie la oyese llorar.

Sehun no tenía ni idea de cuánto tiempo había pasado, cuando una mano se deslizó por su brazo hasta llegar a su hombro. Se apartó asustado y se dispuso a defenderse del ataque de Kim.


— Chist, tesoro, soy yo, Chanyeol —susurró él –


El se quedó mirando a su esposo en medio de la oscuridad, incapaz de creerse que estuviese allí, en su dormitorio.

Él le tocó la mejilla y enjugó el rastro de sus lágrimas.

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